Diana Carolina Deharbe. CONICET, UNER | dianadeharbe88@gmail.com

 

Epistemologías críticas feministas. Breve aproximación a las teorías sobre una ciencia sucesora en Sandra Harding y Donna Haraway

 

Resumen

El objetivo del siguiente artículo es describir desde una posición interesada algunos de los aportes de las llamadas Epistemologías Críticas Feministas para presentar una breve aproximación a los aportes y debates que dicha perspectiva ha realizado al campo científico y a las teorías del conocimiento desde los aportes teóricos de Sandra Harding (1996) y Donna Haraway ([1991] 1995), textos considerados como fundacionales de esta perspectiva.
Dicha corriente surge hacia finales de la década de los años 80, ancladas en la crítica pos-marxista, transdisciplinar e influenciadas por la filosofía de los giros en el marco de la crítica pos-estructuralista, cuestionaban el modo de producir y validar el conocimiento de la ciencia moderna que, en tanto producto y proceso social, favorecía la producción de un conocimiento androcéntrico, sexista, clasista, racista, coercitivo y al servicio del status quo (Campagnoli, 2018). La trasformación teórico-metodológica que comportaban estas epistemologías, también llamadas del «punto de vista», se resumen en las tres características enunciadas en 1986 por Sandra Harding: «empirismo feminista, punto de vista feminista y postmodernismo feminista» (1996: 23).
Nuestro recorrido reflexivo se focaliza en dos obras: Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, de Donna Haraway de 1995 y Ciencia y Feminismo, de Sandra Harding de 1996, destacando cuáles son las posibilidades planteadas por estas epistemologías sobre la construcción de una «ciencia del sucesor» o ciencia feminista mediante el cuestionamiento de la relación sujeto-objeto de conocimiento y la objetividad científica.

 

Palabras clave: epistemologías feministas, Sandra Harding, Donna Haraway


 

Critical Feminist Epistemologies: a Brief Approach to Theorias of a Successor Science in Sandra Harding and Donna Haraway

 

Abstrac

The objective of the following article will be to describe from an interested position, some of the contributions of the so-called Critical Feminist Epistemologies to present a brief approach to the contributions and debates that this perspective has made to the scientific field and to the theories of knowledge from the theoretical contributions from Sandra Harding (1996) and Donna Haraway ([1991] 1995), texts considered as foundational to this perspective.
Emerged towards the end of the 1980s, anchored in post-Marxist criticism, transdisciplinary and influenced by the philosophy of turns in the framework of post-structuralist criticism, they questioned the way of producing and validating knowledge of the modern science, which as a product and social process, favored the production of androcentric, sexist, classist, racist, coercive knowledge and in the service of the status quo (Campagnoli, 2018). The theoretical-methodological transformation involved in these epistemologies, also called of the «point of view», is summarized in the three characteristics stated in 1986 by Sandra Harding: «feminist empiricism, feminist point of view and feminist postmodernism» (1996: 23).
Our reflective tour focuses on two works: Science, cyborgs and women. Donna Haraway's reinvention of nature in 1995 and Science and Feminism, by Sandra Harding in 1996, highlighting what are the possibilities posed by these epistemologies on the construction of a «successor science» or feminist science by questioning the subject relationship-object of knowledge and scientific objectivity.

 

Keywords: feminist epistemology, Sandra Harding, Donna Haraway


 

 

La visión es siempre una cuestión del «poder de ver» y, quizás,
de la violencia implícita en nuestras prácticas visualizadoras
¿Con la sangre de quién se crearon mis ojos?
(Haraway, 1995: 330)

Una ciencia para la emancipación

Las contribuciones de las teorías feministas al campo de la epistemología son recientes, las primeras obras se publicaron en la década de los 80 y recogen los cuestionamientos alumbrados durante el feminismo de la segunda ola1. Bajo la consigna «lo personal es político»2, visibilizaron y cuestionaron la relación entre el conocimiento, el poder y el modo en que se legitimaban y reproducían relaciones de dominación y exclusión en la sociedad patriarcal pero, en especial, en el campo científico (Campagnoli, 2018).

La filósofa argentina Diana Maffía (2007) sostiene que la ciencia «androcéntrica» siempre ha «hablado» sobre y para las «mujeres», demarcando límites, justificando exclusiones: la racionalidad moderna y occidental le ha negado a la femineidad, paradojalmente, los dones de «racionalidad, capacidad lógica, abstracción, universalización, objetividad y nos atribuyen condiciones a las que les restan cualquier valor epistémico: subjetividad, sensibilidad, singularidad, narratividad» (Maffía, 2007: 1).

Sostiene Elsa Dorlin (2009) que estamos ante una genealogía en clave feminista de las relaciones de poder/saber, es decir, frente a teorías cuya emergencia y saberes están

indisociablemente ligadas con un movimiento político que problematiza, sobre todo desde un punto de vista epistemológico inédito, la relación que todo saber mantiene con una posición de poder, al que a cambio refuerza, invierte o modifica (…) un trabajo de historización [y de politización] de una relación de poder y, por el otro, a un trabajo de concientización de este último. (…) El saber feminista es también una memoria de los combates (Dorlin, 2009: 10-17)

y también un tipo de praxis política que marca el fin de la edad de la inocencia. «Empirismo feminista, punto de vista feminista y postmodernismo feminista» (Harding, 1996: 23) serán los puntos de clivaje propuestos por lxs teóricxs de esta perspectiva.

Influenciadas por la crítica pos-marxista plantearon que la división del trabajo era sexual, las relaciones sociales de dominación eran antes que nada relaciones generizadas, históricas y culturalmente moduladas de exclusión y propusieron que para poder comprender la ausencia de herramientas conceptuales que dieran cuenta de la especificidad de la opresión de las mujeres debían cambiar el punto de vista. A raíz de esto se las denominó epistemologías del standpoint, del posicionamiento o del punto de vista, porque trataban de valorizar recursos cognitivos invisibilizados y depreciados, determinados por y elaborados desde las condiciones materiales de existencia de las mujeres; en transformar su experiencia en saber. Por lo tanto, concede un «privilegio epistémico» a ese posicionamiento feminista. «(…) Se trata de una posición construida a partir de una situación padecida y no de un punto de vista femenino esencializado. La definición es política y no ontológica» (Dorlin, 2009: 20-21).

Esta ciencia para la emancipación (Harding, 1996) dio origen al menos a cuatro programas de investigación, a saber:

El primero, procura echar luz sobre aquellas mujeres cuyas contribuciones científicas han sido negadas por las corrientes dominantes de historia de la ciencia3. El segundo, complementa el anterior, analizando la historia de la participación de las mujeres en las instituciones de la ciencia, especialmente enfocando el limitado acceso de las mujeres a los medios de producción científica y el status dentro de las profesiones4. El tercero, se interesa por el modo en que las ciencias (sobre todo médicas y biológicas) han definido la naturaleza de las mujeres5. El cuarto, analiza la naturaleza masculina de la ciencia misma, y procura develar las distorsiones en las mismas normas y métodos de la ciencia que han producido la ausencia histórica de mujeres de cualquier rol significativo en la construcción de la ciencia moderna (Maffía, 2007: 2).

A pesar de ser una corriente emergente en la filosofía de la ciencia cuya validez es continuamente puesta en duda por el establishment científicx al tildarla de ideología (Maffía, 2007), su influencia es notoria en el campo de las ciencias sociales y humanas. En América Latina coincidieron con la emergencia de las teorías decoloniales que denunciaban la dependencia y subordinación teórico-metodológica del conocimiento que solo reservaba el lugar de la traducción la racialidad del poder y la colonialidad del género son los ejes fundantes de estas propuestas (Campagnoli, 2018).

El objetivo del siguiente artículo será describir desde una posición interesada, algunos de los principales aportes de las Epistemologías Críticas Feministas para presentar una breve aproximación a los debates que dicha perspectiva ha introducido en el campo científico desde los aportes de dos de sus referentes, lxs norteamericanxs Sandra Harding (1996) y Donna Haraway ([1991] 1995), cuyos textos se consideran como fundacionales dentro esta perspectiva. Daremos cuenta de las principales críticas hechas a la ciencia moderna retomando algunos conceptos claves de las obras de dichxs autorxs, focalizando nuestro recorrido reflexivo en dos de ellas: Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, de Donna Haraway de 1995 y Ciencia y Feminismo, de Sandra Harding de 1996.

Donna Haraway (6 de septiembre de 1944, Denver, EE.UU.) es una investigadora norteamericana, profesora emérita del departamento de Historia de la Conciencia de la Universidad de California (EE.UU.), donde se dedica a la investigación de la filosofía de la ciencia; en 1972 se doctoró en biología con especialización en primatología en la Universidad de Yale (EE.UU.). Sus trabajos abordan objetos complejos atravesados por diversos campos disciplinares como la biología, la filosofía de la ciencia y la tecnología, la teoría feminista, los estudios queers y poscoloniales. Ciencia, Cyborgs y Mujeres: la reinvención de la naturaleza (Simians, Cyborg and Women: The Reinvention of Nature) se publicó por primera vez en inglés en 1991 y la primera traducción al español la realizó la editorial Cátedra de España, en 1995. El libro recolecta diversos ensayos escritos en la década de los años 80; entre ellos se encuentran «Manifiesto para Cybogs: El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado» (A Cyborg Manifiesto: Science, Technology and Socialist Feminism in the Late Twentieth Century), un texto de 1984, clave de su propuesta teórica y de la crítica al modo de conocer de la ciencia moderna.

Por otro lado, Sandra Harding (29 de marzo de 1935, EE.UU.) es unx filosofx y feminista norteamericanx, se doctoró en 1973 en la Universidad de Nueva York y se desempeña como profesorx en la Universidad de California, Los Ángeles. Sus trabajos se enmarcan dentro de la filosofía de la ciencia, la epistemología feminista, la teoría postcolonial y la metodología de la investigación. Ciencia y Feminismo (The Science Question in feminism) se publicó en inglés en 1986 y su primera traducción es del año 1996, hecha por la editorial Morata de España. Es considerada una de las obras fundantes de las epistemologías del punto de vista y de los estudios de la ciencia y la tecnología en clave de género. Además, Harding fue lx primerx directorx del Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad de California (EE.UU.) y co-directorx de la revista feminista Signs: Journal of Women in Culture and Society, de la Universidad de Chicago Press.



El punto de vista y los proyectos de ciencia sucesora

«¿Es posible utilizar la ciencia actual para los fines emancipatorios de las mujeres?, ¿deben las mujeres moldear sus valores y métodos para acomodarse a la ciencia, o la ciencia moldeará sus métodos y prácticas para acomodarse a las mujeres?», se pregunta Sandra Harding6 en Ciencia y Feminismo. Con el claro objetivo de desenmascarar el androcentrismo científico (Moreno Sardá, 1986) y convencidx de la necesidad de construir una ciencia sucesora con fines realmente emancipatorios para la humanidad, pero principalmente para las mujeres, Harding (1996) describe los tres principios que han guiado la búsqueda de una epistemología en clave de género: empirismo feminista, punto de vista feminista y postmodernismo feminista.

Para la/el autxr el sexismo y el androcentrismo que caracterizan el modo de hacer ciencia pueden ser corregidos sirviéndose de las reglas metodológicas disponibles en el campo científico pero deberían modificarse los parámetros que rigen la objetividad y la relación entre el objeto y el sujeto en la relación de conocimiento. La inclusión de las mujeres como grupo amplio pero especialmente feministas en la práctica científica, estimularía la emergencia de un modo crítico y reflexivo de hacer ciencia en base a combinar el conocimiento subjetivo (el de propia experiencia y praxis política de las mujeres) con el objetivo (método y praxis científica interesada/comprometida). De este modo, el empirismo feminista garantizaría un tipo de objetividad fuerte que «implica que los posicionamiento políticos de los científicos deben ser conscientes y explícitos en cuando a su carácter histórico y socialmente situados (…) se trata de objetivar el sujeto cognoscente, es decir7, (…) que los científicos efectúen el mismo género de descripciones y explicaciones críticas del sujeto del conocimiento que los sociólogos hicieron con los objetos de sus investigaciones» (Dorlin, 2009: 26).

La reflexión sobre la relación objeto-sujetx cognoscente también comporta un proceso de extrañeza sobre el lugar de la propia mirada, en consecuencia, el punto de vista feminista hace referencia a revalorizar políticamente la experiencia de las mujeres en tanto otrx sometidx y dotarla de valor epistémico, reforzando así la objetividad del saber científico y ponderando con la misma validez «la autoridad del investigador en el mismo plano epistémico que la autoridad de los sujetos de investigación —cuando la mujer investigadora interpreta, explica y examina críticamente la condición de las mujeres, está explicando, al mismo tiempo, su propia condición» (Harding, 1996: 137). Una ciencia para las mujeres que rompa con los esquemas de contraste raciales y de género, que saque a la visión femenina del mundo del lugar del pensamiento mágico y la superstición, reivindicando su relevancia moral, política e intelectual en tanto experiencia desde y para lxs oprimidxs, interesada, en el sentido de comprometida con la transformación de la realidad social en su conjunto.

El empirismo feminista junto con el punto de vista feminista centran su crítica en tres aspectos, a saber:

Pone en duda el supuesto de que la identidad social del observador es irrelevante para la bondad de los resultados, (…) cuestiona la potencia de las normas metodológicas y sociológicas de la ciencia para eliminar los sesgos androcéntricos, (…) y cuestiona la creencia de que la ciencia debe protegerse de la política (Harding, 1996: 141).

En este sentido, una ciencia sucesora tiene el deber político de deconstruir las ficciones esencialistas sobre lxs sujetxs. Partiendo de una consciencia de oposición debe imaginar nuevos caminos para re-conocer las identidades en diáspora, fragmentadas, diversas y situadas en un mundo en donde los límites entre lx humanx y lo animal, la humanidad y la máquina, lo físico y lo no físico, son difusos (Haraway, 1996). El posmodernismo feminista, el último de los principios enunciados para la construcción de una epistemología en clave de género, es un llamado y una demanda a abandonar las explicaciones totalizantes y verdaderas para abrazar la parcialidad de todo conocimiento científico.



La experiencia de las mujeres: límites y potencialidades

Una de las críticas más fuertes que tanto Harding como Haraway le realizan a las epistemologías del punto de vista es sobre la definición de aquello que se considera propiamente como la experiencia de las mujeres. Haraway (1996) destaca que uno de los objetos cruciales para la teoría feminista fue haber re-descubierto aquel hecho ignorado deliberadamente tanto por la ciencia y la política, desenmascarando la ficción de la cual están hechas las relaciones y realidades socio-culturales. La pretensión universalista de toda teorización significó trasladar los propios sesgos de género, raza y clase, solipsismo blanco (Dorlin, 2009), a la construcción de ese nosotrxs en tanto sujeto político del feminismo; «la conciencia de género, raza o clase es un logro forzado en nosotras por la terrible experiencia histórica de las realidades sociales contradictorias del patriarcado, del colonialismo y del capitalismo» (Haraway, 1996: 264).

En la búsqueda de una ciencia del sucesor y de nuevas teorías sobre la objetividad, la crítica feminista de la ciencia ha demostrado la parcialidad de todo conocimiento —constructivismo radical— basado en sesgos sexistas y en la ponderación de un único punto de vista —empirismo feminista—. Tentadas por el deseo de construir una ciencia feminista que tradujera el mundo desde un lenguaje común compartido a las mujeres, confundieron una actitud ética y política con cuestiones de epistemología (Haraway, 1995). La construcción de una ciencia sucesora no puede partir de la desestimación de los conocimientos acumulados por la ciencia, aunque se trate de un posicionamiento androcentrista, «necesitamos el poder de las teorías críticas modernas sobre cómo son creados los significados y los cuerpos, no para negar los significados y los cuerpos, sino para vivir en significados y en cuerpos que tengan oportunidad en el futuro» (Haraway, 1996: 322).

Si es el punto de vista el que crea el objeto la mirada feminista de la objetividad debe superar las limitaciones del «ojo caníbal de los proyectos masculinistas» (Sofoulis, 1988, citado en Haraway, 1995: 325) que critica, una mirada des-carnada, sin límites, colonizadora, de pretendida transparencia, genéricamente marcada, racialmente determinada y militarizada. El tipo de objetividad que debe caracterizar a los proyectos de ciencia feminista nos convoca a re-situar, re-localizar, re-ligar, re-encarnar la mirada:

La objetividad dejará de referirse a la falsa visión que promete trascendencia de todos los límites y responsabilidades, para dedicarse a una encarnación particular y específica. La moraleja es sencilla: solamente la perspectiva parcial promete una visión objetiva. (…) La objetividad feminista trata de la localización limitada y del conocimiento situado, no de la trascendencia y el desdoblamiento del sujeto y del objeto (Haraway, 1995: 326-327).

 

De objetividad en-carnada y cyborgs

La objetividad encarnada comporta dos cambios fundamentales en torno a la relación de conocimiento8 que ya se anticipaban en los planteos de otrxs epistemólogxs feministas y también en ciertxs teóricxs pertenecientes al campo de la sociología del conocimiento. Haraway recoge el guante y afirma que, con respecto al objeto

los conocimientos situados requieren que el objeto del conocimiento sea representado como un actor y como un agente, no como una pantalla o un terreno o un recurso (…) Las versiones de un mundo «real» no dependen, por lo tanto, de una lógica de «descubrimiento», sino de una relación social de «conversación» cargada de poder (1995: 342).

El diálogo entre versiones contradictorias de un mismo problema de investigación tiene el deber ético de coexistir en un paradigma situado, ya que la objetividad encarna un tipo de objetividad que se construye en las fronteras, en los intercambios móviles y estratégicos entre los objetos/agentes y lxs sujetxs que lxs miran y son miradxs. Su originalidad deviene de la permeabilidad a la sorpresa y la ironía, de la resistencia a posturas inocentes y reificantes y del combustible que aportan las múltiples y heterogéneas prácticas político-feministas que miran y a través de las cuales es mirada. De ahí su frescura, allí su potencia.

En este diálogo polifónico, el sujetx más que estar muertx se abre, se divide, se multiplica, se fragmenta, es parcial, inacabadx, imperfectx, contradictorix, monstruosx, mutante. Liberado del ojo cíclope del amo

es capaz de unirse a otro, de ver junto al otro sin pretender ser el otro. Esta es la promesa de la objetividad: un conocedor científico busca la posición de sujeto no de la identidad, sino de la objetividad, es decir, de la conexión parcial (Haraway, 1995: 332).

Pero esta nueva óptica de la mirada en tanto teorías de un re-posicionamiento crítico conlleva una alta cuota de responsabilidad en aquello que es vuelto a ver, de tal modo que el investigadorx debe comprometerse con el lugar que ocupará transitoriamente para poder mirar con otrxs y desde el lugar de lxs otrxs. Si como se dijo anteriormente ver es crear/imaginar, «las luchas sobre lo que será considerado como versiones racionales del mundo son luchas sobre cómo ver (…) La responsabilidad feminista requiere un conocimiento afinado con la resonancia, no con la dicotomía» (Haraway, 1996: 334).

Este tipo de racionalidad situada, es decir, porque se opone a la racionalidad falogocéntrica —visión des‑encarnada, única, verdadera, trascendental, masculinista, etc.—, tiene por finalidad construir mejores versiones del mundo, que para Haraway es sinónimo de ciencia, a partir del diálogo y la apertura que el conocimiento situado posibilita. Una ciencia de lo múltiple es respetuosa de las vulnerabilidades que representan las posiciones y los saberes subyugados que son aquellos puntos de vista por los que este tipo de objetividad se ve atraída. Pero poder mirar desde el/los límites y desde abajo con el otrx es una tarea donde lxs investigadorxs no deben extremar medidas en re‑inventar las herramientas que permitan captar la especificidad y la diferencia en toda su complejidad y contradicción, para evitar romantizar y/o apropiarse del lenguaje-mundo-cuerpo otrx es necesario la imparcialidad apasionada, la imaginación y la utopía.

Pero ¿en qué superficie, materialidad, textualidad se encarna este tipo de objetividad situada? Si el conocimiento de la ciencia moderna bajo el modelo de la masculinidad abstracta es desencarnado es porque no tiene un cuerpo, su validez se basa en negarlo, escindirlo, ocultarlo. Para Haraway no hay posibilidad de un conocimiento situado sin aparato de la producción corporal, es decir, en tanto «nudos generativos materiales y semióticos (…) la encarnación feminista, las esperanzas feministas de parcialidad, de objetividad y de conocimientos situados se vuelven conversación y códigos en este poderoso nudo de terrenos de cuerpos y significados posibles» (Haraway, 1996: 345‑346). Nosotrxs, dice Haraway, podemos aportar a la ciencia saberes situados porque encarnamos, es decir, porque en nosotrxs toma forma un tipo de conciencia diferencial que es a la vez una conciencia de oposición. Este nosotrxs no solo incluye a las mujeres en un sentido amplio, de hecho, Haraway nos recuerda constantemente quién es ella y desde qué lugar nos habla, sino que también incluye a todo sujetx‑saber colocado en una posición subalterna por la hegemonía, es la posición insurgente, una forma de entender la identidad por afinidad y que remite a las

formas de agencia y conciencia que pueden crear modos efectivos de resistencia bajo las condiciones culturales de la postmodernidad (…) es flexible, móvil, diaspórica, esquizofrénica, nómada por naturaleza. (…) Se alinean en torno a un campo de fuerzas que las inspira, concentra e impulsa como formas opositivas de praxis (Sandoval, 2004: 85).

Haraway utiliza la fórmula «mujeres de color» (otrxs teóricxs prefieren la palabra «conciencia mestiza») para hablar de este tipo conciencia de oposición que se construye mediante vínculos de afinidad desde y a pesar de las diferencias, en donde interviene el afecto. Una teoría sobre la objetividad feminista no podía ignorar el amor, la pasión y el deseo que re‑ligan al investigadxr con su subjetividad por tanto tiempo escindida en la búsqueda de la emancipación total y, simultáneamente, lo conectan con la responsabilidad pretendida; «el cuidado afectuoso que las personas deberían mostrar para aprender como ver fielmente desde el punto de vista del otro» (Haraway, 1995: 327).

Es en este punto donde la teoría de la objetividad encarnada se intersecta con la teoría cyborg, en tanto teoría sobre la identidad y la diferencia y las formas sobre cómo abordarla en el paisaje neoliberal. El cyborg es la metáfora visual elegida por Haraway para explicar la artificialidad, hibridez, ficción, movilidad, mutación, transicionalidad de toda posición de sujetx, «el cyborg es nuestra ontología, nos otorga nuestra política» (1995: 254). Además, también es una teoría sobre los cambios producidos en la praxis de los movimientos sociales y aporta para su estudio lo que se denomina la metodología de los oprimidos que consiste en «tecnologías opositivas de poder: tanto internas o tecnologías psíquicas, como tecnologías externas de praxis social» (Sandoval, 2004: 85).

Aun así y pesar de practicar la reflexividad fuerte y la objetividad situada, este proyecto de ciencia sucesora debe aceptar que siempre habrá otrxs (vidas, experiencias, puntos de vista, lenguajes, cuerpos) inapropiablxs, cuya traducción será parcial pero que, sin embargo, requerirá del máximo cuidado y demandará del investigadxr una ética del cuidado del otrx; «situar el conocimiento es recuperar la ciencia como afecto y como poiesis estética» (Figari, 2010, s/n).



¿Es posible una ciencia feminista?

Las propuestas de ambxs autorxs convergen en la formulación de una acuciante pregunta, «¿qué puede significar una ciencia feminista?», ¿es posible?, ¿cuál serían el/los caminos a recorrer para construir otro modo de hacer ciencia? Algunas respuestas se hallan desperdigadas en los textos analizados: una ciencia feminista será aquella que luche, recupere y revalorice la visión de las mujeres, de un nosotrxs inclusivo y diverso, que mire bajo la superficie de las relaciones de poder para desentrañarlas y modificarlas. Un tipo de saber inspirado y comprometido con la praxis política del movimiento feminista para re-crear con los pies situados en realidades polimorfas, injustas y perversas otros mundos posibles. Una ciencia de la transición, inestable, reflexiva, crítica, incómoda, desestabilizadora aún para quienes estén involucradxs en su desarrollo, que se resista y teorice contra y a pesar de las dicotomías y las miopías propias de los sesgos propios y los heredados; que conozca la tradición con el objetivo de desarmar los objetos de museos y utilizar las mejores partes para crear sus propios collages conceptuales. Una ciencia comprometida con un proyecto emancipador como lo es el proyecto feminista solo será posible cuando habitemos una sociedad feminista (Harding, 1996); proyecto que lejos de ser inalcanzable se multiplica y crece desde lo profundo de manera rizomática. Una ciencia re-inventada, re-injertada para tiempos en donde prosperan sociedades en donde ya no se ignora ni el dolor ni la muerte ajena, una ciencia utópica que, como decía Eduardo Galeano, nos empuje a caminar hacia un futuro más democrático, antirracista y no genérico.




Notas
1. Se suele utilizar a la ola como una metáfora para dar cuenta de la sistematización de la historia y genealogía del movimiento feminista y trazar diferenciaciones según los tópicos y reivindicaciones que caracterizaron a cada ola. Según la periodista Constance Grady se le atribuye la autoría de está caracterización a la periodista norteamericana Martha Weinman Lear, que en 1968 publicó un artículo en el New York Times titulado «The second feminist wave» (La segunda ola feminista) para referirse al resurgimiento del feminismo norteamericano en los años 60. Esta metáfora, si bien es ampliamente utilizada, ha generado debates entre las académicas feministas respecto a sus límites y potencialidades para explicar el complejo, diverso y no lineal desarrollo del movimiento feminista. Para ampliar puede consultarse: Suarez Tomé, D. (8 de marzo 2019). El mar proceloso del feminismo: ¿en qué ola estamos? Economía Feminista. Recuperado de: https://economiafeminita.com/en-que-ola-estamos/

2. The personal is political (Lo personal es político) fue el lema de origen colectivo que sintetizó los aportes y las críticas hechas por la segunda ola de los feminismos, principalmente norteamericano, y que actualmente es una de las consignas más significativas del movimiento feminista a nivel mundial. Se le atribuye la autoría a la activista feminista radical Carol Hanisch, quién en febrero de 1969 leyó un ensayo en la reunión del New York Radical Women en Florida y en el cual sistematizó las experiencias de miles de mujeres en los famosos grupos de autoconciencia donde expresa que: «One of the first things we discover in these groups is that personal problems are political problems. There are no personal solutions at this time. There is only collective action for a collective solution» (Una de las primeras cosas que descubrimos en estos grupos es que los problemas personales son problemas políticos. No hay soluciones personales en estos momentos. Solo hay acción colectiva para una solución colectiva). Sin embargo, Hanisch admitió que fueron Shulamith Firestone y Anne Koedt quiénes le dieron ese título al publicarlo en 1970 en una revista de circulación del movimiento radical (Notes from the second year: Women’s Liberation), donde publicaron las intelectuales feministas de ese momento como Kate Millet. La versión original del texto en inglés puede consultarse en: Hanisch, C. (enero 2006). The personal is political. The Women’s liberation movement classic with an explanatory introduction by Carol Hanisch. Carol Hanisch. Recuperado de: http://www.carolhanisch.org/CHwritings/PIP.html

3. En este punto se ubican las investigaciones producidas en el campo de la historiografía feminista de la ciencia que intenta recuperar las vidas y aportes de las mujeres. En este sentido en Argentina se destacan los trabajos de Dora Barrancos.

4. Los trabajos inscriptos en este programa de investigación estudian las dinámicas de segregación horizontal y vertical que tienen lugar en el campo científico y que contribuyen a la exclusión y expulsión de las mujeres en la ciencia.

5. Con respecto a este punto se destaca la corriente de estudios abiertos a raíz de las investigaciones de Evelyn Fox Keller, Helen Longino y de la misma Donna Haraway sobre el trabajo simbólico del género en el campo científico. Como lo demostrara la investigación de Fox Keller & Longino (1985), toda producción teórica está marcada identitariamente por el género, la raza y la clase social de sus creadores, es decir, no existe una posición de sujeto no condicionada en la producción del conocimiento en tanto actividad social, estos marcadores dejan su huella en los problemas, conceptos, teorías y métodos; la pretensión de objetividad pura y neutralidad científica son, para Harding, parte del mito de origen de la ciencia moderna (Harding, 1996).

6. La pregunta de Harding es un diálogo abierto con el ensayo «Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo» de 1979 escrito por la escritora afroamericana y militante feminista Audre Lorde y publicado dentro del libro La Hermana, La Extrajera (2003). En él, Lorde cuestiona las herramientas del feminismo blanco estadounidense para pensar la especificidad de la dominación en las mujeres negras y lesbianas.

7. La cursiva es nuestra.

8. Los trabajos Thomas Kuhn sobre las revoluciones científicas y de Gastón Bachelard sobre la formación del espíritu científico, por solo mencionar algunos ejemplos.

 

 

Referencias bibliográficas

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CAMPAGNOLI, Mabel Alicia [en línea] (2018). Epistemologías críticas feministas. Aproximaciones actuales. En: Descentrada 2 (2). e047 Disponible en: http://www.descentrada.fahce.unlp.edu.ar/article/view/DESe047

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Datos de autora
Diana Carolina Deharbe

Licenciada en Comunicación Social por la Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos. Doctoranda en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario (FCPyRRII-UNR). Becaria Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).


Fecha de recepción: 30/4/2020
Fecha de aceptación: 10/8/2020