Explorando la industria del porno. Recorridos por su Historia, las intervenciones feministas y las derivas actuales en Argentina

Exploring the porn industry. History, feminist interventions and current trends, in Argentina1

DOI: http://doi.org/10.33255/25914669/7221


Laura Milano https://orcid.org/0000-0003-4685-6931 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires lauramilano3005@gmail.com

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Argentina


Ricardo Dolina https://orcid.org/0009-0000-8120-8476 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires rdolina@gmail.com

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Argentina


Vanina Barzizza García https://orcid.org/0009-0008-0425-336X Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires vaninagb@gmail.com


  1. El presente artículo fue elaborado por el grupo de investigación “La pornografía desbordada: cruces entre artes, medios y activis- mos transfeministas en las producciones XXX contemporáneas”, en el marco del proyecto FILOCYT FC22-052 2022/2024 pertene- ciente al Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.


    Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Argentina


    Abril Jordán https://orcid.org/0009-0001-9781-4697 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires abrilailenjordan@gmail.com

    Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Argentina


    María Eugenia Marcet https://orcid.org/0009-0006-4349-8496 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires maru.marcet@gmail.com

    Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Argentina


    Mora Rosenzvaig https://orcid.org/0009-0004-9751-5330 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires

    mora-luna@hotmail.com

    Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Argentina


    Pamela Vázquez https://orcid.org/0009-0001-3865-9359 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires pamgime@yahoo.com.ar

    Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Argentina


    Candela Sánchez Antelo https://orcid.org/0009-0000-3977-5418 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires candela.artesfilo@gmail.com


    Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Argentina


    Recibido: 01/11/2023 Aprobado: 18/06/2024 Publicado: 10/07/2024


    Resumen

    La industria del porno, en tanto industria audiovisual de la sexualidad, ha transformado profundamente sus formas de producción, circula- ción y consumo, tanto a partir de los cambios tecnológicos como de las intervenciones feministas a lo largo del tiempo, ya sea a nivel in- ternacional como local. En este artículo nos proponemos realizar un recorrido histórico-tecnológico del surgimiento de la industria. Anali- zaremos cómo el entorno digital afecta a la producción, distribución y las ganancias obtenidas a partir de la comercialización de estos ma- teriales, en tensión con las discusiones y debates que provienen de los feminismos. Para luego pasar al caso argentino y el desarrollo de su protoindustria en contraposición y diálogo con los proyectos indepen- dientes que emergen en el país. Nuestro objetivo es caracterizar las transformaciones, las tensiones y los desafíos de esta actividad en el panorama global y local para acompañar sus procesos de mutaciones y cambios.


    Palabras clave: pornografía - industria pornográfica - feminismos


    Abstract

    The pornography industry, as an audiovisual industry of sexuality, has profoundly transformed its forms of production, circulation, and con- sumption, influenced both by technological changes and feminist inter- ventions over time, on both international and local levels. This article aims to undertake a historical-technological overview of the industry’s emergence. We will analyze how the digital environment affects the production, distribution, and profits derived from the commercializa- tion of these materials, amidst discussions and debates stemming from feminist perspectives. We will then turn to Argentina and the develop-



    ment of its proto-industry, contrasting and engaging with independent projects emerging within the country. Our objective is to characterize the transformations, tensions, and challenges of this activity within the global and local landscape, to understand its processes of mutations and changes.

    Keywords: pornography - porn industry - feminisms


    Introducción

    La pornografía es uno de los productos culturales centrales de la sociedad moderna y a su alrededor se erigió una poderosa industria que moviliza, en las sombras, millones de dólares a nivel global (Gubern, 2005; McNair, 2004). Si bien sus orígenes pueden rastrearse en las representaciones del sexo de las civilizaciones y en la literatura erótica del siglo XV del inicio de la imprenta, la pornografía tal como la conocemos tuvo su explosión en la segunda mitad del siglo XX y fomentó el desarrollo de una industria cinematográfica sin precedentes que ha logrado adaptarse a los cambios tecnológicos y que ahora encuentra nuevas formas de expresión, expansión y consumo a partir de Internet y los nuevos dispositivos tecnológicos al alcance de un público masivo.

    Como tecnología de producción visual de lo sexual, la pornografía ha ponderado determinadas formas de narrar acordes a un imaginario heteronormativo dominante y en una lógica hardcore. En su trabajo, Linda Williams (1989) define el “hardcore” como una categoría dentro de lo pornográfico que se caracteriza por representaciones explícitas de actos sexuales, a menudo con un enfoque en la penetración y otros actos considerados tabú en la cultura mainstream. En ese sentido, el sexo pornográfico es explícito, gráfico y se centra en los genitales masculinos y cómo este incide sobre el cuerpo de la mujer. Williams entiende el porno como “conocimiento sobre el placer” y argumenta que este conocimiento, como creador de los discursos sobre la sexualidad, ha fallado en pensar el placer femenino fuera de una economía patriarcal. (Williams: 4). En esta misma línea se expresa Javier Sáez (2003) quien expresa que la pornografía logra objetivar el sexo, principalmente el masculino, ya que está producida hacia un consumo masculino, teniendo en cuenta una mirada masculina, básicamente heterocentrada, y los genitales masculinos como centro de la narración.

    El porno trabaja siempre sobre la misma representación: la del coito. Reitera de manera aleccionadora la misma ritualidad sexual: penetración, eyaculación y orgasmo (Milano, 2014). Esta representación responde a la concepción de la sexualidad heteronormativa (donde lo “normal” es lo hetero) y coitocentrada (donde el sexo es el coito y los genitales son la única zona erógena del cuerpo). Sin embargo, la discursividad dominante viene siendo cuestionada y transformada por artistas y activistas interesadxs2 en ella; al tiempo que estas derivas artísticas y activistas habitan otros espacios de exhibición como la calle, las redes y las galerías de arte. En ese sentido, la representación de lo sexual que proponen estas nuevas


  2. En este artículo hemos decidido utilizar el lenguaje inclusivo – a través de la letra “x”- como modo de visibilizar las múltiples identidades sexo-genéricas, más allá del femenino/masculino. El lenguaje inclusivo reconoce identidades históricamente margi- nadas, buscando nombrar aquello que no se ha nombrado, ya que lo que no se nombra, no existe.


    experiencias artístico/activistas está corriendo los límites de lo pornográfico, habilitando también otras formas de consumo de estas materialidades. Estos debates que se dan dentro de circuitos artísticos/activistas también impregnan y tensionan los modos de producción, distribución y consumo de la industria en su conjunto, una industria que, debido a la influencia de los cambios y transformaciones tecnológicas, está constantemente mutando y tomando nuevas formas.

    Este artículo busca indagar en cómo se ha transformado la industria pornográfica a lo largo del siglo XX y XXI y de qué modo se expresa esta transformación en el contexto argentino. Siempre dinámica y polémica, la industria pornográfica ha experimentado profundos cambios que han impactado no sólo en sus formas de producción, distribución y consumo; sino también en sus contenidos, audiencias y en las disputas que despierta. Partimos de una hipótesis inicial que sostiene que las transformaciones de la industria pornográfica se deben, principalmente, a los cambios tecnológicos y las intervenciones feministas. Tanto lo uno como lo otro ha colaborado a que - aún con tensiones y tropiezos- la industria pornográfica ampliará sus horizontes en términos tecnológicos, culturales y políticos.

    Para esto, en primer lugar, presentamos un breve recorrido por la historia de la industria pornográfica y el impacto de los cambios tecnológicos en su producción y circulación. Luego, indagamos en los desafíos que enfrenta la industria pornográfica en la era digital y la proliferación de plataformas de contenidos arancelados y gratuitos. En segundo lugar, reflexionamos acerca del lugar de las mujeres y disidencias dentro de la industria (y en los márgenes de ella). Para ello, nos servimos de los aportes de los estudios de género, las discusiones teóricas que se impulsaron desde los transfeminismos y las experiencias que mujeres y disidencias vienen desarrollando desde hace varias décadas en la producción de contenidos sexualmente explícitos. Por último, reflexionamos sobre la especificidad del porno en Argentina, donde conviven una suerte de protoindustria con proyectos independientes artísticos y activistas, pequeñas productoras y trabajadorxs autónomxs.


    Recorrido histórico-tecnológico de la industria pornográfica

    Para adentrarse en la historia de la pornografía hay que comenzar por reconocer su carácter amplio, complejo y heteróclito. A lo largo de los siglos, ha sido influenciada por diversas culturas, cambios sociales y fundamentalmente, avances tecnológicos. A través de distintos formatos, medios, formas de reproducción y distribución, la industria pornográfica se ha ido transformando y adaptando a las nuevas tecnologías con una productividad sorprendente, quizás como pocas industrias en la historia de la humanidad. Es importante destacar que partimos desde una perspectiva amplia como la que plantea Arcand, entendiendo que la pornografía “es la relación entre un contenido y su contexto” (1991:30) y, por


    lo tanto, debemos comprender en todo momento que la categorización está fuertemente atada a la construcción de sentidos de una comunidad determinada, en un momento histórico y un contexto particular, y no es necesariamente extrapolable a otros contextos.

    En Occidente, podemossituarlosorígenesdelapornografíaenlasrepresentaciones sexuales explícitas tanto en objetos, como en el arte de civilizaciones de la antigua Grecia y Roma, así como de períodos prehistóricos y antiguos (Lissardi, 2013). Para el historiador estadounidense Walter Kendrick (1987), la primera noción de pornografía surge a partir del descubrimiento de las ruinas de Pompeya, repletas de imágenes, esculturas, artefactos, frescos y mosaicos que ilustraban escenas sexualmente explícitas a lo largo de toda la ciudad. Las ruinas mostraban otro modelo de organización, conocimiento y representación de los cuerpos, que se oponía a los valores morales que dominaban la cultura europea de ese momento (Preciado, 2008a). Muchos de estos objetos fueron descartados, y los que no, fueron seleccionados, descontextualizados y escondidos dentro de la colección secreta del Museo Nacional de Nápoles, un espacio cerrado y segregado, ya que solo podían acceder los hombres de la aristocracia. La palabra pornografía fue acuñada por el historiador del arte C. O. Müller (1850) para describir los contenidos secretos del Museo. Como plantea Kendrick (1987), en este gesto fundador podemos identificar algunas determinaciones que van a signar el desarrollo de la pornografía, un contenido que traza el límite entre lo público y lo privado, entre aquellos que pueden ver y aquellos cuya mirada y deseo deben ser protegidos, y que nace fruto de un fuerte control gubernamental, que se extenderá hasta la Modernidad.

    Uno de los grandes saltos en los circuitos de reproducción y distribución de las imágenes eróticas y la literatura pornográfica en Europa ocurrió en el siglo XV gracias a la invención de la imprenta. La producción en masa de la pornografía, como la conocemos en la actualidad, apareció en el siglo XVI durante la cultura de la imprenta de los primeros años del Renacimiento Italiano (Arcand, 1991). Muchas de estas publicaciones se producían de forma anónima y clandestina debido a la censura y las restricciones legales de la época. A medida que se popularizaron los libros y grabados considerados eróticos, comenzaron a circular materiales pornográficos de manera cada vez más accesible (Lissardi, 2013). Durante el siglo XIX, la tecnología y la urbanización llevaron a la proliferación de imágenes y, posteriormente, con la llegada de la fotografía y el cine, la pornografía tomó una nueva dimensión, aumentando también su popularidad (Arcand, 1991). Se produjeron las primeras fotografías eróticas y revistas pornográficas, aunque, como venimos señalando, a menudo se mantenían en la clandestinidad debido a las restricciones legales y sociales.

    A finales del siglo XIX y a principios del XX, el cine emergió como una nueva forma de entretenimiento, y no pasó mucho tiempo antes de que se utilizara para


    producir y proyectar películas pornográficas (Arcand, 1991). Esta incursión del cine en el terreno de la pornografía se plasmó en películas y cortometrajes de contenido sexual explícito que se proyectaban en privado y de manera clandestina. Aunque estas proyecciones eran privadas y generalmente ilegales, proporcionaron una experiencia más inmersiva para los espectadores. Sin embargo, las restricciones legales en muchos países continuaron dificultando su distribución y acceso público. Esto comenzó a transformarse en las décadas de 1960 y 1970, que fueron testigo de una revolución sexual y un cambio cultural significativo (Gubern, 2005; McNair, 2004). A nivel social, la pornografía comenzó a ganar más aceptación y se volvió más accesible a través de revistas y películas de súper 8 para uso hogareño3. A principios de la década de 1980, la popularización del formato VHS provocó otro cambio significativo en los modos de producción y distribución de la pornografía ya que llevó a las películas pornográficas del fílmico a los cassettes de video (Arcand, 1991). Esto significó un antes y un después en la industria pornográfica. Crecieron la accesibilidad y rentabilidad, y su paso, casi sin retorno, de las salas de cine especializadas en la comodidad y privacidad de los hogares. Nuevamente, de la esfera pública, a la colección secreta. Se redujeron, entonces, los costos de producción, permitiendo que la pornografía se comercializara en circuitos más amplios, como en tiendas especializadas y videoclubes4. Luego, los DVD reemplazaron gradualmente a las cintas VHS, lo que permitió una mejor calidad

    de imagen y sonido.

    La llegada de Internet a fines de la década de 1990 marcó otro punto de inflexión en la industria de la pornografía. Las películas pasaron del reproductor de VHS o DVD de la televisión familiar, a la computadora, y luego, a las pantallas de cada uno de los teléfonos celulares, ampliando de manera considerable tanto la accesibilidad como la privacidad. Asimismo, la transmisión vía banda ancha y la creación de sitios especializados, han posibilitado la multiplicación y el tráfico de contenidos sexualmente explícitos.

    Al principio, las grandes productoras fueron trasladando sus materiales a sitios web pagos, como un método de promoción y venta. Empezaron con “galerías” de sus actores y actrices, anuncios sobre nuevas producciones, noticias, foros para fans y sistemas de compra para adquirir los DVD ‘s (Barba y Montes, 2007). La pornografía se convirtió en uno de los contenidos más buscados en la web, y la disponibilidad en línea de videos y sitios web pornográficos se disparó. El crecimiento exponencial de la demanda, vino acompañado de un gran aumento en la oferta. Sin embargo, esto


  3. En algunas ciudades de Estados Unidos, se habilitaron salas de proyección individual del género hardcore.


  4. El videoclub “Video VHS”, ubicado en el barrio de Villa Urquiza de la Ciudad de Buenos Aires, llegó a abrir un local especializado en el alquiler de contenido pornográfico, pero tras la crisis económica del 2001, debieron cerrar las puertas (Todo Noticias, 2022).


    no necesariamente implicó una mayor rentabilidad de la industria, ya que apareció otro de los grandes desafíos que enfrenta la industria pornográfica en este tiempo: la gratuidad de los contenidos. Es decir, las personas ahora son capaces de acceder fácilmente a contenidos pornográficos en sus hogares, al instante, y de manera gratuita. Como resultado de este cambio de paradigma, los estudios profesionales experimentaron una reducción de las ventas de sus productos provenientes y ganó preeminencia la “cultura del pirateo”.

    Si nos referimos a las ganancias de la industria XXX, las estadísticas demuestran que éstas decayeron a la mitad debido a la proliferación de sitios gratuitos de internet, de copias piratas y de material amateur (Azar, 2014). El cambio en las tecnologías y el fácil acceso de los usuarios a material pornográfico, ha llevado a que la industria del mainstream tal como se la conocía hasta el momento, se haya ido modificando. El amateurismo de las producciones que suben contenido a la web, y nuevas plataformas, obligan necesariamente a las compañías productoras a replantearse una baja del presupuesto en las realizaciones y a su vez, migrando hacia otras formas de distribución y comercialización de su material, como sus propias plataformas web oficiales (Pornhub, Redtube) o plataformas de interacción con modelos (Onlyfans, StripChat, etc). Asimismo, se logró una mayor profesionalización en la producción de material pornográfico gracias a la tecnología digital. Las cámaras de alta calidad y su postproducción permitieron mejorar la calidad de los productos. Con el avance de la realidad virtual (VR) y la realidad aumentada, la pornografía ha dado un paso más hacia la inmersión total. Se crearon Nuevos estudios e industrias comenzaron a trabajar alrededor de este formato. De todas formas, este universo se está poniendo en jaque por el veloz desarrollo de la inteligencia artificial, que promete, y viene haciendo, videos hechos a gusto de lxs consumidorxs.

    Estos avances tecnológicos -a su vez- democratizaron las herramientas de producción y la producción del porno ya no es algo exclusivo de los estudios especializados. Se experimenta la emergencia de productoras independientes y aficionadxs que - con o sin voluntad de obtener ganancias por sus producciones- distribuyen a través de la internet sus contenidos pornográficos. En el entorno digital, se pueden encontrar producciones amateurs, caseras o que responden a la cultura del Do It YouSelf (DIY)5. Esto habilita a que cualquier persona que tenga acceso a algún medio de grabación, a Internet y alguna plataforma pueda crear y distribuir sus propios videos.

    Enesecontextodeferozcompetencia, comienzanaaparecerlasprimerastubes, que


  5. El concepto DIY las metodologías de producción autogestivas de la cultura punk en donde se busca que los sujetos puedan crear contenidos alternativos y generar otros canales de circulación alternativos de bienes culturales al margen de las industrias ya insertas en el sistema capitalista.


    son aquellas páginas web que distribuyen vídeos, audios e imágenes pornográficas de manera gratuita. Estos sitios terminaron de dinamitar los paradigmas de la industria tal como se conocía. Cualquier persona podía acceder y cualquiera podía subir su contenido. Según los informes de la compañía Pornhub, una de las tubes líderes, por día entran al sitio en promedio, 120 millones de personas de todas partes del mundo (Pornhub Insights, 2020). En 2023, Argentina estuvo entre los 20 países que más consumen contenido pornográfico en esta plataforma, y el tercero a nivel mundial en proporción de visitantes mujeres (Pornhub Insights, 2023). Con la democratización y gratuidad en la producción y distribución del contenido, la mayor parte de las ganancias millonarias de estos sitios ya no proviene de la comercialización de las producciones, sino de las publicidades que rodean a los videos y del tráfico de los datos referidos al consumo y uso de los usuarios.

    El nuevo paradigma del porno en el entorno digital también trajo como consecuencia el despliegue de las pequeñas productoras y de trabajadorxs autónomxs dedicados a la producción de contenidos sexualmente explícitos online. La democratización de los medios de producción y distribución jugó un papel fundamental y sumamente necesario para habilitar las condiciones de existencia de estos nuevos actores. La creación de contenido sexualmente explícito se volvió sumamente vasta y enriquecida, sobre todo con la aparición de las redes sociales y las plataformas de interacción entre lxs trabajadorxs y sus consumidores. En términos de las condiciones laborales, encontramos muchos trabajadorxs que producen de manera autónoma, participando directamente en los programas de creación de contenido de las plataformas, o en el marco de pequeñas productoras y distribuidoras. Como ya dijimos, las plataformas de interacción como Only Fans, Patreon y otras, habilitaron el contacto directo con la audiencia, lo que permitió que lxs creadorxs de contenido pornográfico personalizaran escenas según las preferencias del usuarix y obtuviese ingresos directamente de sus seguidores. Esta proliferación de sitios permitió el crecimiento del material pornográfico en distintos soportes: audio, video, ilustración, pintura, streaming, literatura. Además, favoreció la visibilidad de una gran variedad de géneros, prácticas, narraciones, roles, fetiches y fantasías. En 2018 se inauguró Modelhub, la plataforma propia de Pornhub para que lxs trabajadorxs suban sus videos de manera monetizada y protegida, pero con un alcance y una exposición que hasta ese momento había sido inédita, brindada por los millones de usuarios que visitan la página. A su vez, esto vino acompañado de la eliminación masiva de videos que no fueran subidos por usuarios verificados. Estas eran demandas históricas de lxs trabajadorxs que, por primera vez en la historia, tenían un servicio concreto para monetizar el contenido dentro de una de las páginas más visitadas en el mundo. Ya mencionamos que las tubes aparecieron como una vía rentable para promocionar y distribuir su contenido. Sin embargo, al igual que ocurrió con los grandes estudios, lxs trabajadorxs


    tuvieron que enfrentarse a los problemas de piratería, la distribución gratuita de su propio contenido, la utilización de clips fuera de contexto o la comercialización de sus películas. Esto sucedía aun cuando ellxs hubieran decidido no mostrarse más en el ámbito pornográfico, debido a la cesión de derechos de imagen y el claro fin comercial de la producción. Las transformaciones que afectaron a los grandes estudios lo hicieron de manera más profunda en las pequeñas productoras y trabajadorxs independientes, que cuentan con menos herramientas para afrontar estos cambios. Hacia el final del artículo, volveremos sobre estos aspectos para repensar las condiciones actuales del trabajo en esta industria para el caso de Argentina.


    El lugar de las mujeres y disidencias en el porno

    Es imposible pensar el desarrollo de la industria pornográfica sin reconocer el papel fundamental que tuvieron los debates y disputas ideológicas planteados por los movimientos feministas. Durante la década de 1980 y en el contexto de los feminismos de los Estados Unidos, se dieron fuertes debates en el movimiento feminista respecto a la sexualidad (y la pornografía, en particular) que decantó en dos posturas: el feminismo antipornografía y el feminismo pro-sexo o anticensura

    / “sex-positive” (Duggan y Hunter, 1995; Osborne, 2015). El primero consideraba a la pornografía como la expresión más explícita del patriarcado y la violencia hacia las mujeres y -por lo tanto- les resultaba inadmisible (Dworkin, 1981; MacKinnon, 1987). El segundo resaltó la necesidad de complejizar la dimensión de la sexualidad como vector de opresión, y abogaba por la necesidad de reivindicar el placer sexual como una política feminista. Además, reflexionaba sobre las formas de representación, y buscaba apropiarse de esas herramientas para producir otros sentidos posibles (Vance, 1989).

    Como afirma Preciado (2008b) para la década de los ´80 del siglo XX “se produce un nuevo tipo de espacio y una nueva experiencia visual que reclama la “creación de un público”. Es decir que el porno “sale” de los clubes masculinos o los espacios de prostitución y se encuentra con la mirada “femenina”. En el contexto estadounidense, un grupo de intérpretes pornográficas (Annie Sprinkle, Veronica Vera, Candida Royalle, Gloria Leonard y Veronica Hart) formaron en Nueva York el Club 90, el primer grupo de apoyo mutuo donde se cuestionaba la posibilidad de pensar otro porno (Taorimino, Parreñas Shimizu, Penley, Miller-Young, 2016). Luego, en 1984, Candida Royalle crea la productora “Femme Productions” con la intención de generar un nuevo subgénero dentro del porno. En la ciudad de San Francisco, Myrna Elana, Deborah Sundahl, Nan Kinney y Susie Bright cofundaron “On Our Backs”, la primera revista pornográfica hecha por y para lesbianas. Al año siguiente, en 1985, Kinney y Sundahl crearon “Fatale Video” para producir y distribuir películas lésbicas (Taorimino, Parreñas Shimizu, Penley, Miller-b Young,


    2016). En la década del 90, grandes empresas como Vivid Entertainment, Adam and Eve o Evil Angel Productions comenzaron a armar su propia línea de “porno para parejas”. Hacia los 2000, las mujeres creadoras de contenido para adultos se mudaron también a la administración de plataformas virtuales con contenido específico, suscripciones y blogs, destacando las producciones de Maria Beatty, Estelle Joseph, Erika Lust y Petra Joy.

    Estas experiencias pioneras son antecedentes claves para comprender lo que, en la actualidad, se nombra como porno feminista. En el contexto de los Estados Unidos, se considera que éste es un movimiento de crítica del porno mainstream, que se apropia de las estrategias y recursos de la pornografía, pero que a su vez propone “disputar y complicar las representaciones dominantes” (Taorimino, Parreñas Shimizu, Penley, Miller-Young, 2016:10). El porno feminista se configuró como un movimiento amplio conformado por intérpretes que pasaron a dirigir films, productores independientes queer, trabajadorxs sexuales politizadxs, académicxs curiosxs, educadores sexuales y bloguerxs del porno. Busca incluir nuevos paradigmas que rompieran las estructuras y representaciones de las diferentes identidades de géneros, clases, orígenes étnicos, sexualidades, corporalidades, capacidades, etc. A partir de imaginar otra audiencia (y otro consumo), o bien, imaginar otro porno, lograron pensar de forma distinta el campo de la producción pornográfica, no sólo en términos de mejorar las condiciones laborales de lxs intérpretes/trabajadorxs sexuales (buscando crear entornos de trabajo justos, seguros, éticos y consensuados) sino en entender la representación del sexo como un espacio de intervención y transformación política.

    Como correlato del despliegue del porno feminista dentro de la industria porno en el contexto anglosajón, hacia la primera década del siglo XXI surgió la pospornografía/posporno. Nacido en el contexto español y al calor de los activismos transfeministas, las prácticas y producciones buscan crear otras representaciones y experiencias de la sexualidad de forma autogestiva y al margen de la industria (Sentamans, 2013; Egaña, 2017; Smiraglia, 2016). Entre lxs referentes del posporno español podemos nombrar a Post Op, Girls who like porno, Diana Pornoterrorista, Go Fist Fundation, Quimera Rosa, entre otrxs. En América Latina algunxs artistas y activistas comenzaron a producir videos, performances, talleres y otras prácticas que recuperaban no solo el concepto de posporno; sino también una apropiación de los modos de producción y circulación marcada por una adecuación a los contextos socioculturales de nuestros países del sur (Milano, 2014)6.


  6. Entre algunxs referentes posporno latinoamericanxs es clave nombrar a Nadia Granados / La Fulminante (Colombia), Felipe Ri- vas San Martín (Chile), Eli Neira (Chile), Missogina (Chile), Felipe Leche de Virgen Trimegisto (México), La Bala Rodríguez (México), Colectivo Coiote (Brasil), Frau Diamanda (Perú), Cuerpo Puerco (La Plata-Argentina), Milo Brown (CABA-Argentina) y Asentamiento Fernseh (Córdoba- Argentina).


    Si bien el porno feminista y el posporno han abonado a una ampliación de los contenidos sexualmente explícitos y han colaborado en generar otras lógicas de producción diferentes a las de la industria, aún queda mucho trabajo por hacerse. Por un lado, el porno feminista, se presenta como algo disruptivo, pero, al mismo tiempo, reproduce ciertos estereotipos para el deseo heterosexual de las mujeres: ideas de suavidad, ternura, amor o sexo en pareja, al romance. Por otra parte, el posporno explora eróticas sexo-disidentes y en formas de producción autogestivas que los dejan al margen de la industria XXX. Esto hace que sus contenidos no tengan una circulación muy amplia y su alcance quede restringido - en ocasiones- a los espacios activistas y a la circulación entre pares (Milano, 2020).


    XXX en Argentina: entre la proto-industria y los proyectos independientes

    Los orígenes del cine pornográfico en Argentina se remontan al año 1907 cuando se filmó El Satario, un breve stag movie7 que se registró en la ribera del Río de la Plata y -según diversas fuentes- fue la primera película pornográfica del cine (Panessi, 2015). Además, se afirma que nuestro país fue, a principios del siglo XX, un centro neurálgico en la elaboración de films pornográficos que pudo sortear la clandestinidad en la época silente del cine (Cuarterolo, 2015). Durante gran parte del siglo XX, la producción pornográfica local vivió los embates de la censura y la clandestinidad, tanto en los períodos democráticos como autoritarios. Por ello, es que se puede hablar de una producción más estable recién a partir de la década de 1980, con el retorno democrático y el destape en el ámbito cultural8.

    Para ahondar en la producción pornográfica argentina, tenemos que comenzar por hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, se trata de una actividad que abastece al mercado interno, pero que también exporta a Estados Unidos, América Latina y países hispano-parlantes. Y que, principalmente, se realiza con muy bajo presupuesto. En palabras de Hernán Panessi, autor del libro “Porno Argento:


    “[…] el cine pornográfico argentino muestra una austeridad signada por las producciones de bajo presupuesto. Aquella austeridad se extiende a los lugares donde se desarrolla la acción: la falta de recursos económicos es un desafío constante para los realizadores locales. Y, por momentos, incluso, la austeridad se transforma en un guiño empático: el porno funciona por identificación.” (2015:54).


  7. El término Stag Movie se refiere a videos eróticos breves hechos casi exclusivamente para el consumo masculino, en las salas de fumadores de finales del siglo XIX y principios del XX.


  8. Para profundizar en la historia del porno en Argentina, se recomienda ver el documental Audaz se eleva (Dir.: Leiva y Torres Negri, Argentina, 2015).


    En segundo lugar, la distribución nacional de los contenidos también comprende ciertas particularidades. Según Cukar y Pasik (2014), el mercado del porno local se mueve formalmente alrededor de Buttman, un reconocido sexshop de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que cuenta con varias sucursales y ventas online a todo el país. De la totalidad de sus productos, la distribución y venta de películas pornográficas representó un margen pequeño dentro de las ganancias, incluso llegó a ser de los productos menos rentables. En paralelo al derrumbe de las productoras y el circuito tradicional de distribución, en los 2000 surgió otro de los grandes actores de la escena pornográfica argentina: Poringa. Este sitio web nació como un desdoblamiento/extensión de la red social argentina Taringa, con el objetivo de mantener los foros del sitio “limpios” de contenido pornográfico, que antes se agrupaban bajo una categoría de foro llamada “No Apto”. Dentro del sitio, funcionan los foros donde se puede acceder a una infinidad de material pornográfico de manera gratuita y colaborativa, ya que son los mismos usuarios (de manera análoga a una tube) los que aportan el contenido. Cada usuario se registra con un nombre de fantasía y tiene la posibilidad de subir materiales (algo esencial para sumar “puntos” y ascender en la escala que rankea a los colaboradores “top”), así como también de observar, descargar y comentar los contenidos de otros usuarios (Cremonte, 2009). Desde el inicio Poringa funciona como un medio de proliferación de la pornografía amateur; allí muchos usuarios crean, proponen e intercambian sus propios contenidos pornográficos a través de distintos medios. A su vez, también brinda una herramienta de promoción para lxs trabajadorxs autonómxs que los acerca a la comunidad argentina y latinoamericana. La importancia y relevancia del sitio pornográfico es tal que, si bien este año se anunció el cierre definitivo de Taringa, Poringa continúa existiendo.

    Considerando las características y alcances de la producción local, se podría decir que el cine pornográfico argentino no puede considerarse una industria, sino una “proto-industria” cuyos circuitos de producción, comercialización y distribución en el ámbito nacional no tienen la escala de producción XXX norteamericana y/o europea. Según Pannessi (2015), el porno argentino no puede ser considerado una industria por su manufacturación para el mercado local, la falta de recursos económicos que crean la austeridad como marca de estilo y la falta de patrones de creación que impide el establecimiento de “géneros” específicos. Esta caracterización también se hizo presente entre los directores más renombrados del porno local. Por un lado, César Jones, responsable de la productora LPsexxx desde 2000 y uno de los directores más renombrados del cine pornográfico argentino actual, planteó que en Argentina más que una industria, lo que existe es una “protoindustria” (Cukar y Pasik, 2014:40). Por el otro, Victor Maytland, quien llegó a filmar más de 150 películas de contenido explícito, ubicó el auge de la pornografía argentina en el año 2007, y tras eso, un derrumbe generalizado de la industria (Cukar y Pasik,


    2014). Se puede inferir, entonces, que la producción local no ha vuelto a crecer desde entonces y que esto se debe a la competencia y despliegue tecnológico del mercado pornográfico internacional.

    Como correlato a esta “protoindustria” local, en la última década se ha experimentado un despliegue de las producciones pornográficas independientes; por un lado, de la mano de lxs trabajadores sexuales autónomxs y por el otro, de productoras de contenidos sexualmente explícitos. En Argentina esto pudo verse reflejado en la multiplicidad de eventos culturales (festivales, jornadas, muestras) dedicados a la pospornografía o pornografías críticas/queer/disidentes/ transfeministas, y que proliferaron especialmente entre 2011-2018 en las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Mendoza, y Neuquén (Milano, 2020). Estos eventos fueron claves no sólo para la circulación de materiales pornográficos fuera de la industria, sino como espacios de socialización para aquellas personas sexo-disidentes interesadas en desplegar sus experiencias eróticas entre pares y de forma segura9. Si bien las iniciativas de posporno ya vienen abriendo caminos hace algunos años en nuestro país, en este último tiempo ha crecido considerablemente la producción de contenidos XXX autogestivos, éticos, transfeministas y artísticos10. A su vez, en los últimos diez años proliferaron eventos autogestivos e independientes en las grandes ciudades de nuestro país que proponen la proyección pública y colectiva de material pornográfico, pospornográfico y/o porno feminista (Milano, 2020). Estos eventos propusieron una nueva relación con el material pornográfico en una era donde, como señalamos anteriormente, reina la intimidad, la sobre accesibilidad y disponibilidad del material y la gratuidad. Siguiendo lo que postula Preciado (2008a), entendemos que históricamente la pornografía no fue contemplada como un producto “digno” de la industria cinematográfica, sino más bien como “basura cultural”, la herramienta de representación más baja y “chabacana”, pues como indica el autor, su “única función es y debería ser la masturbación acrítica” (2008a:43). Estas proyecciones desplegaron algunos mecanismos sumamente interesantes, y que desafían estos sentidos. Por un lado, el archivo pornográfico ocupa nuevos espacios, que no son la intimidad del hogar, pero tampoco la vía pública, como sí muchas veces se lo proponen las


  9. Como parte de estos eventos podemos nombrar: Festival PORno porSi (CABA, 2011); El deleite de los cuerpos (Córdoba, 2011- 2018); Poetas en la cucha (Neuquén, 2011-2012); Muestra de Arte Pospornográfico (CABA/La Plata, 2012-2014); Del porno venimos, al porno vamos (Mendoza, 2013-2014); Festival Domingas Prrrn (CABA, 2015).


  10. Entre algunxs de lxs referentes actuales se encuentran lxs activistas Cherry Vecchio, Juan Ejemplx y María Riot; la productora ERECTA de Natalia Nobile y Bianca Temperini de Villa Luzuriaga; la realizadora Nair Gramajo que -desde su proyecto Producciones Invertidas- produce contenidos desde la Patagonia; Hedonistas, la productora de videos pornográficos y eróticos con perspectiva de género, de las jóvenes realizadoras Iris Kaufman y Maité Gorostordoy; la productora Diana Perfume de las directoras Ana Vo- lonté, Carla Ariu y Valeria Navarro; el realizador Julián Merlo, director de contenidos eróticos para adultos; entre otrxs.


    producciones pospornográficas. Estos aparecen en un limbo -no es el cine XXX tradicional- suelen ser espacios, festivales y eventos culturales, que, si bien son de acceso al público, solo son habitados por ciertos sectores sociales. Al trasladar el material de la intimidad al ámbito de lo público, se busca generar una nueva forma de experimentación donde la marca de la espacialidad y la índole de lo colectivo está puesta en primer plano. Por otro lado, se destaca el trastocamiento definitivo de la concepción en cuanto a que el único fin de la pornografía es el de provocar la excitación sexual (Williams, 1991). Estos eventos proponen que el porno sea visto y reivindicado, como una pieza audiovisual artística/política y digna de proyección, lo que podría llegar a marcar un cambio de época.

    Otra de las aristas a tener en cuenta, son las experiencias de lxs trabajadorxs sexuales autónomxs, en especial aquellos que producen contenidos online. Los avances tecnológicos, produjeron una democratización de los medios de producción, y abrieron nuevas puertas, como las redes sociales y las plataformas de streaming, que permitieron la expansión y la producción pornográfica autónoma. A la par de haber ganado visibilidad, alcance a sus audiencias y capacidad de interacción; lxs trabajadorxs han encontrado dos grandes problemas, la exposición del cuerpo y la merced a la tiranía de las plataformas. Por un lado, es prácticamente imposible eliminar los contenidos sexualmente explícitos una vez que han sido subidos a Internet, especialmente en el caso de las tubes. Si bien Pornhub incorporó nuevas metodologías para regular qué usuarios tienen permitido subir contenido a la plataforma, la distribución ilícita de los materiales sigue siendo una realidad. Por otro lado, lxs trabajadorxs están a merced de las regulaciones anti-porno que, actualmente, rigen en las plataformas online11. La mayoría de las plataformas operan a nivel internacional y se rigen por el último cambio de paradigma a nivel legal que se dió en 2018 cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ratificó las leyes FOSTA (Allow States and Victims to Fight Online Sex Trafficking Act) y SESTA (Stop Enabling Sex Traffickers Act), con el objetivo de combatir la trata de personas con fines de explotación sexual y su oferta en Internet. La ley plantea una pena de 10 años para quien promueva o facilite “a sabiendas” la prostitución de otra persona, y modifica el artículo 230 de la “Communications Act” (1934), que hacía inmunes a los proveedores de servicios (“interactive computer services”) a ser castigados por la ley, por contenidos que habían subido sus usuarios (aunque el contenido en sí, sí estuviera fuera de la ley). FOSTA/SESTA deja


  11. Es importante aclarar que en Argentina no existe regulación que prohíba ni que regule el trabajo sexual autónomo. En cuanto a la pornografía, la situación es similar. Tenemos como único marco regulatorio la modificación del artículo 128 del Código Penal, sancionada en 2018, que pena la producción, divulgación, distribución o posesión de toda “representación” de un menor dedicado a actividades sexuales explícitas; así como también pena a toda persona que facilite el acceso a espectáculos pornográficos o sumi- nistre material pornográfico a menores de catorce años.


    esto sin efecto, permitiendo la pena en casos de tráfico sexual. Al ser ratificada la ley, las plataformas modificaron sus reglas de uso, buscando limitar al máximo o incluso prohibir todo contenido pornográfico, ya que esto podía llegar a significar un riesgo de caso de tráfico sexual. En términos de marco legal, la ley FOSTA/ SESTA no distingue entre tráfico sexual y trabajo sexual. Por ejemplo, en el caso de Pornhub esto produjo que perdiera la capacidad de procesar los pagos de tarjetas de crédito, ya que las empresas se negaban a facturar la compra de contenido pornográfico, o en otro caso análogo, la plataforma Only Fans, que se utilizaba casi principalmente para el contenido XXX, anunció que borraría todas las cuentas que contengan materiales pornográficos. Esto puso inmediatamente en riesgo las ganancias de lxs trabajadorxs, que dependían y utilizaban estas páginas para comercializar sus productos. En el caso de Pornhub, esto solo afectó el sistema de compra y venta del contenido pago producido en el marco del programa de creación de contenido, pero no intervino en las ganancias que producen la visualización de los videos gratuitos, que solo benefician a la empresa. Pero esta modificación se extendió a todas las plataformas y redes sociales. Sitios como Instagram, Facebook, Tumblr y Twitter modificaron sus algoritmos para limitar y censurar aún más el contenido, ahora enriquecidos a través de la inteligencia artificial, lo que produjo la baja y suspensión de miles y miles de cuentas por publicar contenido que era considerado “insinuante”. Nuevamente, estos cambios sólo afectan los ingresos y las capacidades de producción de lxs trabajadorxs autónomxs, que dependen de este tipo de plataformas para promocionar su contenido y conectar con su audiencia, y quedan a merced de las reglas de empresas multinacionales y millonarias.

    A diferencia de otros trabajos o servicios otorgados a través de plataformas digitales, las plataformas pornográficas operan a nivel internacional, es decir, atraen a consumidores de todo el mundo y cobran sus servicios en dólares. Esto lo vuelve especialmente atractivo para quienes viven en países con economías devaluadas, ya que pueden producir y comercializar sus contenidos a precios significativamente más altos de lo que podrían hacerlo en sus países de origen. Existe una gran comunidad de trabajadorxs argentinxs operando en estas plataformas al margen del sistema formal y registrado12. Usualmente, los creadores de contenido tienen presencia en varias plataformas que ofrecen distintos servicios y modalidades, y a su vez, se van retroalimentando. Esta práctica les da la posibilidad de expandir y aprovechar la competencia entre plataformas, pero también nace de la necesidad de protegerse ante las normas, restricciones y porcentajes de comisión que


  12. Debido a la informalidad de la estructura laboral, la estigmatización de la actividad y las trabas legales que regulan el trabajo sexual online, no existen datos o registros precisos respecto a la cantidad de trabajadorxs sexuales virtual en Argentina. Desde la pandemia, el sindicato de Trabajadorxs Sexuales de Argentina (Ammar) realiza encuentros regulares entre trabajadorxs virtuales para compartir inquietudes y estrategias de cuidado en el entorno digital.


imponen los sitios. La vulnerabilidad en el cobro del salario generado es otra de las grandes problemáticas que aquejan a lxs trabajadorxs, especialmente en Argentina. Las plataformas operan a nivel internacional con prácticas que la legislación actual no contempla. A esto se suman las normas que regulan -o no, en Argentina- el trabajo sexual. Ambos factores afectan a lxs trabajadorxs porque

- aunque tengan la intención de gravar e ingresar de manera legal sus ingresos- sólo pueden hacerlo bajo categorías restrictivas y/o que no expresan realmente los servicios que ofrecen. A su vez, deben articular y gestionar sus cobros a través de distintos mecanismos, como bancos o billeteras virtuales, para poder disponer de sus ingresos, ya sea en pesos argentinos o en dólares. Más allá de los vericuetos legales y las discusiones morales, es una industria que existe y que –de la mano de las transformaciones tecnológicas y la situación económica de los países del sur global- aparece cada vez más en el imaginario social como una salida laboral posible y altamente rentable.


Conclusiones

En este artículo nos preguntamos acerca de cómo se ha transformado la industria pornográfica a lo largo del siglo XX y XXI. La pornografía ha evolucionado a lo largo de la historia, moldeada por los avances tecnológicos en las formas de producción, reproducción y distribución. Desde la impresión y el cine hasta Internet, dispositivos móviles y realidad virtual, cada paso ha llevado a cambios significativos en la industria y en la forma en que las personas consumen y acceden al contenido pornográfico en la actualidad. Por su parte, los debates e intervenciones feministas han transformado considerablemente la industria de la pornografía. Desde posicionamientos diferentes, los feminismos han aportado a la discusión pública acerca de los contenidos sexualmente explícitos, su vínculo con la violencia sexual y la posibilidad de que la pornografía sea un espacio de placer para mujeres y disidencias. Asimismo, las experiencias del porno feminista, porno queer y posporno permitieron ampliar el horizonte pornográfico a nuevas eróticas, narrativas y públicos; dentro o en los márgenes de la industria.

El panorama de la producción pornográfica en Argentina no ha sido ajeno a estas transformaciones tecnológicas y socio-culturales. Se habla de una “proto- industria” que provee de contenidos sexualmente explícitos a buena parte del mercado regional e internacional, pero que no tiene el alcance de las industrias norteamericanas y europeas. Como correlato, en el panorama nacional han surgido productoras independientes, eventos culturales y espacios de encuentro en torno a la pornografía. Estas experiencias más contemporáneas permiten advertir un renovado interés en la producción pornográfica nacional, más vinculada a los activismos transfeministas y la producción cultural alternativa.

La pornografía ha cambiado y mucho, sin embargo, sigue siendo un tema


controvertido y complejo en la actualidad. La industria ha enfrentado desafíos éticos como la protección de los derechos de actores y actrices y la lucha contra la explotación y el tráfico sexual. Otro de los temas acuciantes respecto a la pornografía online es el debate en torno a la regulación de los contenidos sexualmente explícitos en el entorno digital, especialmente para proteger a los menores de edad. En paralelo, aparecen las voces de lxs trabajadorxs sexuales virtuales reclamando por sus derechos laborales y las de las productoras independientes queriendo hacerse un lugar propio en un mercado pornográfico globalizado. Como se ve, la actualidad de la industria del porno en el entorno virtual nos invita a considerar varias cuestiones: reglamentación, censura, trabajo, circulación, ganancias, proyectos independientes, nichos de mercado, etc. Desde los aportes de los transfeminismos es que podemos imaginar un horizonte deseable para la industria del porno que permita cuestionar los modos de producción, la ética de trabajo, las audiencias y los contenidos del sexo explícito. Una mirada transfeminista sobre la industria XXX que permita problematizar al porno para ampliar sus sentidos, pero también para discutir cómo mejorar las condiciones en las que esas imágenes del sexo se producen, distribuyen y consumen.


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