Volumen 35
Número 71

Mayo - Agosto 2024
ISSN: 1851-1716

Comunicaciones

Construyendo herramientas metodológicas para habitar la ciencia económica feminista1

Building methodological tools in order to inhabit feminist economic sciences

Construindo ferramentas metodológicas para habitar as ciências econômicas feministas

María Valentina Locher
CONICET/UNER, Argentina
Luisina Logiodice
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
María Fernanda Pagura
Universidad Nacional del Litoral, Argentina

Construyendo herramientas metodológicas para habitar la ciencia económica feminista1

Ciencia, Docencia y Tecnología, vol. 35, núm. 71, 2024

Universidad Nacional de Entre Ríos

Recepción: 21 Septiembre 2023

Aprobación: 14 Abril 2024

Resumen: Hacer ciencia feminista requiere revisitar andamiajes teóricos y metodológicos. En el presente escrito argumentativo discutimos concepciones cristalizadas en la matriz sexista cisheteronormada racializada de la producción de conocimiento y sus herramientas en clave feminista. Nuestro continente de producción es la enseñanza de la metodología de la investigación, la producción de conocimiento en las ciencias económicas y la pedagogía critico-feminista. Nos proponemos compartir argumentos que promuevan la reflexión acerca de las formas en que se materializan las relaciones de poder en las herramientas metodológicas de la investigación. Sostenemos, como tarea necesaria en las ciencias sociales en general, y la economía y la administración en particular, promover un análisis crítico-feminista-decolonial sobre las estrategias de investigación.

Palabras clave: metodología de la investigación, ciencia feminista, ciencias económicas.

Abstract: Making feminist science requires rethinking theoretical and methodological frameworks. In this argumentative work we discuss crystalized conceptions in the sexist cisheteronormative and racialized mold of the production of knowledge and its tools from a feminist viewpoint. Our production area is the teaching of research methodology, knowledge production in economic sciences and critical-feminist pedagogy. We intend to share arguments which promote reflection on the ways in which power relationships are materialized in research methodological tools. We promote a critical-feminist-decolonial analysis of investigation strategies as a necessary task in social sciences in general, and in economy and administration in particular.

Keywords: research methodology, feminist science, Economic sciences.

Resumo: Fazer ciência feminista exige revisitar arcabouços teóricos e metodológicos. Neste escrito argumentativo discutimos concepções cristalizadas na matriz sexista cisheteronormativa racializada da produção de conhecimento e suas ferramentas sob perspectiva feminista. Nosso continente de produção é o ensino da metodologia de investigação, a produção de conhecimento nas ciências econômicas e a pedagogia critico-feminista. Visamos partilhar argumentos para promover a reflexão sobre as formas como as relações de poder se materializam nas ferramentas metodológicas da investigação. Mantemos, como tarefa necessária nas ciências sociais em geral, e na economia e a administração em particular, promover uma análise crítica-feminista-decolonial das estratégias de investigação.

Palavras-chave: metodologia de investigação, ciência feminista, ciências econômicas.

Introducción2

Este equipo habita un viaje en el que nos embarcamos hace tiempo. El tránsito por nuevas estaciones y la necesidad de revisitar otras ya transitadas, como metodólogas feministas, nos convoca a seguir pensando juntas3. La metáfora del viaje da cuenta del movimiento y del cambio, de la reflexión permanente del quehacer en nuestra praxis científica y docente. Invita a repensar lo cotidiano de nuestras prácticas desde nuevos emergentes, desde prismas no previstos o enfoques que se resignifican ante nuevas discusiones.

Es un trayecto que asumimos desde la tarea docente en el marco de las materias Metodología de la Investigación y Seminario Final de Tesina y desde la tarea de investigación que desarrollamos. Esta estación, en particular, es una instancia para pensar las herramientas metodológicas en clave feminista.

Las bitácoras que producimos en este recorrido son pensadas como un espiral entre lo personal, lo político y lo epistemológico. Pero que, en tanto tránsito por distintos derroteros, encuentra un formato helicoidal4. Dicho esto, el presente escrito tiene por objetivo problematizar «lo dado» para desestabilizar el sexismo en la investigación científica, mediante la puesta en reflexividad de nuestra praxis docente y de investigación.

Esta invitación tiene un doble pliegue que representa desafíos a la hora de proponer esta discusión. Su explicitación permite ubicar las coordenadas teórico-epistemológicas desde las que nos posicionamos. Por un lado, observar que las herramientas metodológicas muchas veces se cristalizan en una mera «aplicación de técnicas» y, por el otro, reconocer las injusticias epistémicas que el sexismo replica sistemáticamente en la producción de conocimiento. Este doble pliegue moviliza la necesidad de desandar supuestos encarnados en la tarea investigativa a partir de la reflexividad para reconstruir herramientas metodológicas acordes a una ciencia feminista.

En síntesis, nos proponemos compartir argumentos que promuevan la reflexión acerca de las formas en que se materializan las relaciones de poder en las herramientas metodológicas de la investigación. Promovemos entonces un análisis crítico-feminista-decolonial sobre las estrategias de investigación en ciencias sociales.

1. Aspirando a una metodología feminista

La necesidad de discutir el sexismo en la ciencia nos conduce a visibilizar la trama sobre la que se produce conocimiento científico. Tal como plantea Suárez Tomé, el sexismo remite a «un sistema ideológico que se basa en el prejuicio y la discriminación contra las personas en base a su sexo o identidad de género» (2022, p. 76). Desde esta ideología sexista, que es mayormente invisible a los lentes de quienes investigan, se produce conocimiento sesgado, en tanto se sostiene la creencia de la superioridad de un sexo sobre otro.

Pérez Orozco explicita con claridad una de las manifestaciones del sexismo en la economía neoclásica al denunciar su androcentrismo, ya que esta

se construye sobre la ausencia de las mujeres, se niega relevancia económica a las esferas que se asocian con la feminidad (el ámbito de lo privado-doméstico, el hogar y los trabajos no remunerados) y se utiliza la experiencia masculina en los mercados para definir la normalidad económica. (2014, p. 37)

Ahora bien, los avances en la teoría feminista evidencian que, hoy en día, discutir con el sexismo implica dar entrada a toda la potencia de la categoría «identidad de género», así como a otras categorías con las cuales dialoga, como «identidad sexual» y «orientación sexual». Otras corrientes del feminismo, desde categorías teórico-políticas como el cis-sexismo, la interseccionalidad y la heteronormatividad, van a complejizar la mirada sobre la matriz de opresión que no podemos soslayar en la construcción de conocimiento.

Fisurar el cis-hetero-sexismo en clave interseccional en la producción científica implica necesariamente revisar todo el proceso de investigación en sus múltiples planos: los posicionamientos epistemológicos que se asumen, los procedimientos que se utilizan, la implementación de los resultados y el contexto institucional de producción de quienes investigan. En ese sentido, Maffía enfatiza que sería imperioso «construir otras herramientas y habilitar otros saberes para una práctica pedagógica y política que fortaleciera la autoridad epistémica de segmentos enteros de población» (2020, p. 25). Esta bitácora busca entonces problematizar, desde la epistemología transfeminista, las herramientas metodológicas en las ciencias económicas para producir conocimiento situado que no universalice el patrón normado.

Respecto a la necesidad de concebir integralmente los aspectos epistémico-metodológicos, coincidimos con Piovani (2018) cuando plantea que la metodología de la investigación no se reduce a un conjunto de técnicas, estrategias y procedimientos que se «aplican» como si fueran moldes al momento de investigar. En otras palabras, la concepción de la metodología de la investigación como corsé, que obliga a quien la utiliza a adaptarse a cualquier costo, es un posicionamiento epistemológico posible con el cual discutimos.

Sostenemos que problematizar la metodología de la investigación desde las teorías feministas implica hacer ciencia desde los valores que habitan nuestras experiencias vitales y laborales. En palabras de Ahmed, vivimos una vida feminista al convertirlo todo en algo cuestionable porque es una «cuestión de vida» (2017, p. 14) acabar con la opresión.

Entre las metodólogas existe un debate entre quienes sostienen que una metodología feminista no puede cumplir con sus propósitos sin crear herramientas nuevas y diferentes a aquellas que utiliza la ciencia androcéntrica –esta posición está en línea con la metáfora «las herramientas del amo» (Lorde, 2019)– y otras autoras que sostienen que no es necesario desechar todo lo que hemos aprendido y que, con los recaudos necesarios, estas herramientas pueden ser utilizadas para hacer ciencia feminista.

Declinamos plantearlo como una nueva dicotomía porque sostenemos que en las dos posiciones hay elementos válidos: necesitamos revisar, reflexionar, como así también crear herramientas para abordar los problemas de investigación de acuerdo con la perspectiva feminista. Solemos encontrar aportes de mujeres y personas autopercibidas disidencia sexual que han contribuido a pensar y diseñar herramientas de investigación sensibles a la mirada feminista, aun sin haberlo explicitado. En este sentido, una tarea es visibilizar esos aportes que no solemos encontrar en los manuales de metodología de la investigación.

En palabras de Biglia,

cuando decimos que puede y debe existir una metodología feminista, no nos referimos a que las técnicas de recolección y análisis de la información que se han usado hasta el momento tengan que ser descartadas, sino que apostamos por una práctica investigadora que sea coherente con los postulados feministas y que se repiense y rediseñe de acuerdo con las especificidades de la investigación, su contexto, su finalidad y, por supuesto, el posicionamiento feminista asumido. (2014, p. 26)

Movilizar estas discusiones incómodas instala la reflexividad sobre las mochilas de formación de quienes hacemos ciencia e invita a la necesaria tarea de discutir con el «legado» en la práctica científica. Hacemos referencia, por ejemplo, a la herencia de las investigaciones sociales cuantitativas, las bases de datos disponibles y el uso de indicadores que replican clasificaciones normadas. En palabras de Bartra: «Las técnicas se encuentran siempre dentro de un método, y si este es feminista, la manera en que se lee, escucha, observa o pregunta ya tiene un enfoque distinto, un carácter no androcéntrico y no sexista» (2010, p. 72).

Por lo tanto, sostenemos junto con Biglia y Vergé que enseñar metodología feminista no se trata de «ofrecer recetas o ideas estereotipadas y cerradas de cómo debería ser la investigación con perspectiva de género» (2020, p. 112) y coincidimos con Cubillos Almendra (2014) en que para transversalizar esta mirada, la feminista, la reflexión crítica es fundamental.

La propuesta de una metodología feminista, tal como sostiene Maffía (2020), se asienta en la permanente y necesaria promoción de una reflexividad que bregue por el reconocimiento de las múltiples formas de habitar el mundo. A nuestro entender, ello implica también cuestionar la colonialidad en la producción del saber, al revisar el lugar de privilegio de quienes construyen conocimiento sobre «los otros» y el lugar que se otorga a los mismos, muchas veces reducidos a meros «objetos» de estudio (Curiel, 2014). Discutir con las estructuras de autoridad epistémica vigentes no es una tarea sencilla y requiere una «alerta epistémica feminista» permanente del quehacer científico en clave de relaciones de poder. Referenciamos a un posicionamiento ontológico, ético y político ante la producción de conocimiento, que atraviesa las decisiones de cada uno de los momentos del proceso de investigación e invita a hacerlo desde una atención constante para no reproducir las matrices de opresión e invisibilización.

En relación con la dimensión ontológica, un punto nodal –muchas veces desestimado en el abordaje de la metodología– es la observación como categoría epistemológica. Tal vez sea uno de los núcleos duros necesarios para el canon de la epistemología y metodología normada. Las discusiones del siglo xx nos han legado un acuerdo que quiebra con la ingenua idea del inductivismo positivista que sostuvo que la observación debía estar despojada de información previa. Reconocer que la observación científica está cargada de teoría fue un quiebre que posibilitó nuevas discusiones y posicionamientos. Al respeto, Bartra plantea que «la observación no siempre es igual, no existe la observación neutra, siempre se observa con los ojos propios, con lo que cada quien trae adentro: con las emociones, los gustos, los talentos, la preparación, la ideología y la política» (2014, p. 71). No todos los sujetos que observan un proceso lo hacen de la misma manera y estas posiciones se modifican sustantivamente al cruzar la mirada en clave de género, feminista y transfeminista. En síntesis, en relación con la pregunta qué se entiende y cómo se materializa la observación en el hacer científico, solemos reconocer la vigencia de la ceguera de género. Estos nuevos consensos en la comunidad científica se hicieron en el marco de los pactos androcéntricos y cis heteronomados. Es tarea de la reflexividad feminista ponerlos en discusión.

2. Revisando las herramientas heredadas en las ciencias económicas

A partir de las argumentaciones planteadas, nos preguntamos sobre cómo se materializa la matriz dicotómica binaria cis heteronormada cuando se enseña qué es investigar y cómo se investiga en ciencias económicas. Prácticas pedagógicas que son epistemológicas –no siempre leídas en esa clave– que conforman el currículum prescripto y oculto de la formación profesional. En este sentido, un aspecto que resulta destacable es la hegemonía de los métodos cuantitativos como única perspectiva validada por la economía (Nelson, 1995/2000; Pérez Orozco, 2014).

Siguiendo a Pérez Orozco (2014), entendemos que en las ciencias económicas interesa analizar aquello que puede medirse desde una metodología cuantitativa, esto es, tecnificada y matematizada. En este sentido, el dominio de esta perspectiva restringe y condiciona lo que las ciencias económicas están habilitadas a observar, consolidando fronteras disciplinares y limitando incluso el propio objeto de estudio. Así como ocurrió con otras ciencias sociales, en la economía se reconocen esfuerzos para garantizar su cientificidad –entendida en clave positivista–, para lo cual se requiere la utilización del enfoque cuantitativo como único camino para garantizar la objetividad y validez del conocimiento. Si nos posicionamos desde una mirada heterodoxa y entendemos que el objeto de esta ciencia se corresponde con la definición de economía sustantiva, introducida por Karl Polanyi, el horizonte de acción de las ciencias económicas resulta mucho más vasto, por lo que permite y requiere nuevas preguntas, nuevas teorías, reinventar y combinar herramientas metodológicas. Desde esta mirada se expande el campo disciplinar.

Aquí nos interesa recuperar una experiencia recurrente, particularmente en el marco del Seminario Final de Tesina de Licenciatura en Economía, al cual buena parte del estudiantado llega diciendo que le interesa realizar su trabajo final de carrera en un determinado tema, pero que ha desestimado ese interés porque «no hay datos» que sean pertinentes para abordar empíricamente dicha investigación. Vale mencionar que esa inexistencia de datos a la que hacen referencia apunta a la falta de datos cuantitativos de carácter secundario, pasible de ser analizada estadísticamente y que detenta la cualidad de «representatividad» sobre determinado fenómeno o población.

La necesidad de desestabilizar lo naturalizado como propio de «lo económico» es una estrategia pedagógica permanente para convocar a la reflexión en el quehacer de la investigación. Movilizar estas estructuras profundamente enraizadas en la enseñanza de la economía y la producción de su conocimiento abre la puerta a un territorio de incertidumbre necesario para avanzar hacia una economía feminista. Diríamos, en términos de Amhed (2017), romper con la propia comodidad al generar incomodidad.

¿Significa esto que la economía feminista debe abandonar la perspectiva cuantitativa? De ningún modo. A nuestro entender, la clave está en revisar la forma en que las técnicas cuantitativas son utilizadas, enseñadas y aprendidas. Al momento de utilizar técnicas cuantitativas consideramos necesario no perder de vista que responde a una lógica de fragmentación, clasificación, sostenida en la propia matriz cis-heteronormada. Por lo tanto, es necesario determinar cuáles son y dónde se asientan los contornos de las clasificaciones que se plasman en, por ejemplo, tipologías como así también en la construcción de un indicador de cuestionario. ¿Cómo nombramos la variable empírica cuando queremos medir identidades sexo-genéricas? ¿Es lo mismo sexo que género? En el caso de elegir nombrar un indicador como género, ¿qué categorías se despliegan? Preguntas posibles, a modo de ejercicio necesario.

Coincidimos con Luxán Serrano y Azpiazu Carballo en que «todas las técnicas pueden aplicarse desde una perspectiva feminista y, por tanto, [la dicotomía cuali-cuanti] se trata de un debate estéril y que nos traslada, una vez más, a un pensamiento dual y simplificador que entiende que las técnicas cualitativas son técnicas subversivas y las cuantitativas están al servicio del poder» (s/f, p. 16). En definitiva, las decisiones respecto a las técnicas no pueden perder de vista los sesgos sexo-genéricos que se producen cuando se sostiene la ilusión de la neutralidad en la elección del enfoque y en la utilización de herramientas metodológicas.

En el siguiente apartado, se profundiza el análisis de algunos componentes del proceso de investigación para repensar los modos en que hacemos ciencia desde un enfoque feminista.

2.1. Ampliando los contornos disciplinares

Enseñar metodología desde una mirada feminista invita a hacerse preguntas que parecían vedadas. Cambiar el enfoque implica repensar los conceptos y las categorías analíticas desde los cuales observamos el mundo y así dar entrada a nuevas dimensiones de análisis.

Los objetivos de las investigaciones derivan de determinadas perspectivas teóricas, ya que desde la teoría nos posicionamos en torno a la comprensión de las sociedades, de los sujetos y de sus relaciones, y asumimos conceptualizaciones sobre los fenómenos. Pero adoptar una perspectiva teórica tiene impactos de mayor alcance, «es el hilo conductor, el andamiaje que atraviesa todas las etapas de una investigación» (Sautu, Boniolo, Dalle y Elbert, 2005, p. 39). El enfoque teórico marca caminos no solo en torno al horizonte de las preguntas de investigación, sino también sobre su abordaje metodológico, las decisiones del diseño y la construcción de los datos, como así también la interpretación de los resultados.

De acuerdo a las disciplinas que nos convocan, los debates por las conceptualizaciones acerca del trabajo, la pobreza, el desarrollo o el liderazgo son algunos de los que circulan por nuestras aulas.

La noción de trabajo y la concepción acerca de la división de tareas al interior del hogar es uno de los abordajes que nos posibilita debatir la significancia del posicionamiento teórico respecto al impacto que tiene en las definiciones del problema y del diseño. El contrapunto entre la Nueva Economía Doméstica y la Economía Feminista (Delfino y Logiodice, 2022) resulta esclarecedor en el aula. Por un lado, se argumenta que, en función a las ventajas comparativas de los miembros del hogar, cada quien se especializa en las tareas para las que está mejor dotado. Así, las mujeres resultan más eficientes en el trabajo doméstico. Por otro lado, se critica la asunción que hace la economía neoclásica de ciertas características de género que le permiten explicar la división sexual del trabajo y, por el contrario, se conciben las relaciones de poder que se juegan en los vínculos entre los agentes económicos en términos de las decisiones condicionadas que se toman al interior de los hogares. Ambas posturas introducen elementos analíticos diferentes para interpretar un mismo fenómeno.

Asimismo, considerar a las personas que realizan el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado en sus hogares como personas «inactivas» en las estadísticas oficiales sobre nivel de actividad de una economía resulta igualmente una ventana de discusión en las materias que dictamos. ¿Cuál es el criterio para definir la actividad o inactividad de una persona? Esto remite a un posicionamiento que asocia trabajo-mercado y no considera las tareas y actividades que se desarrollan de manera no remunerada como un trabajo.

Estos ejemplos permiten visualizar cómo el enfoque teórico, y el feminista en particular, determinan el alcance y las dimensiones de análisis de aquello que será abordado o no en la investigación. En ese mismo sentido, el contexto actual de reivindicación de los derechos humanos de las mujeres y disidencias permea los intereses del estudiantado a la hora de definir un tema a estudiar. ¿Qué lugar damos para encuadrar disciplinariamente estos interrogantes? ¿Acompañamos la apertura de estas ventanas hacia otros temas de estudio? Desde ambas cátedras trabajamos para interpelar las preguntas que se hacen sobre el mundo desde las ciencias socioecónomicas y el enfoque feminista5.

A sabiendas de que el análisis no se salda en este escrito, resulta interesante revisar algunas de las principales herramientas que usamos en economía que, tal como adelantamos, requieren ser repensadas. Pero ¿por qué necesitan ser repensadas? Pérez Orozco (2014) brinda algunas respuestas con las que coincidimos. Las metodologías heredadas de los discursos económicos androcéntricos tienen, al menos, dos dificultades. Las mismas fueron diseñadas para comprender, por un lado, los procesos mercantiles, y por el otro, las experiencias del sujeto hegemónico (varón, blanco, burgués, adulto, con una funcionalidad normativa y heterosexual). Por lo tanto, adolecen de la posibilidad de explicar otros ámbitos no mercantiles y las experiencias «otras» de la mayoría de las personas.

Los elementos de análisis que aquí proponemos remiten a dos momentos del proceso de investigación y, en particular, a dos componentes: las decisiones sobre el universo de estudio y las decisiones sobre la construcción/elaboración de los datos empíricos. Tal como adelantamos, este escrito no tiene por objetivo abordar la total transversalización del enfoque de género y/o feminista en todo el proceso de investigación, sino solo algunos elementos significativos.

2.2. Elaborando datos que reviertan la política de la ignorancia

Como nos propone Sautu (2005), en la investigación «todo es teoría», lo que nos permite afirmar que la construcción de datos no es azarosa; por el contrario, se sostiene desde el enfoque teórico-epistemológico que asume quien investiga. Al respecto, Luxán Serrano y Azpiazu Carballo afirman que «tanto la elección de la técnica como su desarrollo concreto determinan qué datos obtenemos (y cuáles no) y la naturaleza de los mismos» (s/f, p. 15).

La importancia de observar cómo han sido construidos los datos nos remite directamente al diseño de los instrumentos (cuestionario, guion de preguntas, etc.). Resuena por múltiples espacios que la incorporación de una variable sexo/género en un cuestionario nos permitirá luego hacer análisis bi o multivariable de los resultados, y ello representa un aporte para la investigación en clave de igualdad de género. Sin embargo, incorporar la perspectiva feminista no solo es más complejo: es una trama de inteligibilidad que no se salda con la clasificación según identidad sexo-género, aunque sea necesario visibilizar las identidades autopercibidas. A la hora de diseñar los instrumentos estructurados se deben tener en cuenta las posibilidades de respuestas de cada una de las variables o los indicadores allí introducidos, de modo de no reproducir el cisheterosexismo. Un ejemplo que suele tener lugar en nuestras aulas remite a las siguientes preguntas: ¿cómo categorizar las opciones de respuestas de la variable identidad de género? ¿Corresponde poner sexo y/o género? ¿Corresponde agregar allí opciones para la orientación sexual? Claro que despejar estas dudas requiere no solo precisar y conocer los sentidos a los que aluden las categorías teóricas, sino también diseñar herramientas innovadoras que superen la «ignorancia como política de conocimiento» (Flores, 2022, p. 22).

Ya hemos mencionado que los estudios feministas y de disidencias sexuales plantean la necesidad de nombrar para construir inteligibilidad (y justicia epistémica) de las múltiples formas de identidades posibles pero los desafíos que emergen en su materialización concreta en los instrumentos aún persisten. La clasificación dicotómica respecto de las identidades de género exige estar en alerta epistémica, puesto que está en la base de la reproducción del sistema binario sobre el que se edificó el pensamiento moderno. En ocasiones, la posibilidad de nombrar colisiona con la necesidad de clasificar en categorías estancas, o incluso requiere nuevas nociones para poder nombrar los aspectos que se están estudiando.

Pero entonces, ¿cómo superar el escollo? Al respecto, coincidimos con Flores (2022), que desde los estudios de disidencias sexuales nos convoca a pensar que «reflexionar sobre la heteronorma no implica enseñar un catálogo de identidades pre-establecidas, sino que busca desaprender las formas (cis)heterosexualizadas del pensar, mirar, sentir e interrogar» (2022, p. 31). Subvertir entonces esta política del desconocimiento que promueve la ignorancia sobre las sexualidades no normativas contribuye a revertir las injusticias epistémicas desde nuevos enfoques y herramientas. Injusticias que además se producen por razones de género, clase, raza, etnia.

A continuación, compartimos algunos desaprendizajes que emergen en el aula y sobre los que creemos necesario seguir trabajando. Las fuentes de datos secundarias que manifiestan incorporar la perspectiva de género, pero en términos operativos, trabajan con la variable empírica biologicista sexo (por ejemplo, categorizada en tres opciones, mujer, varón, otro). Esto nos lleva a un terreno escabroso que remite a la definición de sexo. Quienes debaten esta noción desde su consideración como una categoría biosocial plantean que tiene múltiples componentes y que además no es una categoría estable. De ese modo, no sería posible su observación empírica mediante una única pregunta de cuestionario. Pero además, las categorías de respuestas resultan imprecisas y socavan la confiabilidad de los datos. ¿Cómo clasificamos a una mujer o varón trans? ¿Y a una persona no binaria? ¿Damos lugar a quien no quiere manifestarse al respecto?

Siguiendo a Fausto-Sterling (2020), queda claro que definir el sexo es mucho más complejo que solo definir marcadores físicos, en tanto las señales y funciones corporales que se asignan como femeninas y masculinas están imbricadas en las concepciones que priman sobre los géneros. Haciendo una transposición de algunas preguntas que dispara la autora, podríamos interrogarnos: ¿por qué debería preocuparnos «esconder»/no reconocer otras identidades sexuales en el estudio de fenómenos socioeconómicos? La respuesta es contundente: «para mantener la división de géneros, debemos controlar los cuerpos que se salen de norma» (2020, p. 23). Interrogarnos por las decisiones del diseño vinculadas a la construcción de los datos invita a pensarlas como una forma de ejercicio del control sobre los cuerpos sexuados que sostiene la política de la ignorancia. Dicho esto, al momento de armar clasificaciones invitamos a cuestionar de qué modo se imbrica nuestra propia concepción sobre el sistema de género en las mismas, ya que suele operar sin ser reconocido.

Por otro lado, la dificultad que se presenta a la hora de describir los hogares desde alguna característica predictiva como «jefe de hogar» convoca a las críticas feministas que visibilizan la asociación entre jefe de hogar y la identidad varón cis. Consideramos válida la estrategia que adoptan algunas encuestas al desacoplar la jefatura y el género, y desarrollar una nueva categoría como la de «principal sostén del hogar»6 (Maceira, 2015).

En relación con ello, cabe mencionar otro ejemplo de la Encuesta Permanente de Hogares. Cuando se pregunta acerca de los motivos por los cuales la persona desocupada no buscó trabajo en los últimos treinta días, no se contemplan opciones que den cuenta de que el trabajo no remunerado puede ser una razón que impida volcarse al trabajo remunerado, situación que, como ya mencionamos, afecta preponderantemente a las mujeres.

Frente a estas situaciones, apostamos por incentivar una postura de «extrañamiento ante lo obvio» como estrategia clave para fortalecer la reflexividad feminista en investigación que promueva dichos desaprendizajes.

2.3. Discutiendo la autoridad epistémica establecida: la selección de la unidad de análisis

El otro componente que proponemos analizar remite a la definición del universo y la selección de las unidades de análisis que conforman la muestra. Al respecto, es necesario, aunque pueda resultar redundante, considerar la construcción de la muestra en relación con las características de la población sobre la cual nos preguntamos. ¿A quiénes entrevistamos para poder elaborar los datos? ¿A quiénes dejamos afuera? ¿Existe sesgo de género o de otro tipo en dichas selecciones? ¿Qué supuestos reproducimos, arrastramos al momento de la selección? Estas son algunas de las preguntas que necesitamos hacernos en este momento de la investigación.

Un ejemplo que puede ser esclarecedor es el que mencionan Luxán Serrano y Azpiazu Carballo (s/f) acerca de las preguntas sobre fecundidad en los censos españoles anteriores a 1991, en los cuales se interrogaba solo a las mujeres casadas por el número de hijos que tenían. Esta pregunta, claramente cruzada por factores sociopolíticos7, sesga toda la información sobre fecundidad, ya que deja afuera a las mujeres no casadas y a los hombres, lo que refuerza el imaginario de que solo las mujeres somos responsables de la fecundidad.

Asimismo, ubicar la familia nuclear heterosexual como eje de análisis de los procesos de decisión intrafamiliar en los estudios de economía implica un claro sesgo heteronormativo que deja por fuera otros modelos familiares o de convivencia posibles (Pérez Orozco, 2014).

Trazar con claridad los límites de nuestro universo de estudio debe ser una decisión con miras a qué unidades/quiénes dejamos por fuera del mismo. El feminismo decolonial invita a no reproducir el borramiento de las subjetividades otras (Cubillo Almendra, 2014; Ochy Curiel, 2014), así como a dar legitimidad a esos saberes que producen los, las y les sujetes subalternos. Esto resulta clave para la investigación feminista, ya que es, en este preciso momento, donde se hace operativa la posibilidad de la redistribución de la autoridad epistémica.

Sin embargo, se advierte, de la mano de Curiel (2014), que en este movimiento hacia la visibilización es posible recrear una nueva universalización del género que reproduzca el binarismo. Nuevamente, resaltamos la necesaria alerta epistémica feminista como constitutivo del hacer ciencia acompañando en todo momento.

3. Diseñando estrategias pedagógicas feministas: el extrañamiento

Las estrategias pedagógicas que diseñamos para el abordaje de los contenidos de metodología de la investigación en ambos espacios curriculares dialogan en forma permanente ya que aquello que enseñamos no puede escindirse del cómo enseñamos. Por ello, para revisar los enfoques, los métodos y las técnicas metodológicas es necesario crear condiciones que habiliten dicha posibilidad.

Plantean Gregorio y Franzé Mudano que es necesaria una «disposición al extrañamiento, a la ruptura con lo obvio» (2006, p. 12) como mecanismo para indagar realidades ocultas. En el marco de las instituciones educativas universitarias, este extrañamiento posibilita el cuestionamiento a la neutralidad del conocimiento para problematizar las relaciones de poder que sesgan la forma en que se representan las identidades subalternizadas y las relaciones socio-económicas-políticas sexuadas.

Desde las dos cátedras, que son el continente de producción de nuestra praxis docente, trabajamos con este mismo objetivo: provocar el extrañamiento como ventana de oportunidad para preguntarse por todo aquello que se da por supuesto y dado en la formación superior, por la reproducción de desigualdades desde la tarea de investigación. En definitiva, inquietar desde el desocultamiento de las injusticias epistémicas.

En este sentido, la política del extrañamiento puede también fortalecer al estudiantado en cuanto sujetos, sujetas y sujetes de derecho con capacidad de agenciamiento para construir nuevas demandas, e inclusive, nuevas agendas en su formación académica. Revisitar el currículum en la formación profesional es también una forma de reconocer la potencia del extrañamiento.

Asimismo, recuperamos los aportes de Hooks (2022), quien desde la pedagogía feminista nos convoca a la potencia erótica como estrategia áulica para incentivar el desaprendizaje de las ignorancias. Estimular la pregunta, el debate y el posicionamiento crítico feminista vuelve al eros la base epistémica de la estrategia pedagógica. Dar entrada a la energía que mueve el deseo, tanto de estudiantes como docentes, implica para esta equipa no tornar dogmática la enseñanza ni el aprendizaje.

Ideas para seguir pensando

Llegamos al final de este breve viaje contenido en otro de mayor envergadura –nuestro trabajo cotidiano y colectivo–, con un escrito que recupera algunos argumentos para una reflexividad feminista en las prácticas de enseñanza de la metodología de la investigación y, sobre todo, en la producción de conocimientos en las ciencias económicas. Es nuestra intención dejar mojones para discutir la supuesta neutralidad de las metodologías de la investigación. Resulta necesario reducir los sesgos de género para otorgar validez a nuestros trabajos y evitar los impactos discriminatorios de invisibilización y no reconocimiento que pueden provocar las investigaciones.

En este escrito dejamos algunos señalamientos a modo de alertas epistémicas para revisar las decisiones metodológicas en vistas a repensar las reglas de inteligibilidad cultural que ponga en tela de juicio el sistema de género binario.

Necesitamos reflexionar acerca de la práctica pedagógica de la metodología en clave feminista puesto que el cómo es parte del qué enseñamos. Desde la permanente provocación como política de extrañamiento, entendida como condición de posibilidad para habilitar otras preguntas sobre el mundo, hacia una pedagogía de los afectos para poder conmover-nos antes las desigualdades e injusticias. Cinceladas que dejen huellas en su pasaje por la formación universitaria, no solamente para poder entrar enteras al aula, como nos invita Hooks (2022), sino también para que el estudiantado lo haga en el mundo académico, profesional y en sus propias vidas.

Referencias bibliográficas

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Notas

1. Elegimos usar gerundios en el título y subtítulos de este escrito inspiradas en Diana Maffía, quien en referencia a uno de sus programas de investigación denominado «Construyendo la ciudadanía travesti» explica: «Usar un gerundio para hablar de Ciudadanía implicaba considerarla precisamente una construcción, y no una cualidad que se posee o no. No hablábamos de “incluir en la ciudadanía”, porque nos constaba que la ciudadanía plena era para unos pocos sujetos que habían articulado las intervenciones del Estado a la medida de sus intereses y privilegios» (2020, p. 21).
2. Una versión preliminar de este escrito fue presentada en el VI Congreso Nacional de Problemáticas Sociales Contemporáneas «Trayectorias y desafíos a 40 años de la recuperación democrática», realizado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral en septiembre de 2023.
3. Este escrito, de un modo u otro, se amarra a otras producciones: el capítulo de un libro que se encuentra en prensa y la presentación en dos congresos (2022 y 2023).
4. Tal como proponen Aibar, Cortés, Martínez y Zaremberg (2013) al momento de describir el proceso dialéctico propio de la investigación.
5. Debemos reconocer que las discusiones por los límites de los contornos disciplinares siguen presentes y es un terreno de debate que reflota cada vez que, por ejemplo, se defiende una tesis de grado.
6. Esta es la opción que se propuso en la Encuesta Nacional de Estructura Social 2014-2015, en la cual se describían características tanto del principal sostén del hogar como del cónyuge, en caso de que existiera.
7. Como mencionan las autoras, durante el régimen franquista se penalizaba la fecundidad fuera del matrimonio y ello se extendió hasta 1991 en el diseño del cuestionario.
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