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Guillamón, Guillermina y Adriana Valobra (Editoras). Imperativos, promesas y desazones: género y modernización en Argentina: 1880-1970. Buenos Aires: Tren en Movimiento, 2022, pp. 290.

por Carla Medina https://orcid.org/0009-0009-1210-8995

Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Argentina Universidad Nacional de Tres de Febrero

Provincia de Buenos Aires

Argentina

medina.carla17@gmail.com


Las editoras reúnen en este libro el resultado de un proyecto colectivo en el cual convergen investigadores e investigadoras bajo un eje en común: el interés por analizar la modernidad/los procesos de modernización en vinculación con la dimensión de género. Algunas de las preguntas que se formulan como punto de partida son ¿Es la modernización la consolidación de las desigualdades de género o el quiebre de las mismas? ¿Refuerza la opresión o contribuye a la liberación y a la autonomía de sujetos? ¿Cómo repercute la enseñanza de estos contenidos en los espacios de formación docentes y en nuestras aulas? La búsqueda de respuestas caracteriza la trama de los capítulos más que la llegada a respuestas certeras.

El libro está dividido en cuatro partes que abordan y problematizan dimensiones específicas del cruce entre modernidad y género. La primera parte, titulada “Conceptualizaciones, debates y apuestas para pensar la modernidad” es inaugurada por Guillermo de Martinelli en “La herejía de pensar la historia: modernidad y género en Peter Gay y Jacques Le Goff”. El objetivo del autor es compararlos para indagar cómo y hasta dónde las definiciones planteadas


introducen y problematizan el concepto de género. En estas obras fundantes, las temáticas de género no ocuparon un rol relevante para pensar la modernidad, por ello es importante consignar lo no dicho (p. 42), como lo es la mujer moderna. La finalidad del autor es observar aquellos aspectos que no fueron enfocados para pensar en términos propositivos la dimensión de género articulada.

En “Utopía y modernidad”, Santiago Lamboglia recorre el concepto de modernidad en los utopistas Saint Simon, Robert Owen y Charles Fourier. Así, en diálogo con la propuesta del libro, Lamboglia muestra que en los diseños utópicos las mujeres no tendrían más razones para someterse a los varones a cambio de subsistencia y no habría argumentos materiales para ejercitar el dominio sexual (p. 47). Es interesante el estudio del potencial utópico ya que permite asumir una actitud crítica de la realidad y, según el autor, deben observarse como esfuerzos intelectuales por construir mejores condiciones de vida y posibilidades de desarrollo, catalogadas como la valentía por pensar y buscar romper los límites de lo posible y lo existente. Viviana Pappier y Milagros Rocha dan cierre a esta primera parte del libro con “Entre herencias y rupturas: nuevos sujetos en propuestas pedagógicas de la escuela secundaria”. En este caso, la investigación se hace en base a las experiencias en el marco de la cátedra “Planificación didáctica y prácticas de la enseñanza de la Historia” de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Las autoras señalan la inclusión de las mujeres como sujetos históricos en las propuestas didácticas como también la inquietud y preocupación por la incorporación de la categoría de género como eje transversal a la planificación. La escuela, como institución de la modernidad por excelencia, erigió al sujeto varón -blanco, heterosexual, padre y profesional- como protagonista del pasado. Pappier y Rocha consideran que tanto la Historia de las mujeres, como la perspectiva de género y la Ley de Educación Sexual Integral conforman piezas claves para la descolonización del currículum ya que complejizan y desafían la enseñanza de la historia. De esta manera, afirman, la epistemología feminista y su pedagogía trae aspectos necesarios al pensamiento crítico que supone a las

Ciencias Sociales y su enseñanza (p. 87).

La segunda parte, “Promesas que nunca llegan: lo posible y lo inadmisible en la modernidad”, contiene un conjunto de trabajos que analizan las búsquedas y los proyectos en torno a tres aspectos: la cultura, inquietudes de época y el anti belicismo. El apartado lo inaugura Guillermina Guillamón, quien nos introduce en el estudio de la modernidad en el circuito artístico porteño del siglo XIX, desde 1820 a 1860. En “Una cultura periférica. La modernidad como anhelo y padecimiento en el circuito artístico porteño del siglo XIX”, la autora muestra cómo la modernidad cultural de la ciudad de Buenos Aires, ciudad símbolo de civilidad y cultura, comienza antes de la construcción del Estado moderno en 1880. Los imaginarios de progreso y prosperidad conforman parámetros que ese espacio utilizará más

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adelante cuando se constituya en centro cultural y político del país. Este trabajo nos sirve para complejizar las cronologías utilizadas tradicionalmente para el estudio de la modernidad, como también el enriquecimiento de la misma a través del abordaje de prácticas y experiencias culturales.

Adriana Valobra y Nadia Ledesma Prieto se encargan de estudiar a la modernidad y los derechos femeninos a través del análisis sistemático de la columna de Sara Papier denominada “La Voz de la Mujer Argentina”, publicada en la revista Cultura Sexual y Física (1937-1941) de la editorial Claridad. El eje del análisis está basado en las inquietudes que allí manifestaban las mujeres entrevistadas sobre el reclamo y la defensa de los derechos civiles y políticos femeninos durante los años treinta. El objetivo de estas entrevistas era una pedagogía sobre el tema a la vez que una expresividad de los malestares en el plano público. En este sentido, las entrevistadas exhalan un sentido de modernidad a partir de sentirse parte de un proceso de transformación que permitirá una ruptura con el pasado y la continuidad de imposiciones atávicas.

Gisela Manzoni, en “Fusiles de la patria y libros de la paz. La apuesta antibélica en Argentina durante la guerra del Chaco”, indaga las acciones realizadas por nuestro país durante ese contexto. La autora muestra cómo se le otorgó un rol primordial a la educación que, mediante la literatura antibélica, tenía la función de enseñar y prevenir los horrores de la guerra. En dichos escritos, las mujeres cobraron protagonismo como víctimas de la guerra, en particular, cuando sufren la pérdida de un familiar directo. Además, la autora presenta las propuestas del Estado argentino y otros países y las compara con las que habían establecido las distintas ediciones del Congreso Femenino Internacional de 1910 y 1928; las cuales afirmaban que la educación era la mejor política para enfrentar el odio entre los pueblos y las guerras entre ellos (p. 139). En conclusión, tanto la guerra como la educación son aspectos que caracterizan a la modernidad. En este sentido, los Estados modernos americanos colocaron al sistema educativo como herramienta principal para evitar la guerra y situaron a las mujeres madres como base de acción educativa.

La tercera parte del libro, “Experiencias de la modernidad: mujeres que empujan los límites”, comienza con “Fanny Edelman: la mujer nueva en la lucha comunista antifascista”, capítulo el que Saúl Casas, a través de su biografía, busca conocer los cambios y las transformaciones políticas y sociales de una época. El autor hace hincapié en la vida de Edelman durante el periodo de entreguerras, en donde la protagonista participó de la Guerra Civil Española, siendo partícipe de las actividades realizadas por el Partido Comunista Argentino y, posteriormente, en la segunda guerra mundial. En este contexto de lucha antifascista, se observa la definición de un nuevo ideal femenino que se desarrollará hacia la defensa de sus derechos y por el fin de su situación de opresión.


Graciela Queirolo y Rosario Gómez Molla estudian las profesiones y los derroteros salariales haciendo análisis de dos casos: las empleadas administrativas en la ciudad de Buenos Aires, entre 1920 y 1950 y las escribanas en la ciudad de La Plata, entre 1950 y 1970, en “Profesiones y profesionales: definiciones conceptuales y estudios de caso (Argentina, siglo XX)”. Dentro del proceso de modernización capitalista, estas profesiones fueron posibles gracias a la expansión del sistema educativo formal, pero, tal como señalan las autoras, para las mujeres no bastaba el mérito, y ello se observa en los réditos y las posiciones alcanzadas en relación con los varones.

Mujeres que empujan los límites es lo que aborda Mariana Smaldone en “María Rosa Oliver y Victoria Ocampo: (Des)encuentros en torno a la figura y la obra de Simone de Beauvoir (1940-1970)”. La autora nos demuestra que, desde los márgenes del proceso de modernización, ambas produjeron grietas en el ámbito social e intelectual de la época, caracterizado por un protagonismo hegemónico por parte de los varones. Ellas compartieron la posición antibelicista y antifascista, como también las ideas y la acción por los derechos femeninos; sin embargo, tuvieron desencuentros al momento de trabajar con los conceptos beauvorianos y resignificarlos en su propia producción.

El último apartado de este libro, “Masculinidades y feminidades en proyectos políticos modernizadores”, cuenta con tres capítulos. Uno de ellos, de María Teresa Terzagui, “Tensiones sufragistas en los años fundacionales del Partido Socialista Argentino”, realiza un recorrido por diferentes voces femeninas socialistas como Alicia Moreau, Sara Justo, Fenia Chertkoff y Raquel Messina. El sufragio con igualdad de género era uno de los principios clave para la democracia como emblema de modernización política, sin embargo, la autora reconstruye el devenir que estas mujeres expresaron en el PS al defender, abiertamente unas, la ciudadanía plena de las mujeres; o inclinarse, otras, por el voto por etapas, empezando por el municipal.

En “Un esfuerzo planificado. Masculinidades y modernización en el ethos discursivo de Onganía (1966-1970)”, Esteban Barroso analiza el ethos discursivo de un presidente de facto que parecía ser sinónimo de modernización: Onganía. El autor se interroga por los modos mediante los cuales Onganía constituyó un ethos discursivo moderno y la exaltación de dimensiones propias de las masculinidades. En consecuencia, Barroso señala en sus conclusiones que existe un ethos discursivo moderno de baja intensidad. La masculinidad está presente pero no solamente anclado en lo que es la lucha, el sacrificio y la fuerza, incluye también una planificación y una racionalización, es decir, hace énfasis en lo intelectual.

“Género y modernización política” es el capítulo que culmina el libro. Sus autoras, Anabella Gorza y Adriana Valobra, nos invitan a realizar un recorrido por los vínculos entre las relaciones de género y los procesos (auto) denominados de modernización

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política durante 1955 y 1970. El primer espacio que estudian son los organismos internacionales con un acento en la capacitación y la profesionalización de las mujeres y una mirada evolutiva dentro de sus condiciones jurídicas y materiales respecto de las responsabilidades políticas que debían asumir las mujeres. El segundo tópico son las mujeres en la legislatura nacional, sus orígenes partidarios fueron diversos al igual que las temáticas de sus proyectos. En este sentido, se observa que en estos proyectos se omitió totalmente una modernización política en relación con una agenda feminista, incluso en partidos que contaban con tradiciones en ese posicionamiento como el radicalismo.

En síntesis, a lo largo del libro, se intenta no tanto resolver taxativamente los cuestionamientos que dieron origen al estudio, sino mostrar cómo la trama explicativa se complejiza al enfocar distintas aristas en trabajos que pendulan entre la larga duración y el acontecimiento, las acciones individuales y colectivas y la especificidad de la modernidad como concepto analítico y la modernización como proceso histórico.