TRABAJO Y GÉNERO
Introduction to the dossier “The professions in Argentina from a gender perspective, 19th century to the present”.
Ludmila Scheinkman https://orcid.org/0000-0002-0897-8914
Instituto de Investigaciones de Estudios de Género
Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
Samantha Vaccari https://orcid.org/0009-0006-7735-6293 Facultad de Ciencias Económicas Universidad de Buenos Aires samvaccari@gmail.com
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
¿Qué es lo que hace que un trabajo o profesión sea considerado, o devenga el tiempo, como masculino o femenino? ¿De qué manera la racialización, las migraciones o la clase social operan para que ciertos grupos de personas se concentren en ciertas labores y no en otras? ¿Por qué algunas actividades son consideradas apropiadas o inapropiadas para adultos o para infantes? De modo más amplio, ¿qué es lo que hace que determinada actividad humana sea considerada como un trabajo, una profesión, un acto amoroso o una industria? ¿Qué es lo que determina su mayor o menor valor social? Finalmente, ¿podríamos pensar que las profesiones cristalizan las relaciones de género -etarias, sociales, raciales- existentes o, por el contrario, componen un terreno de disputa?
Distintas disciplinas humanísticas y sociales han indagado en los mundos del trabajo tratando de responder algunas de estas preguntas, bajo el convencimiento de que su respuesta aporta claves para pensar el modo en que se construyen, reproducen y sostienen algunas de las más profundas desigualdades que atraviesan a nuestras sociedades. Sin dudas el mercado laboral no es el único sitio donde estas inequidades se producen y materializan, y las jerarquías raciales, de clase social, etarias y sexogenéricas atraviesan al conjunto la experiencia vital de lxs sujetos (Cosse 2021). Pero en la medida en que el trabajo sigue siendo, para amplias mayorías de la población, la única forma de obtener los recursos para garantizar su subsistencia, constituye un sitio privilegiado para explorar las desigualdades sociales.
Tal vez por ello, cuando desde las inquietudes políticas del feminismo, una multiplicidad de investigadoras inició el vasto campo de investigaciones sobre las mujeres, y a la postre, el amplio universo de los estudios de género, el mundo laboral fue uno de los sitios privilegiados de indagación. Estas investigaciones no solo apuntaron a las inequidades que aquejaban a las trabajadoras en relación a sus pares varones dentro de los sitios de trabajo -brechas salariales y laborales, “pisos pegajosos”, techos y paredes de cristal, discriminación, acoso y violencia, son algunos de los términos que se han empleado para nominarlas-, sino que volvieron la mirada sobre la “esfera íntima”. El ámbito de la reproducción social conlleva una serie de labores que insumen tiempo y esfuerzo y son vitales para la producción, reproducción y el sostenimiento de la vida humana, pero las sociedades capitalistas occidentales les otorgan escaso o nulo valor. Consideradas como “actividades propias de su sexo”, las mujeres -algunas de ellas, pero no solo ellas, como veremos-, devinieron las encargadas de realizar gratuitamente estas tareas en el marco de sus hogares, o de realizarlas por una escasa remuneración en el mercado laboral, a la par que el mundo burgués, cuyo apogeo cultural su ubica en el siglo XIX, dividía el mundo en esferas y restringía a los hombres al mundo público, mientras que constreñía a las mujeres al privado. En suma, aquello que tempranamente fuera denunciado por los movimientos socialistas y feministas,
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como las “dobles tareas”, o la sobrecarga laboral y doméstica que impactaba en la vida y el tiempo de las mujeres, constituye uno de los objetos privilegiados de indagación de los estudios feministas y de género, y uno de sus principales aportes para pensar las inequidades sociales, y las laborales y profesionales en particular. Siguiendo a Pozzio (2012), el campo de los estudios sobre profesiones y el de los estudios de género han tenido, por lo general, escaso diálogo entre ellos. Si partimos de la idea de que los atributos biológicos no determinan nuestras aptitudes profesionales, y aún así, observamos profesiones generizadas, la categoría
«género» -en tanto contruscción histórica y social que otorga determinadas características al sexo femenino y masculino, jerarquizando el segundo sobre el primero (Enríquez Rodríguez, 2001)-, se vuelve útil para comprender las relaciones sociales, entre las que se encuentran las relaciones profesionales1.
La perspectiva de género, lejos remitir exclusivamente a los “estudios de mujeres”, nos permite comprender de qué manera las distintas nociones en torno a lo femenino y lo masculino contribuyen a la formación de identidades profesionales que, a su vez, se encuentran jerarquizadas en el terreno laboral. Así, históricamente las ocupaciones asociadas al trabajo de cuidado, la educación y el empleo doméstico han sido identificadas como “actividades femeninas”, en base a sus atributos naturales, de menor prestigio social y, en consecuencia, peores pagos. Incluso en aquellas actividades donde se supone que prevalecen los principios de objetividad y neutralidad, tales como las profesiones científicas, encontramos actitudes, prácticas, discursos, distinciones, omisiones (intencionales e involuntarias) que refuerzan roles y estereotipos otorgando a varones y mujeres lugares diferenciados no solo en el terreno laboral sino, desde una mirada más amplia, en la historia de la ciencia y de las ideas.
Los estudios de género, a su vez, han propiciado diálogos con otras perspectivas que estudian las diversas estructuras que construyen la desigualdad social en nuestras sociedades. En ese sentido, muchas investigaciones actuales adoptan puntos de vista interseccionales, al “observar la construcción del género y las diferencias, integrar la raza, la etnicidad y los estudios del racismo, (...) tener en cuenta la edad y la generación, la sexualidad, la construcción corporal y la familia, y, en suma, mantener una lectura atenta a las desigualdades” (Scheinkman, 2019: 336).
Así, si los enfoques de género en disciplinas como la economía o la sociología
1 De modo similar, podríamos apuntar que la edad es un concepto con múltiples significados: un marcador cronológico, un conjunto de señales que las sociedades y los individuos utilizan para medir su progreso a lo largo de la vida, una experiencia subjetiva, que pesa en la mente de las personas a medida que crecen y envejecen y se la ha vinculado con ciertas etapas cognitivas, emocionales y fisiológicas del desarrollo y con ciertas formas de comportamiento apropiadas o inapropiadas para personas de ciertas edades (Mintz, 2008, 91).
estudian los modos en que funcionan las inequidades en los mercados profesionales y laborales, o la comunicación indaga en la reproducción discursiva de estereotipos sexogenéricos, raciales o etarios, la historia y la antropología nos muestran cómo aquello que concebimos como “femenino” o “masculino”; de “adultos” o de “menores”, como racializado, de “negros” o “blancos”, muta en el tiempo y entre culturas. Los trabajos incluídos en este dossier abordan distintos temas y problemas. Fueron producidos desde disciplinas diversas como la economía, la historia o la comunicación. Pero más allá de su diversidad, todos ellos ponen en tensión y discuten distintos aspectos de estas problemáticas.
El artículo de Ludmila Scheinkman, «El trabajo infantil no es problema. Cambios y continuidades en el trabajo de las infancias en el siglo XIX argentino», que abre este dossier, explora el trabajo infantil y las nociones en torno a él durante el siglo XIX local. Cruzando las categorías de género, clase social y condición racial con la edad, muestra que tanto aquello que concebimos como trabajo, profesión u oficio, y lo que, por el contrario, entendemos como ayuda o responsabilidades propias del género, la edad o la raza, son constructos sociales históricamente mutables. Si en la actualidad consideramos que trabajo y niñez son -o deberían ser- términos mutuamente incompatibles, a lo largo del siglo XIX, por el contrario, fue considerado deseable y esperable que los niños y las niñas de familias pobres y trabajadoras contribuyeran con sus esfuerzos, tan pronto como pudieran y de acuerdo a sus capacidades, a ganar su sustento y el de sus familias. El tipo de trabajos realizados por las y los menores variaba según la localización -los oficios urbanos eran distintos a los rurales-, el género -las niñas comenzaban a trabajar antes y se concentraban casi exclusivamente en el servicio doméstico y el rubro textil, mientras que los oficios de los niños eran algo más variados- y la condición racial. Esta última implicaba un ingreso más temprano al mundo laboral -factor inversamente proporcional a la escolarización y la alfabetización-, mayor incidencia en el servicio doméstico y condiciones laborales más duras
-casi o ninguna retribución salarial, periodos de servicio más extensos-. De modo general, y según propone la autora, el trabajo de todos los niños y niñas podía considerarse no libre y era apropiado por personas adultas, pero las condiciones laborales y los grados de coacción y violencia a los que estaban expuestos variaban según trabajaran en el marco de o bajo las órdenes de su propia familia, colocados en otras casas de familia para servir o para aprender oficios, en instituciones de reclusión o en condiciones de esclavitud, servidumbre o patronato de libertos e indígenas.
En el artículo titulado «Los maquinistas y foguistas de locomotoras: orgullo, calificación e identidad profesional en la construcción de una masculinidad obrera (Argentina, primeras décadas del siglo XX)», Florencia D’Uva analiza de qué manera los maquinistas y foguistas de locomotoras organizados bajo el gremio
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de La Fraternidad articularon ciertos sentidos e ideas en torno a su oficio forjando una masculinidad específica que se delineó como ideal a alcanzar. A principios del siglo XX, el servicio ferroviario en Argentina demandó un gran volumen de trabajadores que, con diferentes calificaciones, jerarquías, ocupaciones, oficios, edades y nacionalidades resultaron fundamentales para la economía nacional, al ocuparse del transporte de mercancías y pasajeros a lo largo del país. Los maquinistas y foguistas encargados del manejo de las locomotoras ocupaban un lugar importante dentro de la fuerza de trabajo ferroviaria ya que representaban un grupo pequeño y homogéneo de trabajadores calificados con fuerte sentido de la responsabilidad y conscientes de los riesgos de su ocupación. En contraposición con algunas posturas que minimizaban la relevancia de la profesión, la organización gremial emprendió una estrategia de puesta en valor del trabajo de conducción. Para ello, jerarquizaron las tareas que realizaban, los requisitos de formación, el sentido del deber y los sacrificios físicos que demandaba su trabajo, exaltando atributos como la valentía, el coraje y la entrega. A partir de estos elementos, delinearon una masculinidad heroica y respetable que buscó dotar de prestigio a la labor ferroviaria. Como en otros sindicatos, la apelación a la masculinidad, configurada en estos términos, fue empleada para constituirse como organización, disciplinar a sus miembros y comunicar sus reclamos, intereses y demandas.
La exploración de las experiencias laborales de las “bolseras”, las mujeres empleadas en la confección de las bolsas de arpillera necesarias para la exportación de la cosecha de granos durante el modelo agroexportador, es el tema del artículo «Los hilos ¿invisibles? de la historia: trabajo, género y experiencia en las fábricas de bolsas de Ingeniero White (1900-1960)». Allí, Juan Manuel Soria discute las representaciones tradicionales del trabajo portuario como exclusivamente masculino. Recomponiendo las experiencias de trabajo en estas fábricas, atravesadas por divisiones de género y edad, muestra cómo hombres, mujeres y niñas realizaban tareas específicas que permitían fabricar las bolsas. En particular, su investigación se detiene sobre el trabajo femenino en estas fábricas, ya que casi la totalidad de las personas empleadas en las fábricas eran mujeres de distintas edades y, por lo tanto, fueron de vital importancia para el desarrollo económico local y nacional, posibilitando la integración de Bahía Blanca y la región en el mercado mundial. El trabajo con fuentes diversas le permitió observar el proceso laboral desde la propia experiencia de las trabajadoras, discutiendo la invisibilización de esta rama laboral en buena parte de la historiografía disponible sobre el mundo del trabajo portuario en la Argentina. Su investigación muestra que en las fábricas de bolsas no sólo se producían, apilaban y reparaban bolsas, sino que la producción se articulaba en torno a relaciones de clase y género. Las fábricas eran tanto un lugar para la producción como un espacio jerarquizado donde trabajadoras, trabajadores, capataces y empresarios constituyeron relaciones
sociales marcadas por la explotación, la vigilancia, el conflicto y la resistencia abierta y subrepticia, construyendo así relaciones de lucha, pero también amistades y solidaridades proletarias. Al mismo tiempo, las experiencias intra y extra laborales de las obreras -las amistades y familias, amores y compromisos, fiestas, carnavales y kermeses, que muestran usos propios de los espacios laborales y barriales- fueron claves para constituir una comunidad obrera y una cultura de clase en el puerto de Ingeniero White.
Samantha Vaccari, en «“Los factores más débiles y hermosos de la naturaleza”. Mujeres, trabajo y universidad a través de las tesis doctorales de la FCE-UBA (1916- 1947)», explora la participación de las mujeres en la producción de conocimiento económico y, a su vez, como objeto de estudio en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, a partir del análisis de las tesis del Doctorado en Ciencias Económicas entre 1916 y 1947. A lo largo del artículo, el análisis de la participación de las mujeres en el ámbito universitario se ve atravesado por las distintas concepciones en torno al trabajo femenino y la “cuestión de la mujer”, que remite a su participación en la esfera pública. Si bien es cierto que en Argentina no existieron restricciones formales que impidieron el acceso de las mujeres al ámbito universitario, las limitaciones en materia de derechos civiles restringieron, para muchas de ellas, el desarrollo de las profesiones liberales. El ideal maternal, asociado a la identidad femenina y, en general, los roles de género fueron factores determinantes en la construcción de la ciudadanía política argentina y los discursos en torno a ella. Desde la Facultad de Ciencias Económicas, los estudiantes no fueron ajenos a estos debates y aportaron su perspectiva a través de sus propias producciones académicas. El examen de las tesis doctorales permite inferir que las mujeres estuvieron presentes desde los inicios del Doctorado en Ciencias Económicas, a pesar de tratarse de una carrera masculinizada, al igual que se inscribieron en otras disciplinas. A su vez, la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo fue objeto de estudio para algunos tesistas a lo largo de las décadas. En términos generales, los trabajos estudiados aceptan, con resignación, el trabajo asalariado fuera del hogar por motivos de necesidad económica, pero se oponen al trabajo femenino por causas emancipatorias. Algunas de estas investigaciones dialogan con el feminismo de la época justificando la desigualdad de derechos entre varones y mujeres a partir del relevamiento empírico, la elaboración de estadísticas y las interpretaciones socio-históricas.
El trabajo «Explorando la industria del porno. Historia, intervenciones feministas y derivas actuales, en Argentina y el mundo», producido de manera colectiva por el equipo de investigación FILO:CyT «La pornografía desbordada», integrado por Laura Milano, Ricardo Dolina, Vanina García Barzizza, Abril Jordán, María Eugenia Marcet, Mora Rosenzvaig, Pamelo Vázquez y Candela Sánchez Antelo, busca indagar cómo se ha transformado la industria pornográfica a lo largo de los siglos
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y, en partícular, cómo se expresan esos cambios en el contexto argentino. Este artículo tensiona los límites entre aquello que consideramos trabajo, y aquello que asociamos al placer, el ocio y el disfrute, al poner el foco en la industria del porno, siempre dinámica y polémica. Aquí, lxs autorxs encuentran que, en tanto industria audiovisual de la sexualidad, esta se ha visto atravesada por las transformaciones tecnológicas que, junto con las intervenciones feministas, y en tensión con ellas, han dado lugar a nuevas formas de producir, distribuir y consumir contenido sexual. Desde diversas perspectivas, los feminismos han transformando la industria pornográfica, al cuestionar los contenidos sexualmente explícitos y su vínculo con la violencia sexual, y al reivindicar la pornografía como espacio de placer para mujeres y disidencias. La industria local, a pesar de ser considerada una proto- industria, con una escala de producción, comercialización y distribución acotada, no ha sido ajena a estas mutaciones. Aunque signada por la falta de recursos económicos, en la última década se han desarrollado producciones independientes y eventos autogestivos que habilitaron la circulación de materiales al margen de la industria “mainstream”. Al mismo tiempo, estos eventos han generado espacios de socialización para personas sexo-disidentes, promoviendo la creación de espacios seguros en el que la pornografía se constituye como una pieza artística y política, digna de ser proyectada en el espacio público. Esta investigación nos invita a profundizar la mirada en torno a la industria pornográfica, problematizando sus contenidos y ampliando sus sentidos sin perder de vista las condiciones laborales de las personas que la integran.
En conjunto, las investigaciones que integran este dossier son expresivas de la madurez del campo que, desde disciplinas y perspectivas diversas, pone en cuestión al género -entre otros clivajes- como estructurante de inequidades en los mercados laborales y profesionales. Además de propiciar un muy necesario diálogo entre disciplinas sociales y humanas, estos artículos estimulan el debate a la vez que aportan poderosas herramientas para seguir pensando estrategias e intervenciones para revertir las desigualdades existentes.
Mintz, S. (2008). Reflections on Age as a Category of Historical Analysis. The Journal of the History of Childhood and Youth, 1(1), 91–94. https://doi.org/10.1353/ hcy.2008.0003