Una contribución necesaria en las Ciencias Sociales: la puesta en valor de saberes sometidos

A NECESSARY CONTRIBUTION TO THE SOCIAL SCIENCES: THE VALUATION OF SUBJECTED

KNOWLEDGE

DOI: http://doi.org/10.33255/25914669/7215


Camila Fiorella Zapata https://orcid.org/0009-0005-4181-5358 Universidad Autónoma de Entre Ríos Doctoranda en Ciencias Sociales Universidad Nacional de Entre Ríos zapata.camila@uader.edu.ar

Paraná, Entre Ríos

Argentina


Recibido: 15/10/2023 Aceptado: 24/05/2024 Publicado:29/06/2024


Resumen

En este artículo intento destacar, como contribución necesaria en Las Ciencias Sociales, los testimonios de habitantes de un barrio periférico y marginal de la ciudad de Paraná, Entre ríos, testimonios que recopilé en una investigación que realicé acerca de la configuración socio-his- tórica y política de los lazos sociales en dicho barrio. Esos testimonios los concibo como saberes que suelen encontrarse invisibilizados, de- nostados, sometidos y es tarea de las Ciencias Sociales ponerlos en valor. En particular y concretamente, las voces de los habitantes del barrio donde se realizó la investigación aportaron hitos clave para la construcción de núcleos de convergencia y de fragmentación en re-


lación al lazo social y en relación a proyectos histórico-políticos de Argentina; y contribuyeron a enfatizar la denuncia y la condena al pro- yecto neoliberal, evidenciando sus consecuencias y huellas, difíciles de revertir en el corto plazo.

Palabras clave: lazo social- saberes sometidos- neoliberalismo


Abstract

In this article I try to highlight, as a necessary contribution in Social Sciences, the testimonies of inhabitants of a peripheral and marginal neighborhood of the city of Paraná, Entre Ríos, testimonies that I co- llected in a research that I carried out about the socio-historical and political configuration of the social ties in said neighborhood. I concei- ve these testimonies as knowledge that is usually made invisible, revi- led, subjected and it is the task of the Social Sciences to value them. In particular and concretely, the voices of the residents of the neighbor- hood where the research was carried out provided key milestones for the construction of nuclei of convergence and fragmentation in rela- tion to the social bond and in relation to historical-political projects in Argentina; and contributed to emphasizing the denunciation and con- demnation of the neoliberal project, evidencing its consequences and traces, difficult to reverse in the short term.

Keywords: social bond-subjugated knowledge-neoliberalism


Introducción

En las siguientes líneas pretendo compartir algunos comentarios acerca de una tesis realizada hace unos años para la obtención del título de Licenciada en Ciencias Sociales. La tesis se tituló “Una aproximación a la configuración socio-histórica y política de los lazos sociales en el Barrio Giachino de la ciudad de Paraná” y fue posible principalmente por la insuperable dirección de la docente y antropóloga rosarina Luciana Brugé y por los testimonios ofrecidos por las y los habitantes del barrio. Dichos testimonios se nutren de saberes que suelen encontrarse denostados, ninguneados, invisibilizados, sometidos. La expresión saberes sometidos en una expresión que utiliza Michel Foucault (2014) para dar cuenta de:


“[…] contenidos históricos que fueron sepultados […] saberes que estaban descalificados como saberes no conceptuales, como saberes insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, saberes jerárquicamente inferiores, saberes por debajo del nivel del conocimiento o de la cientificidad exigidos […] esos saberes de abajo […] saber de la gente […] Por la reaparición de esos saberes locales de la gente, de esos saberes descalificados se hace la crítica.” (Foucault, 2014, p.21)


La apuesta se centraba en “develar los silencios de las corrientes hegemónicas de las Ciencias Sociales y de hacer emerger las voces de otros protagonistas de la historia (y cuestionar) una versión ‘cientifica’ del relato de la historia que ve sólo el rostro del progreso y no el del espanto e ignora o deprecia a ese otro que integra las masas populares de América Latina” (Argumedo, 2004, p.77).

Antes de referirme al conjunto de saberes sometidos de los y las habitantes del Giachino, considero necesario situar a la lectora o al lector respecto de las condiciones de posibilidad de dicha tesis, dando cuenta de los comienzos de la misma como así también de aspectos metodológicos y epistemológicos del proceso. En el año 2015, y a contrapelo de la tendencia hacia la “apoliticidad” que signaba mi generación de pertenencia (hija de los 90’), me encontraba militando en un barrio periférico del sudoeste de la ciudad de Paraná porque como muchxs otrxs jóvenes sentí un “toque de campana” que me y nos inscribía como partes de un proyecto político nacional y popular encabezado por Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández de Kirchner que se orientaba a realizar “todo aquello que faltaba” en el barrio, transformando las múltiples injusticias y desigualdades que el proyecto neoliberal había producido y profundizado. Giachino, como otros pedacitos de tierra de mi país, aun sufría las consecuencias del mencionado proyecto neoliberal mientras a nivel nacional se habían recuperado la “negociación de salarios”, entre otras decisiones políticas que -desde mayo del 2003- nos convocaban a reflexionar acerca de un “nosotros en el presente” como parte del proceso histórico-político que nos y lo constituye. Un contexto socio-político y una carrera universitaria que me invitaban a militar, una militancia que me llevó a conocer este barrio… barrio que


guardaba en sí la tensión de mejoras concretas y otras pendientes… La Escuelita de Deporte, los microemprendimientos, el apoyo escolar, las mejillas regordetas de las y los niña/os, y la balacera… como exudación de un meollo que se teje subyacente exclamando la existencia de un lazo social quebrado. Lo insoportable y lo inadmisible naturalizado se presentaban para mí como motor de investigación.

El proceso de investigación fue realizado a partir del aporte de 16 entrevistadas y entrevistados del barrio, mujeres y varones que viven hace más de -al menos- veinte años en el Giachino o en los barrios El Sol y Las Flores que integran “el San Agustín”; una arquitecta que integró el PROMEBA III -Programa de Mejoramiento de Barrios- en la ciudad de Paraná entre los años 2012 y 2015; y un descendiente de uno de los primeros dueños de las tierras de San Agustín. Dichas entrevistas fueron realizadas entre los meses de agosto de 2016 y diciembre de 2017, al tiempo que se realizaban nuevos registros de campo y se profundizaba la búsqueda bibliográfica que comprende fuentes diversas, de corte más académico, tesis1, investigaciones, textos de circulación, artículos periodísticos o ensayos complementarios, y el relevamiento de datos estadísticos producidos por organismos oficiales (nacionales, provinciales y municipales). Lo producido se plasmó en cuatro capítulos que constituyen el informe final de tesis, disponible en la biblioteca de la Facultad de Humanidad Artes y Ciencias Sociales de la UAdER (ubicada en la Escuela Normal de Paraná). A lo largo de los cuatro capítulos se puede encontrar la inclusión articulada de numerosos fragmentos significativos de las entrevistas, inclusión que busca cimentar el reconocimiento del caudal de conocimiento de los sujetos condensado en sus enunciados.


Los resultados

El primero aborda la construcción metodológica a partir del posicionamiento teórico-epistemológico asumido, posicionamiento que habilitó un modo particular de objetivar el proceso de investigación realizado. Dicho posicionamiento se inscribe en una perspectiva dialéctica en la que las categorías de análisis se construyen a la par, en dialogo con los aportes de las y los entrevistadas/os y los supuestos básicos subyacentes de quien investiga, supuestos que se explicitan y se problematizan. No es un capítulo que sólo se centre en enunciar desde qué posicionamiento se construyó el objeto de estudio, sino un capítulo que narra el proceso, la trastienda, “la cocina” que da sentido a “los resultados”.

La tarea de reconocer, explicitar y problematizar supuestos básicos subyacentes,


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  1. Resultaron de vital importancia la tesis de grado “Del puente para acá…La historia barrial en las memorias colectivas y experien- cias sociales de vecinos de La Floresta” (Paraná, UNER, 2013), realizada por Marianela Méndez y Marcelo Marmet y la Investigación titulada “La pobreza: Condiciones de vida en la Ciudad de Paraná” (Paraná, UNER, 2000) realizada por Graciela Mingo, Patricia Pasgal, Mirta Soijet, Miguel Bitar59, María Elisa Sarrot y Alicia González Alarcón.


    que permitieron aproximarme a la identificación de distintos contextos histórico- políticos en los cuales se configuraron dichos supuestos, y comenzar a ponerlos en tensión con los relatos e imágenes que me aportaban las y los sujetos entrevistados, orientó una experiencia de investigación inscripta en una perspectiva dialéctica.


    “La perspectiva dialéctica concibe su actividad de conocimiento como resultado de un proceso auto-reflexivo de conocimiento. En ésta el sujeto de conocimiento son todas las y todos los sujetos sociales y la actividad investigativa se orienta hacia la producción de conocimiento. [...] El conocimiento no se inscribe en un proceso de expropiación y de alienación de las y los sujetos sociales, sino en un proceso de auto- conocimiento y autorreflexión. [...] La perspectiva dialéctica suprime la separación sujeto/objeto, los objetos investigados devienen sujetos que se auto-investigan” (Gurdián Fernández, 2007, pp. 135 y 136)


    Siguiendo dicho posicionamiento, las categorías de análisis no se conciben como parte de un “marco teórico” que opera “desde afuera”, definiendo y describiendo a priori, ni se entiende al/ la/ investigador/a como “aplicador” de categorías teóricas sobre la “recolección empírica”. Tampoco se concibe a los emergentes del trabajo de campo como ejemplificador de las conceptualizaciones -en tanto abstracciones-, ya que dicha concepción contribuye a reforzar la escisión “teoría- práctica” estableciendo jerarquías donde el marco teórico viene a “echar luz” sobre un “oscuro campo”.

    Después del proceso de revisión de mis supuestos en dialogo con las voces del barrio se produjo una transformación respecto el tema inicial que en su momento se centraba en las relaciones de vecindad del Giachino. El planteamiento del problema finalmente se formuló del siguiente modo: ¿Cómo se fue configurando socio histórica y políticamente la construcción de los lazos sociales en el barrio Giachino de la Ciudad de Paraná en relación al Estado de Bienestar y en relación a la instauración del Neoliberalismo en Argentina? A este planteamiento le seguían los siguientes interrogantes: ¿Cómo se expresa, en el relato de las experiencias y memorias de los habitantes de Giachino la construcción de los lazos sociales?

    ¿a través de qué valores? ¿Cómo se tejió “lo social” o la trama social en el Barrio Giachino? ¿Qué los acomuna/ó? ¿Qué valores se le asigna a la organización comunitaria? ¿Cómo se expresan las experiencias ligadas a lo “acomunante” y a lo que “fragmenta” en términos de las historias particulares de los habitantes de este barrio? Deseaba explicitar las “raíces”, las razones, los mecanismos, que fueron destejiendo las relaciones sociales solidarias, y cimentando relaciones sociales “funcionales al Sistema”, signadas por el individualismo en ese barrio y en mi generación.

    Me motorizaba entonces, conocer y comprender “de qué estaba hecho ese barrio”, de qué historias, de qué encuentros y desencuentros, qué se fue tejiendo o


    destejiendo históricamente para que el lazo social se encuentre mayoritariamente fragmentado, amén de las diversas expresiones de resistencia, amén de procesos políticos que apostaban a dignificar la vida de los sujetos de ese barrio y construir horizontes comunes.

    En el segundo capítulo denominado “La construcción del sujeto ‘barrial’ del Giachino” se presenta una aproximación al habitante de este barrio en tanto sujeto socio-histórico: es decir, en términos de su procedencia social y de los distintos contextos histórico-políticos en los cuales se constituyeron como sujetos en relación al barrio. Este recorrido -en términos de proceso de investigación- permitió advertir la construcción de núcleos de convergencia y núcleos de fractura de los lazos sociales en el barrio, que se configuran en relación a proyectos socio- históricos y políticos. Dichos proyectos -en sus líneas generales- pueden promover y favorecer modos de relación social basados en valores que contribuyen a crear y recrear lazos sociales de mutuo reconocimiento entre los sujetos, es decir, ligados a una noción de comunidad. En ese sentido, en el tercer capítulo se recuperan experiencias individuales y sociales que permiten dar cuenta del carácter “acomunante” de los lazos sociales. Como contrapartida a esas experiencias sociohistóricas, se presentan -en el cuarto capítulo- un conjunto de experiencias individuales y sociales que permiten dar cuenta de la profundización del deterioro de dichos valores, reconfigurando las relaciones sociales que -en el presente, y a partir de lo que narran los entrevistados- se expresan a través del miedo al “Otro” y el “sálvese quien pueda” como emergentes del individualismo que promueve y potencia el proyecto socio-histórico-político neoliberal.

    Las y los sujetos entrevistados, fueron abriendo a una mirada respecto de las relaciones sociales que no son del mero presente, ni del aquí, ni el ahora. A través de sus relatos, habilitaron una imagen del “paisaje de los inicios del barrio…” cuando comenzó a poblarse, lentamente, configurando un núcleo de asentamiento en tierras identificadas como área periurbana rural. En primera instancia y sin pretensiones de generalizar, los relatos acerca de la procedencia de los sujetos entrevistados nos permiten reconocer que los habitantes del barrio Giachino y linderos, provienen de provincias del noreste argentino y han migrando en busca de mejores condiciones de trabajo. Una vez que llegan a Entre Ríos, se asientan en Paraná y en distintas localidades de nuestra provincia, de donde provienen directamente otros entrevistados, localidades vinculadas a la producción rural, con familias numerosas, con infancias ligadas a las labores de sustento cotidiano, las cuales -en ocasiones- exigían tener que irse a otro lugar. Desde diversas procedencias, pero ya asentados en Paraná, comienzan a poblar este territorio lindero al arroyo Antoñico. Pudiendo vincular los datos que una entrevistada nos aporta a lo largo de su relato, promediando la década de 1960, lo que hoy conocemos como el Barrio Giachino, en sus inicios era una zona totalmente


    despoblada, sin ningún tipo de mejora para ser habitada, lo cual nos permite visualizar que -tal vez, entonces- no se proyectaba integrarlo al conglomerado urbano. Los primeros habitantes asumieron el desafío de que ese territorio pudiese ser un barrio. Pudiese ser algún día, su barrio. Al territorio se lo conocía como San Agustín, ubicado en la zona sudoeste de la ciudad de Paraná, ciudad cuya trama urbana comienza a configurarse -siguiendo a Walter Musich et al- a partir del siglo XIX, alcanzando un crecimiento sostenido y pujante en el siglo XX, en el marco del modelo productivo nacional agroexportador, dedicado a actividades agrícola-ganaderas, mineras y portuarias. Durante la década de 1940, comienza a urbanizarse la zona que circunda el actual barrio Giachino. Esta urbanización se realizó en una zona que comprendía “terrenos de antiguos basurales y los últimos vestigios de aquellos lodazales que partían de lagunas profundas” (Sors, O. 1994, p. 388). Sors (1993) sostiene que la zona en general estaba constituida por pantanos, no había luz, agua y las pocas calles que había eran intransitables cuando llovía. Dora de Nobles (1993) afirma que es en 1943 que se funda el Barrio San Agustín, fundación que corresponde a la creación de la Parroquia San Agustín, con fondos provenientes de la Nación, y en terrenos cedidos por Luis Erbetta -abuelo de uno de los entrevistados- y Eustaquia Suárez de Mora. Dadas las características del suelo se establecieron en la zona dos fábricas de ladrillo en las que convergieron inmigrantes europeos, migrantes indígenas, criollos y mestizos. Dichas fabricas se erigieron como parte importante de la oferta-posibilidad de trabajo en esa zona conformándose alrededor de ellas un primer núcleo de asentamiento poblacional. Estas fueron cerradas en la década del 50’ y en 1976 pero frente a la necesidad de mejoras tanto en la infraestructura del barrio como de las casas particulares, se conformó una cooperativa obrera de ladrillos que luego funcionó como salón de la Comisión Vecinal del barrio, comisión que se crea como estrategia de visibilización frente al Estado Municipal para canalizar formalmente el conjunto de demandas por mejoras en las condiciones de habitabilidad del barrio. La creación de la comisión vecinal requería un nombre, nombre que fue elegido por los primeros integrantes de dicha comisión, en homenaje al militar Pedro Giachino, quien en ese entonces era reconocido como héroe de Malvinas. Indagando un poco más acerca de su historia, encontré denuncias que lo acusan de represor. Se generaba una tensión en mí… saber que muchas y muchos habitantes del barrio llevan con orgullo el nombre de un represor de la última dictadura cívico-militar, dictadura que no sólo (establecía en el proyecto de tesis como hipótesis) fracturó lazos sociales, sino que atravesó localmente a los vecinos del barrio: La mayoría de los entrevistados relatan haber visto secuestros y vividos atropellos por parte de militares. Cuando mencioné esta incomodidad a uno de los entrevistados de Giachino, éste me dijo que “algo sabía”, pero que “no quiso meterse”. Había sido víctima del terrorismo de Estado.


    Durante la década de 1990, el barrio vio llegar nuevos habitantes de localidades cercanas: santaleneros y lapaceños -sobre todo- que luego del cierre del Frigorífico de Santa Elena -en 1993- debieron abandonar sus lugares de origen, pasando por la dolorosa experiencia no solo de la desocupación sino del cierre de esa fuente de trabajo, emblemática para la región:


    “P: […] acá la primera gente que vinieron fueron de Santa Elena y de La Paz C2: ¿Se habrán venido muchos en la época que cerró el Frigorífico?

    P: Sí, exactamente. En esa época vinieron. De Santa Elena y de La Paz. Yo conocí la historia de Santa Elena y de La Paz a través de los vecinos” (P. 58 a, Entrevista N° 5, p. 13)


    El cierre del frigorífico se inscribe en la primera etapa de privatizaciones de los 90’ que siguiendo a Svampa (2005)- abarcó la empresa telefónica Entel, áreas petroleras, polos petroquímicos, canales de televisión, radios, red vial, líneas de ferrocarriles y transporte aéreo (Aerolíneas Argentinas) La segunda ola privatizadora “abarcó […] el servicio eléctrico, gasífero, de agua, cloacales […] firmas siderúrgicas […] 500 edificios públicos” (p.39). El progresivo derrotero hacia la modernización excluyente que desguaza viejos emblemas aglutinantes, configura una década en la que se “produjo en la Argentina una expansión del desempleo abierto hasta llegar a su pico máximo en 1995, con un 18,0% junto a la expansión del subempleo urbano. [...] la incidencia de la pobreza llegó a un porcentaje del 40,1 % habiendo sido en 1980 del 26, 4 %” (Mingo et al, 2000 p. 75). En este marco, los autores sostienen que “el barrio San Agustín [...] a la vez que se ensancha cuantitativamente, se empobrece cualitativamente” (Mingo et al, 2000, p. 91)

    Las y los habitantes de barrio Giachino son hijos de inmigrantes y migrantes, migrantes ellos mismos, de distintos lugares de nuestra provincia y nuestro país, víctimas de políticas estatales de ajuste, víctimas del terrorismo de Estado. Las y los entrevistados permitieron aproximarnos al origen socio-histórico y político del barrio, su constitución y cómo fue estableciéndose -en esa constitución- la trama de relaciones sociales. Aproximarnos a relatos de errancias, que conforman las historias de los sectores excluidos, de sectores marginados, de sectores populares que buscaban trabajo y condiciones más dignas para vivir. Historias que se encuentran y entrelazan para habitar una periferia urbana, periferia que no casualmente es el lugar destinado a los excluidos, a los relegados, a los


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  2. La C indica Camila, quién escribe y realizó las entrevistas.


    desposeídos, a los postergados. Los pasados comunes que narran los entrevistados nos hablan de sujetos históricos trabajadores y migrantes, que comparten un suelo y ciertas memorias sobre procesos históricos que dieron lugar a encuentros y desencuentros, como barrio, como país, como continente. La mayoría abriga en sus relatos el portar un origen de sectores rurales, ya sea ellos mismos, sus padres, abuelos y bisabuelos. Todos portan referencias (por adscripción o rechazo) a partidos políticos, por noticias, por relatos, a través de objetos o de símbolos, por vivencia o por herencia familiar. Todos fueron tramando diversos modos de resistencia y organización para construir -a pesar de las dificultades- el barrio, su barrio. En todos ellos habita un antes y después… Un antes que -en general- añoran y un después donde “algo se perdió” …

    En el capítulo III, “El ferrocarril”, “la tierra”, “la vivienda” y “el trabajo” se recuperan como “referencias comunes” que permitieron una aproximación a diversos sentidos en torno a la pertenencia, el arraigo y la herencia. Se desarrollaron como “hitos claves” que hicieron posible historizar los lazos sociales en ese barrio.


    “Acá mujer lo que pasó fue esto, mirá. Acá el ferrocarril trabajaba millones de personas. Yo me acuerdo porque era chico. [...] el pito de salida me acuerdo [...] en navidad y en fin de año también (...) Ese sonido que me quedó en la cabeza. Llegaban las doce y ese pito… qué impresionante. Era toda una multitud de gente que salía del ferrocarril. Después teníamos ‘la porla’, ‘la porla’ que se juntaba con gente. Se cerró ‘la porla’, se cerró el ferrocarril, se cerró la caja de fósforo y ahí los nietos… empezó la droga porque esa gente ya se quedó sin trabajo. Yo pienso que la droga empezó con los desempleados.” (P. 58 a, Entrevista N° 5, p. 14)


    El enunciado anterior se constituyó como clave central, en tanto condensa relaciones y espacios sociales vinculados al trabajo, la producción y la comunicación presentes en el barrio, y en tanto permite identificar aquellos “hitos” que señalan un “antes” y un “después”.

    El ferrocarril constituye el primer elemento de irrupción en el proceso de investigación “que dice de” sujetos en el presente que, para dar cuenta del barrio, y de una situación puntual, situación que se erige como “el problema del barrio”, requiere evocar aquella historia. Yo pregunté ‘¿de dónde vienen las adicciones y el tema droga en el barrio?’ y para el entrevistado fue necesario remitirse a un antes contrario a la situación, un antes donde “había algo que estaba funcionando”, un antes que posteriormente se vio fracturado. Lo anterior nos permite pensar que “la imagen” de la llegada y la partida del tren constituye en estos sujetos del barrio, parte de una representación del pasado en el cual había un sistema que estaba funcionando, que ordenaba, y organizaba la cotidianeidad, que aportaba una sensación de estabilidad… como una red de amparo, con trabajadores que llegaban… y se iban… y volvían, con expectativas y -de algún modo- cierta sensación


    de tranquilidad, de orden, de ciertas certezas. En el recuerdo de aquellas imágenes, sonidos y sensaciones que refieren al ferrocarril advertimos el saber acerca de una organización económica, que permitía el movimiento e intercambio de mercancías, no escindido de los distintos proyectos histórico-políticos desarrollados en nuestro país. Historizar el barrio apelando al ferrocarril, nos permite reconocer la relevancia de este medio de transporte para la provincia de Entre Ríos, teniendo en cuenta su constitución topográfica irregular, contribuyendo al desarrollo económico de la matriz productiva agro-exportadora nacional, permitiendo transportar grandes volúmenes de cereal y de ganado hacia los puertos, lo cual requería, para su funcionamiento, una cantidad importante de trabajadores. ¿Pero en qué contexto sociopolítico se inserta la experiencia histórica que actualmente despierta la nostalgia de “ese tren que acomunaba”? Musich et al. (2005) sostienen que cuando cambió el mapa económico mundial en el primer cuarto del siglo XX, las nuevas demandas de las potencias de posguerra ya no requerían del “granero del mundo” y los dueños ingleses comienzan a perder interés en los ferrocarriles, fijándose nuevos horizontes de inversión. “Esa actitud del extranjero, más el reposicionamiento de una conciencia nacional encarnada en las masas obreras y capitalizada por el gobierno de Juan Domingo Perón (devino en) el proceso estatizador de los servicios públicos más importantes. [...] En los fundamentos de la medida se acusa al capital extranjero de transformar al ferrocarril en una herramienta de explotación y desarrollo desigual [...] todo lo cual se iría revirtiendo a partir de su nacionalización en 1948.” (Musich et al., 2005, p. 68).

    En este marco, hacia mediados del siglo XX, la red ferroviaria argentina alcanzó una expansión de 47.000 kilómetros de vías aproximadamente, “ocupando así el décimo lugar entre los países del mundo” (Raposo, 2009, p.28) Por su parte, Santiago Duhalde y Patricia Ventrici (2013) sostienen que, con 48.000 kilómetros de vía, era la red más grande de América Latina, con conexiones a Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay. La nacionalización del ferrocarril como decisión política del primer gobierno peronista tenía razón de ser por el incentivo al consumo interno (transportando productos regionales a todo el país) y la promoción del desarrollo social (comunicando las provincias). Cusmai (2004) sostiene que la nacionalización permitió que el tren del litoral pueda volver a retomar su servicio de pasajeros en 1949, que había sido suspendido en 1936 quedando sólo el servicio de carga a demanda

    En los habitantes de más larga data, hay una referencia al tren que no es solamente una referencia geográfica y económica, sino que simboliza una experiencia constitutiva de lazos sociales. Los lazos sociales están habitados por una trama de relaciones informales, que se asocian a determinados procesos colectivos y a su historia. Podemos pensar al ferrocarril como una referencia de socialización e integración, como un espacio público que -en términos de Carballeda (2009)- permite la construcción por parte de los sujetos de relaciones


    con “otros”, con sus historias, con sus culturas. El medio de comunicación que nace como apéndice de imperio dejó de ser el motor de lo extractivo, para -de la mano de la nacionalización- hacer de vinculante al permitir el viaje de estudiantes y trabajadores, al permitir conocer y reconocer a otros habitantes de una misma patria, al permitir mantenerse integrado a los núcleos familiares de origen.

    Otro núcleo “acomunante” tenía que ver con la tierra y la vivienda. En sus enunciados puede reconocerse un saber de lo anterior ligado a la tierra, un saber que se erige como clave simbólica mediante la cual se expresa un sentido de pertenencia: un saber en relación a lo que antecede a la propia existencia en ese mismo lugar, que liga a los sujetos con una historia anterior y los vincula afectivamente a esa tierra. Aun en estas tierras “no habitables” de la zona periférica de nuestra ciudad, durante la década de 1980, teniendo en cuenta el incremento del asentamiento de familias, a través de la organización vecinal integrada por habitantes del barrio, encausaron sus demandas por mejores condiciones de habitabilidad frente a las autoridades municipales, asumiendo el desafío de que ese territorio “pueda ser su barrio”


    “Nosotros hicimos hacer unos estudios [...] porque acá se inunda todo. Y yo a esos estudios se los pasé a (C.O nombra a un señor) le pasé los libros del estudio que dice que acá tiene que haber boca de tormenta. Yo le dije que no pierda esos libros porque eran muy importante para nosotros. Se lo entregué yo como vecinalista.” (P. 58 a, Entrevista N° 5, pp. 7 y 10).


    Teniendo en cuenta que estamos hablando de un sujeto errante que migró numerosas veces, el asentarse en un pedacito de tierra, y poder “construirse un techo”, cobra un valor no en términos de propiedad en sentido acumulativo o especulativo o de posesión de tierra para vivir “sin más”, sino en el sentido de saberse -finalmente- en “un lugar”, asidos a una tierra que -a su vez- teniendo la posibilidad de proyectar la extensión de terrenos, se considera “debe ser” compartido:


    “¿Para qué queremos 20 por 30 de terreno? ¡Es mucho! ¿por qué no lo achicamos? [...] ¿y cuántos entramos? Un montón, un montón.” (S. 60 a, Entrevista N° 8, p.17)


    Aún en tierras “no habitables”, los habitantes de este barrio buscaron un lugar donde establecerse, donde referenciarse y reconocerse en un “somos y estamos aquí”, construyendo así un sentido de pertenencia y arraigo.


    “Yo digo siempre, soy de Giachino y punto. De arraigo. De Giachino y argentino” (S. 60 a, Entrevista N° 8, p.38).



    “Echamos raíces porque entregamos todo lo que teníamos para meternos acá. Le entregamos el auto, vendimos una video casetera, todo eso para quedarnos con este pedacito de terreno [...] Nos asentamos acá. Acá echamos raíces.” (R. 47 a, Entrevista N ° 6, p.28).


    Así como la experiencia de arraigo cobraba valor en relación a la memoria del desarraigo, el trabajo como núcleo eje “acomunante”, así sea en condiciones precarias, en tanto es trabajo para “ganarse la vida”, posee un valor existencial en relación a la memoria de haberse sabido “fuera de”, “excluido de” las condiciones necesarias para poder sobrevivir y vivir, excluidos, en ese sentido, de derechos sociales básicos. El trabajo se erige aquí como el espacio de experiencias que puede brindar cierta certeza de estabilidad (sobre todo a partir del recuerdo de un pasado de inestabilidad) que contribuye a situarse en un presente capaz de proyectarse en el futuro con horizontes de expectativas. Es a partir de esas sucesivas migraciones y posibilidades de trabajos precarizados en las historias de los sujetos de este barrio

    -migraciones que se producen mayoritariamente entre las décadas de 1960 y 1990- que podemos reconocer políticas excluyentes que se diferencian de un proyecto socio-económico anterior, signado por fábricas como instituciones que hacen de referencia simbólica común, que crean barrios en sus alrededores, barrios que en su cotidianeidad decían “esto está en funcionamiento, aquí hay movimiento”, numerosas viviendas y edificios públicos, un tren pasando y viendo a trabajadores yendo, viniendo, volviendo. Fábricas, barrios, viviendas y trenes. Anfitriones en un escenario de certezas y un horizonte de expectativas con un denominador común: el trabajo como ordenador y organizador social y económico. Es allí donde podemos ubicar el “antes” al que se remiten los entrevistados, “un antes” en relación al trabajo, contrario a las expresiones de fractura social en este barrio, “un antes” donde había algo que estaba funcionando, una organización, una red de amparo, una red de certezas; con mayores lazos de solidaridad, otras instituciones y otra cultura.


    “La caída del modelo keynesiano en la economía y la imposición del neoliberalismo trajeron aparejada una nueva forma de relaciones sociales. El vínculo y el lazo social como elementos constitutivos de solidaridades se fueron diluyendo en la medida en que avanzaba la competencia en forma desesperada, surgida muchas veces como necesidad o como mandato ligado a la supervivencia” (Carballeda, 2008, p.12).


    En Argentina -siguiendo a Alfredo Carballeda (2013)- el Estado de Bienestar “será el gran protagonista de la cohesión de la sociedad [...] En la Argentina esa presencia del Estado como reparador de la solidaridad, como agente de Derechos Sociales se expresa con claridad a partir de 1945.” (Carballeda, 2013, p. 19).

    Como mencionaba más arriba, en el cuarto capitulo se abordaron experiencias


    socio-históricas en el Barrio Giachino que dan cuenta del carácter fragmentado de los lazos sociales. Los saberes recuperados allí conforman expresiones de la fractura y fragmentación del lazo social, en tanto modos de relación social profundizados desde procesos socio-históricos que consolidan el proyecto neoliberal en nuestro país: la dictadura cívico militar de 1976-1983 y el período que comprende las dos presidencias de Carlos Menem, entre 1989 y 1999. Las claves significativas de abordaje, que se desprenden de los enunciados de las y los entrevistados constituyen dimensiones histórico-políticas de la exclusión social: desmantelamiento y cierre de ferrocarril, cierres de fábricas, aumento del desempleo, imposibilidad de acceso a tierras dignas, deterioro de condiciones de infraestructura urbana que permitan un habitar digno y persecución política. Es en ese marco que la balacera y el consumo problemático de drogas conforma una expresión de padecimiento subjetivos, una expresión de malestar social ante la pérdida de referencias colectivas y pérdida de certezas. (Carbelleda, 2012)

    “Se cerró la porla3, se cerró el ferrocarril, se cerró la caja de fósforo y ahí los nietos empezó la droga. Porque esa gente ya se quedó sin trabajo. Yo pienso que la droga empezó con los desempleados” (P. 58 a, Entrevista N° 5, p. 14)


    Se produce la pérdida de las fuentes del sustento económico y la pérdida -a su vez- de los lugares de socialización conocidos, que -para el autor- constituyen aquellos espacios en los cuales se producen las relaciones con los “otros”. La ‘debacle’ del ferrocarril comienza hacia fines de la década de 1950 y en la década de 1960, décadas que convergen en una etapa económica distinta a la que se venía desarrollando en la primera fase de industrialización, con el peronismo. Este proceso se profundiza con la instauración de la dictadura cívico militar de 1976, en la cual se clausuraron 10.000 km. de vía, suprimiendo gran parte del servicio de pasajeros, clausurando cerca del 50% de las estaciones de trenes. Este programa que acelera la desarticulación de los trenes, con una dramática reducción de personal, se inscribe en la consolidación de un patrón de acumulación basado en la valorización financiera, en el marco de un fuerte proceso de desindustrialización.

    El proceso de desindustrialización impulsado desde la dictadura fue acompañado de un creciente endeudamiento externo que


    “implicó un deterioro sostenido de las cuentas fiscales que incidió fuertemente en la descapitalización y el abandono de las empresas de ferrocarriles durante


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  3. El entrevistado refiere a la Fábrica de Cemento Portland “San Martín”, que siguiendo a Ofelia Sors (1994) comenzó a funcionar a fines del 30’, y marcó “un hito en el proceso de la industrialización de los minerales calcáreos [...]” (Sors, 1994, p.400) La fábrica se ubicó en las barrancas próximas al Arroyo Antoñico, en el puerto y cerró a mediados de 1980.



toda la década de 1980. Este derrotero [...] decantará en el proceso menemista de reestructuración ferroviaria por concesiones, en el marco de la consolidación del programa neoliberal –cuyas bases ya había sentado el gobierno dictatorial- que fue aplicado con una intensidad [...] sin precedentes” (Duhalde y Ventrici, 2013, p. 16)


M: [...] El matadero [...] se cerró. [...] ahí empezó como otro San Agustín [...] fue como un punto de inflexión [...] cae una cosa que es notoria en un ambiente y la gente queda desmantelada, desorientada, en un ambiente donde la comunidad sufre, hay injusticias, hay disconformidad, muchas familias sin trabajo. Se complica el barrio…” (Mario, 59 a, Entrevista N° 10, pp. 5-9)


Este frigorífico fue comprado por una empresa santafesina que quebró a mediados de 1980, pasando a otra firma con la que se redujo la producción hasta el cierre definitivo en la década de 1990. En la investigación titulada “La pobreza, condiciones de vida en la ciudad de Paraná” (2000), se sostiene que el cierre de este frigorífico “que empleaba mucha mano de obra de la zona, ha hecho que se produzcan nuevos y numerosos asentamientos urbanos marginales con viviendas deficitarias de tipo B, (rancho o casilla, viviendas móviles, [...] no hechas para habitar” (Mingo et al, 2000, p.85)

El paulatino desmantelamiento y posterior clausura del ferrocarril, el cierre de las fábricas locales y la consecuente pérdida de las fuentes de trabajo constituyen tanto en la experiencia individual como colectiva de los y las habitantes del Giachino, las expresiones dolientes de la instalación del proyecto neoliberal. En dichas expresiones se condensan los procesos que favorecieron la fractura del lazo social, consolidada a través de la instrumentación del miedo instalado mediante el establecimiento del terrorismo de Estado que también obturó en este barrio los lazos sociales. El Barrio Giachino fue también escenario y sus habitantes, protagonistas. Para instalar el deterioro de viejas referencias de luchas colectivas y para implementar un plan sistemático de miseria o en otros términos afianzar el proyecto neoliberal, la dictadura cívico-militar requirió la imposición generalizada del terror, la cual tanto a nivel nacional como en particular en este barrio, fracturó el tejido de solidaridades tendiendo un manto de sospecha respecto de “los cercanos” y cinceló modos de relación orientados a la desarticulación de los vínculos de confianza, reciprocidad y representatividad. “El terrorismo de Estado, cuyo saldo fueron 30.000 desaparecidos, un millón de exiliados, han deshecho el tejido social y cultural”. (Romero, 2004, p19.) El terrorismo de Estado “aniquiló [...] las infinitas relaciones sociales solidarias [...] entre quienes [...] habían compartido [...] sus luchas contra las sistemáticas violaciones a los derechos políticos de su ciudadanía” (Marín, J.C. 2001, citado por Ricciardino, C. 2007, p.19)

“J: [...] cuando era mi apogeo, era todo muy salvaje. Muy salvaje.



C: En su juventud a qué época se refiere… J: Y 76… [...]

C: ¿Salvaje en qué sentido?…


J: No había política de Estado… había un salvajismo total. Una opresión total para la ciudadanía y había una orden cerrada para el ejército y nada más. Se trataba a la gente trabajadora como civilar. [...] aquí en Paraná, el ejército tomaba detenidos, y los llevaba a anegadizos, al río, y los tiraban en una chanchería a los muertos, y se lo comían los chanchos. ¡Mira lo que te estoy diciendo! ¡Qué aberración! A mí poneme Julián nomás. No pongas mi apellido” (Julián, 65 a, Entrevista N° 12, pp. 2-32)


Este barrio guarda en sus memorias un conjunto de experiencias vinculadas al terrorismo de Estado y a las prácticas que el mismo se dio para instalarse e instalar el terror en los cuerpos, para que los habite el miedo y se habilite el resquemor al Otro, para amedrentar vínculos solidarios, sembrando ideas desde las cuales el Otro se vuelve peligroso, sospechoso, un Otro del cual hay que resguardarse. Esas memorias constituyen parte del patrimonio de este barrio, poco conocido y por ello nos permitimos la licencia de darle lugar a la voz de estos relatos que expresan el atropello hacia los más pobres, la voz de sectores -muchas veces- más invisibilizados, más anónimos, más silenciados en relación a la represión, la invasión de la intimidad, la violación de los Derechos Humanos, que impulsó el terrorismo de Estado. Estas voces son incluidas en mayor medida en la tesis y en menor medida en este articulo como aporte que consideramos puede contribuir a visibilizar a estos sujetos del Barrio Giachino como parte de la historia de nuestro país en tanto protagonistas de la aberración que vivimos como sociedad argentina toda. Son parte de las historias subterráneas, de aquellos saberes sometidos, historias que son parte de un barrio invisibilizado desde la escasez de políticas públicas que se les destina e invisibilizado desde su protagonismo directo en relación a la construcción de la memoria histórica acerca de la última dictadura cívico militar.


“Yo estaba durmiendo en una cama cucheta y me dieron vuelta con colchón y todo. Los militares. Y a mi papá se lo llevaron ese día. Y mi abuela fue a la comisaría y decía que ahí no estaba. Bueno, se recorrió todas las comisarías y no estaba [...] se fue hasta los cuarteles, a hablar con un jefe de ahí del ejército. Y le dijo que le devolvieran al hijo. Y así fue. Se lo devolvieron, sino lo hubiesen desaparecido. De acá creo que tres o cuatro se llevaron. A algunos los metieron presos y a otros los mataron. Sin antecedentes nada, los militares agarraban te cerraban un barrio y [...] si vos eras montonero chau. Yo era chiquito, habré tenido 6 años, 7 años. [...] (Carlos, 47 a, Entrevista N° 3, p. 5)



“Siendo gurí con mis hermanos, nos cobijábamos dentro del barrio Giachino porque mi viejo fue secuestrado durante la dictadura [...] estuvo desaparecido casi 7 años. Cuando caían los operativos del ejército se corría entre los tártagos del Giachino y los pasillos y nos cobijábamos dentro de los árboles. Esa es la etapa negra que yo conozco. [...] a nosotros nos extraen de ahí, nos mandan a un hogar, mi vieja perdió la casa, todo, ahí… Cuando mi viejo sale de estar preso [...] no tenía donde estar, perdió la casa. Se la quitaron [...] Mi mamá… [...] en esa época la policía le sacó la custodia de los chicos. [...] Como parte de toda una cadena. O sea [...] a mi viejo lo secuestran [...] creo que el 27 de Septiembre del 76. [...] Un día cayó [...] un Renault

12. Y bueno empezaron a… empezaron a… nosotros teníamos una casa que era cuatro por cuatro la cocina y cuatro por cuatro el dormitorio. Empezaron a manotearlos a mis hermanos y los metieron dentro del auto y mi hermano y yo nos escapamos [...] entraron y empezaron a manotearlos ¿viste? Pero manotearlos como si fueran un animal [...] Después de dos semanas que yo había ido a la casa de mi abuela que estábamos comiendo, también cayó un operativo con los Jeeps [...] y bueno ahí nos agarraron y nos llevaron. A un hogar. Y ahí ya había chicos. [...] nos mandan a Villa Urquiza. [...] Después de eso a mis otros hermanos ya no los volví a ver hasta creo que fue… en las vacaciones de Julio de 82, del 83. [...] una de mis hermanas quedó traumada hasta el día de hoy [...] porque la noche que lo secuestran a mi viejo [...] a nosotros nos matan el perro, en el patio digamos, nos matan al perro, a mi hermana las tiran con cama y todo, por ejemplo, cuando abre la puerta mi viejo [...] Le pegan un culatazo en la cabeza, lo tiran al suelo, lleno de sangre… Le meten una bolsa en la cabeza y lo sacan y lo tiran al baúl de un auto” (R. 47 a, Entrevista N ° 6, pp.2-5)


“Cuando [...] yo iba a ser detenido, fue algo brutal. Una batalla campal. [...] yo veía un oficial que venía, peló la bayoneta y se me vino de allá corriendo [...] me pegó el bayonetazo y me dejó el brazo colgando acá en el cuero. (C.O me muestra su brazo derecho con muchas cicatrices, un relieve rugoso) me tiraron [...] en la celda para que me desangre. [...] me torturaban. Yo tenía las esposas en las manos y en los tobillos. En una cama de elástico, me tiraban un balde de agua y me picaneaban. Insoportable el dolor. Inhumano (..) cuando yo estaba detenido, había un tal coco, Coco Erbetta. [...] fue detenido. Estuvo conmigo. [...] Estaba detenido y pasa el teniente con el Monseñor Tortolo. Y le dice Coco al Monseñor ‘señor, yo lo conozco a usted’. Y la familia de él eran todos terratenientes, gente que estaban viviendo bien y ellos viviendo en ranchos de paja, y le dice “yo lo conozco” y se da vuelta el señor Tortolo así, lo mira, y le dice “yo también te conozco a vos” y lo señaló con el dedo y lo vinieron a buscar [...] y ya no apareció más. Lo señaló Monseñor Tortolo [...] y después de eso desapareció” (Julián, 65 a., Entrevista N°12, pp. 2-13)


“Yo me acuerdo cuando se lo llevaron. Que llegó el tanque ese gigante. Con toldos verdes arriba. Yo no me olvido más de eso. Él llevándola a mi abuela arriba, a cuestas porque estaba operada y llevándola abajo del puente [...] Y ahí entraron los militares y le rompen todo en la casa que teníamos ahí. Allá en Buenos Aires se perdió el hermano mayor de mi papá. (María, 41 a, Entrevista N° 2, pp. 3 y 4)


L: [...] Nos patearon la puerta. Que era una puerta de chapa. Abrieron y yo estaba en corpiño y bombacha. Nos sacaron de un tirón. [...] Y nos decían “a ver, a ver qué tienen acá, qué robaron” y nosotros no teníamos nada, [...] una cama con elástico, no teníamos muebles. Era un rancho. No era una casa. No teníamos puerta. La puerta era así una chapa. Y le pegaron una patada y la sacaron. Y entraron una bandada. Los milicos. ‘¿Qué pasa acá?, ¿Qué pasa acá?’ Nos decían. ‘¡Levantensen!’ [...] Y yo ya tenía a mis hijos, y se asustaron. Azotaron la puerta de chapa. Teníamos una cama nomás y una cocina y una heladera a kerosene. Me acordé ahora que me dijiste eso. Entraron a varias casas. Y después no vinieron más. Gracias a Dios. Y ahí es cuando mi marido empezó a construir para que no puedan pasar más” (L., 69 a, Entrevista N° 11, pp. 20 y 21).

El miedo y la invasión violenta a la intimidad, así como también la intención de desarticular las familias forman parte de una de las aristas disciplinadoras que operaron en los cuerpos de estos sujetos, habitantes de los barrios periféricos y marginales, donde la dictadura abusó incluso hasta del analfabetismo de algunos habitantes del barrio.


“[...] Me acuerdo que no estaba bien valorado así que vayas a la secundaria. [...] El ejército hacía que no estudiaras. ¿Por qué? Porque al no tener estudios, los podés manejar mejor. Venía un militar te decía: ‘Firme acá’. Se quedaban con el hijo y a vos te mataban. ¡Se aprovechaban de que no sabían leer! Iban te daban un papel y vos no sabías qué estabas firmando. Le estabas dando una autorización” (Carlos, 47 a, Entrevista N° 3, p. 6)


Contrario a lo que podría suponerse, en relación a cierto tratamiento de los sujetos de la pobreza como aquellos que ignoran lo que produjo el terrorismo de Estado en términos sociales, los entrevistados portan un conocimiento preciso respecto a quiénes se perseguía fundamentalmente y qué se intentó destruir políticamente. Hay un saber acerca de quiénes eran sujetos “blanco”, la población “objetivo” de persecución directa, que excedió a las organizaciones armadas4 expandiéndose hacia las organizaciones partidarias, barriales, sindicales y religiosas o bien sujetos de quienes “se sabía” su identidad política “de izquierda” o peronista.


“[...] en la época de los militares [...] fueron y golpearon la puerta y se adentraron nomás. Y yo les digo “¿Qué pasa?” “Nosotros somos militares señora, andamos buscando a personas” “sí, pero nosotros no estamos escondiendo a nadie, en ningún lado, porque yo soy evangelista, y ando haciendo el bien a todas las personas” [...] “Ah no…” Le dice uno al otro “Estos son los Aleluya, dejémoslos nomás” “Sí, sí, vayan


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4Tal como sostenía el discurso oficial de la Dictadura, desde el cual se erige la “Teoría de los dos demonios”.



nomás” les digo yo. “Además”, les digo “Yo soy criada de un militar, el Contralmirante Vieira, así que no ando en ninguna cosa mala, al contrario” [...] Y no les gustaba Perón a ellos” (Rosa, 74 a, Entrevista N ° 4, pp. 17 y 18)


“R: Esa noche secuestraron como 4, 5 compañeros [...] C: ¿Compañeros…?

R: Militantes de la Juventud Peronista. Y buscaban panfletos y armas, y nunca encontraron nada. [...] Yo me acuerdo que mi viejo en esa época estaba empezando a aprender a leer y a escribir. [...] era albañil [...] Y trabajaba acá en la casa de un teniente coronel [...] Y le habían regalado unos libros [...] donde estaba Evita Te amo, y todo eso ¿viste? ¡y esos libros se los llevaron!” (R. 47 a, Entrevista N ° 6, pp. 4 y 5)


“B: La dictadura. [...] golpearon la puerta y la tiraron abajo. Y entraron acá y con las armas todo, nos alumbraron todo acá, yo tuve 9 hijos, pero en ese entonces tenía la casilla de chapa, todavía no estaba todo esto, que me acuerdo que la tenía a Eva Perón en la puerta del ropero. [...] Él era peronista. Peronista a morir (C.O se refiere a su esposo difunto, ferroviario.) [...] yo iba a la unidad básica a aprender las primeras letras [...] con una señora, pero [...] en el campo. [...] Nos pegamos un susto, imagínate eran los 2, las 3 de la mañana” (Beti, 72 a, Entrevista N° 7, pp.22 y 23)


“S: a mí me cargaron en los viejos Jeeps y me acuerdo que [...] agarraron una cantidad acá en el barrio de distintos puntos. Y a mí me llevaron en calzoncillos. [...] Me sacaron a mí y cuando llegaba acá en la esquina “¿Cómo te llamas vos?” Le gritaban a Zaragoza, otro vecino de aquí [...] y dice “¿a tu padre no le dicen Zurdo?” “Sí” contesto. Track, un bife. Paraban y me dicen: “Bajate. Bajate” y en calzoncillo volvía. [...] no me subieron una vez, me subieron varias veces. Nosotros éramos jovencitos, habré tenido 23 años. [...]


O: a mí me tiraron al suelo y me lo quisieron llevar. Les digo “¡Es mi hijo y nadie se lo va a llevar! ¡Nadie se lo va a llevar!”. Me lo querían llevar a toda costa. [...] y yo les decía “¡qué no va a ser mi hijo!” y si yo le entregaba el hijo mientras buscaba los papeles, los documentos, en ese momento aprovechaban y te empujaban y te lo llevaban y te lo quitaban.


S: Y sí. Así fue como hacían a los desaparecidos. A las criaturas, como cuando uno escucha el caso de los mellizos esos. [...]


O: así se llevaban a los hijos. Contarlo es una cosa. Vivirlo es otra cosa. [...] no venían [...] a todas las cosas, era algunas casas que les entraban y pasaban [...]


S: Como que las marcaban. Como que las marcaban así

O: [...] nunca nos dijeron, qué buscaban. [...] Lo único que hacían era sacarlo y



soltarlo. Cuando les decían el apellido.


S: Y yo cuando les contaba a los otros que me habían agarrado, me decían “vos hijo de puta te salvaste, si vos supieras, cuando llegábamos a la quinta, ¡la paliza que nos pegaron! ¡La paliza que nos pegaron!, ¿y vos por qué no?” “¡Qué sé yo!” Les decía yo.


O: Esos chicos sí eran peronistas. [...] porque el padre de Zaragoza era. Era. S: Peronista al mango el viejo Zaragoza

O: Sí pero además era poeta. Era poeta. Capaz que es por eso, que él era más de decir las cosas.” (S. 60 a, y O. 56 a, Entrevista N° 8, pp. 12-14).


Habiendo recorrido el proceso socio-histórico mayor y habiendo identificado en las historias de los sujetos núcleos de convergencia vinculados con la errancia, la migración forzada y la desocupación, nos preguntamos si dichos modos de exclusión pueden pensarse configurando un trauma social que se agudiza -a su vez- por la represión. Un trauma social producido como fisura de una subjetividad, condensadora de una violencia material y una violencia inmaterial que instala el miedo. Un miedo “obturante” del lazo social, un miedo posibilitador de una vulneración mayor: “¡Mira lo que te estoy diciendo! ¡Qué aberración! A mí poneme Julián nomás. No pongas mi apellido” (Julián, 65 a, Entrevista N° 12, p.32)

Que los habitantes del barrio hayan visto y/o sabido de secuestros y asesinatos perpetrados por las fuerzas armadas y hayan sido víctimas ellos mismos de allanamientos ilegales, detenciones arbitrarias y torturas, contribuyó y contribuye a recrear el “no te metas” como fragmentador del lazo social, en tanto profundiza el “no involucramiento” con “otros” y con el barrio, para asumir tareas y fines colectivos que redunden en el abordaje y mejoramiento de las problemáticas comunes.

Poder recuperar y conocer esas historias que portan los entrevistados acerca del terrorismo de Estado, a partir de relatos que no habían sido antes contados, permite aportar -en relación al trabajo de las y los cientistas sociales- a un trabajo reparador, en tanto contribución y sistematización que amplíe el repertorio de memorias ya visibilizadas, aquellas memorias desperdigadas que tenemos que tomarnos el trabajo de recuperar.

Recapitulando y, en definitiva, los aportes más valiosos en el proceso de investigación fueron los testimonios de los y las habitantes de Giachino y los intercambios y reflexiones con mi directora de tesis que -en conjunto- ayudaron a que como investigadora parte de la generación post-dictadura, en parte condenada a la negación o anulación del pasado, pueda historizar e historizarme. El proceso de investigación contribuyó no solo a poner en valor saberes sometidos sino también


a enfatizar la denuncia y la condena al proyecto neoliberal, sus consecuencias y huellas, difíciles de revertir en el corto plazo. Creo que toda investigación que se plantee como contribución significativa a la producción común de conocimientos depende -parafraseando a Canario Luna- de que el “letrista” no se olvide de lxs cracks que no llegaron y de que no se dejen en el tintero las historias sin contar, por contar y por hacer.


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