Volumen 34
Número 69

Septiembre - Diciembre 2023
ISSN: 1851-1716

Temática

Introducción: un poco más de reflexividad… o ¿hacia dónde vamos?

Santiago Garrido
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
Gabriela Bortz
Universidad Nacional de San Martín / CONICET, Argentina
Alberto Lalouf
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina

Introducción: un poco más de reflexividad… o ¿hacia dónde vamos?

Ciencia, Docencia y Tecnología, vol. 34, núm. 69, 2023

Universidad Nacional de Entre Ríos

Los estudios sociales de la ciencia y la tecnología tienen una larga tradición académica a nivel global que se remonta a la década de 1960. También conocidos como estudios en Ciencia, Tecnología y Sociedad (o «CTS»), este campo se orientó a partir de la década de 1980 por una convicción teórica que comprende su objeto como un «tejido sin costuras» (Hughes, 1986), señalando la inconveniencia teórico-metodológica de establecer criterios de demarcación entre «lo científico», «lo tecnológico», «lo social», «lo político» y «lo económico» (Latour, 1993; Gieryn, 1995); criticando la enculturación de las prácticas científico-tecnológicas, rompiendo la falacia de su neutralidad y universalidad que enmascara relaciones de poder (Winner, 1986; Feenberg, 1991); subrayando el carácter político y social de conocimientos y tecnologías, así como de los fundamentos epistémicos y materiales de las sociedades que construimos y habitamos (Shapin y Schaffer, 1985; Bijker, 1995; Jasanoff, 2004; Tyfield et al., 2017).

En América Latina, el campo CTS se desplegó en un escenario poroso entre la academia y la praxis a lo largo de una trayectoria de más de cincuenta años. En gran medida, tanto sus orígenes como su desarrollo se vieron atravesados por la posición semiperiférica de la región, por una reflexión sobre el rol del conocimiento y la tecnología en la resolución de sus problemáticas centrales en una tensión entre la dependencia externa, la integración subordinada a dinámicas exógenas y la búsqueda de caminos de autonomía tecnológica y epistémica. En una región caracterizada por ser el subcontinente con mayores desigualdades socioeconómicas del mundo (Statista, 2023), el problema del desarrollo (como lugar o como camino, Arocena y Sutz, 2016) y la pregunta más básica pero más compleja de «qué desarrollo», como concepto tan disputado como polisémico (Gallie, 1955; Cornwall, 2007), apareció como promesa legitimadora del contrato de la ciencia y la tecnología (financiadas en su mayoría con fondos públicos) con la sociedad (Lubchenco, 1998; Guston, 2000; Hessels, Van Lente y Smits, 2009). En esta instancia, la pregunta por la utilidad del conocimiento científico y tecnológico (el para qué) y, secundariamente, de qué manera este alimenta las promesas de desarrollo (el cómo) que legitiman este contrato se presentaron como ejes estructurantes del debate político y de la reflexión académica.

En diversos trabajos –algunos de los cuales hoy consideramos clásicos– del campo CTS latinoamericano, esta trayectoria fue analizada y periodizada en diferentes ejercicios de reflexividad (Kreimer y Thomas, 2004; Thomas, 2010; Kreimer et al., 2014; Kreimer y Vessuri, 2017) a partir de criterios como su producción académica, espacios de formación, aportes conceptuales y líneas de investigación.

No obstante, hasta ahora los esfuerzos de comprender las transformaciones de identidades y caminos CTS nacionales han sido más exiguos. Si bien investigadores y practitioners argentinos tuvieron roles clave en los orígenes de la reflexión del campo, en la creación de infraestructuras académicas regionales y en la generación de instrumentos y visiones de política que han viajado a través de América Latina (Bagattolli et al., 2016; Aguiar, Davyt y Nupia, 2017), hasta ahora no ha habido ejercicios de reconstrucción de la trayectoria e identidad del campo CTS argentino como «comunidad imaginada» (Anderson, 1993), sus transformaciones institucionales y territoriales, el pasado, presente y perspectivas futuras de sus agendas de investigación.

Desde 2007, con la realización del Primer Congreso Argentino de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CAESCyT) –cuya periodicidad fue retomada desde 2016– y la conformación de la Red Argentina de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (Red ESCyT), los estudios sociales de la ciencia y la tecnología en Argentina están experimentando una etapa de renovación. Una significativa densidad de practicantes, una amplitud considerable de temas de estudio, la consolidación institucional de sus actividades que se expresa en la regular publicación de revistas del campo, la existencia de posgrados especializados, el desarrollo de proyectos investigación y la emergencia de grupos, centros e institutos de actividad continua a lo largo de todo el país son una muestra de esta consolidación, con nuevas generaciones de investigadores que están incorporando al campo nuevos debates, temas y agendas de investigación.

Es en este espacio que se inserta este dossier, con el objetivo abrir un espacio para la reflexión sobre la trayectoria nacional del campo, la identificación y visibilización de las nuevas agendas de investigación del campo de estudios sociales de la ciencia y la tecnología en Argentina.

Este estudio introductorio ofrece una mirada de las transformaciones (institucionales, geográficas, temáticas) ocurridas en las últimas dos décadas del campo CTS en Argentina para luego presentar los ejes centrales de la reflexión hacia nuevas generaciones y nuevos temas del campo.

En 2004, Pablo Kreimer y Hernán Thomas publicaron su ya clásico trabajo «Un poco de reflexividad o ¿de dónde venimos? Estudios sociales de la ciencia y la tecnología en América Latina», en el que identificaron tres generaciones en la trayectoria de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología en América Latina (Kreimer y Thomas, 2004). Una primera generación conformada por científicos e ingenieros, junto con cientistas sociales (entre los que se destacan Amílcar Herrera, Jorge Sábato, Oscar Varsavsky, Francisco Sagasti, Marcel Roche, Miguel Wionzcek, entre otros), que buscaron confrontar las interpretaciones dominantes con respecto a los vínculos entre los procesos de desarrollo científico, tecnológico y económico que, propuestas en los países centrales, eran asumidas acríticamente en nuestra región. Este conjunto de ideas, agrupadas en lo que luego se denominó «Pensamiento latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad», fue marcado por el carácter político de sus preocupaciones; principalmente, la necesidad de promover el desarrollo socioeconómico a partir de la generación de conocimientos científico-tecnológicos orientados por una agenda emancipatoria y una orientación práctica y activista de la reflexión (Dagnino et al., 1996).

La segunda generación, ubicada temporalmente entre 1980 y 1990, fue integrada por investigadores y académicos formados principalmente en ciencias sociales y mayoritariamente en Europa y los Estados Unidos. Esta apuntó a una consolidación académica del campo, el ejercicio de una mayor rigurosidad teórica, metodológica y conceptual, así como la creación de nuevos espacios institucionales en la región: centros e institutos de investigación, las primeras publicaciones académicas y currículas formativas de posgrado específicas del campo, la confirmación de sociedades académicas nacionales y regionales y sus respectivas reuniones científicas como puntos de encuentro (Kreimer y Thomas, 2004).

La tercera generación, comprendida entre mediados de la década de 1990 y hasta fines de los 2000 coincidió con una fuerte ampliación y consolidación del campo en América Latina. Esta generación se caracterizó por ser la primera ya formada en la región –en grado pero, sobre todo, en posgrado–, mayoritariamente en ciencias sociales. De manera análoga a las transformaciones del campo en Europa y Estados Unidos, esta época dio también lugar a una progresiva separación entre los estudios de corte económico de la CTI y los estudios sociohistóricos, que se conformaron como comunidades relativamente escindidas de investigación. La inserción en los parámetros de actividad y productividad científica exigidos por los diversos sistemas nacionales, así como una mayor homogeneidad en las trayectorias, dieron lugar a un creciente rigor académico, aunque –para algunos autores y protagonistas– a costa de una caída de la creatividad e innovación temática, así como una menor preocupación política por los impactos e incidencia pública de las investigaciones (Thomas, 2010; Arellano y Kreimer, 2011).

En un nuevo ejercicio de reflexión, Pablo Kreimer, Hebe Vessuri, Lea Velho y Antonio Arellano propusieron una actualización de la periodización planteada en 2004 caracterizando una cuarta generación, hoy en curso, en la que se impuso una «normalización» del rigor académico y la incorporación de temas de la agenda internacional (Kreimer et al., 2014; Kreimer y Vessuri, 2017). Esto se vincula al alto nivel de institucionalización del campo a nivel regional, con unidades de investigación y programas de posgrado especializados en el campo CTS, y a las relaciones existentes con agencias y líneas de financiamiento específicas y con investigadores e instituciones académicas del norte global.

Asimismo, aunque esta década dio lugar a los primeros esfuerzos de transnacionalización del campo CTS a través de reuniones científicas conjuntas o publicaciones que buscaron tender puentes entre el campo CTS euronorteamericano y latinoamericano, hasta ahora la economía política del campo no ha permitido alterar una persistencia de relaciones de «integración subordinada» (Kreimer, 2006) al interior del propio campo. Entre las demandas teóricas de las revistas insignia del campo y la escasa innovación teórica local, el período también fue marcado por un bajo nivel de crítica sobre la producción académica con relación a los marcos teóricos y las agendas «importadas» del norte. Esta definición parece contradictoria, en la medida que estos mismos análisis destacan una recuperación de la dimensión política de la producción latinoamericana de esta generación (Davyt, 2023).

Esta producción de ejercicios reflexivos fue producida sobre la base de una identidad latinoamericana del campo CTS cimentada por exponentes de la segunda y tercera generación CTS. Esta identidad se construyó desde la continuidad de las reuniones científicas periódicas como las Jornadas Latinoamericanas de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología iniciadas en 1995 y cuya decimoquinta edición se realizará en 2024, las jornadas latinoamericanas de Jóvenes Investigadores desde 2001 y formalizadas como Escuelas Doctorales desde 2009 y la institucionalización de la ESOCITE como Asociación Latinoamericana. Esto permitió tanto la construcción de una «comunidad CTS» de supuestos y valores compartidos, un colectivo de pertenencia, que permitió dar lugar a una masa crítica para el pensamiento y la discusión atravesada por problemáticas comunes así como tejer fuertes lazos regionales.

A diferencia de lo sucedido con la trayectoria del campo en América Latina, hasta el momento los esfuerzos para comprender las transformaciones de identidades y caminos CTS nacionales han sido comparativamente reducidos. La institucionalización del campo a nivel de cada país ha sido variable en cuanto a los tiempos y niveles de institucionalización: mientras que Brasil constituyó la asociación brasileña de ESCT (ESOCITE.BR) en 2010 y Ecuador en 2018, países como Argentina o Chile se constituyeron como redes en 2007 y 2012, respectivamente (la Red Argentina de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología y la Red CTS Chile), con reuniones periódicas pero sin organismos específicos de gobernanza, otros países aún no cuentan con nodos nacionales propios. En términos analíticos, hasta ahora no se han encontrado trabajos que hayan buscado recuperar las trayectorias CTS nacionales. Mientras que diferentes investigadores argentinos tuvieron una participación destacada en la construcción del campo CTS latinoamericano a lo largo de todas sus generaciones y que un componente significativo de las infraestructuras de institucionalización del campo fue generado desde Argentina (desde las publicaciones académicas hasta los primeros programas de posgrado específicos) hasta ahora la reflexión nacional ha sido escasa.

¿Hacia dónde vamos?: Transformaciones del campo CTS en Argentina

En el caso argentino, podemos identificar la organización del Primer Congreso Argentino de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CAESCyT), realizada en 2007 en la Universidad Nacional de Quilmes, como el primer hito de conformación de una comunidad CTS local. Este fue organizado por la convergencia de exponentes consolidados de la segunda, tercera y –por entonces una joven– cuarta generación, confluían actores tanto desde los estudios sociohistóricos, política, gestión y economía de la CyT y tuvo como corolario la conformación de la Red Argentina de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (Kreimer et al., 2007). Pasaron nueve años hasta la organización del Segundo CAESCyT, organizado en 2016 por la Universidad Nacional de Río Negro, en San Carlos de Bariloche. A partir de entonces, su impulso por integrantes de una cuarta y –podríamos decir también quinta (Garrido et al., 2021)– generación de estudios CTS buscaron dar continuidad a la conformación de un núcleo argentino, con un Tercer CAESCyT organizado desde la Universidad Nacional de Mar del Plata en 2019, un Cuarto CAESCyT en 2022 en la Ciudad de Santa Fe, organizado por la Universidad Nacional del Litoral, y el Quinto, en 2023, nuevamente en San Carlos de Bariloche. A estos encuentros se incorporó la realización de las primeras jornadas nacionales de jóvenes investigadores (2018), que aún no ganaron continuidad.

A lo largo de estas décadas, las infraestructuras específicas del campo se multiplicaron con al menos cinco programas específicos de maestría ya con larga trayectoria, diplomaturas y especializaciones1. A nivel doctoral, los integrantes de la cuarta y quinta generación se formaron en gran medida en las maestrías específicas del campo, cursando luego programas de doctorado transversales en distintas universidades nacionales2. La circulación porosa de académicos y practitioners, funcionarios y gestores por estos espacios formativos dieron lugar a intercambios fluidos y a la configuración de perfiles y espacios híbridos entre la academia y la praxis.

Se multiplicaron además las revistas específicas y/o ligadas al campo, desde la pionera Redes - Revista de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (Universidad Nacional de Quilmes), la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad (con participación iberoamericana), la presente Ciencia, Docencia y Tecnología (Universidad Nacional de Entre Ríos), Hipertextos (Universidad de Buenos Aires y Universidad Maimónides, con foco en tecnologías digitales), Ciencia, Tecnología y Política (Universidad Nacional de La Plata, con una perspectiva más activista), Ucronías (Universidad Nacional de José C. Paz, en el cruce entre conocimientos, tecnología, salud y arte), entre otras.

Si bien hay numerosas formas de rastrear las transformaciones del campo y la incidencia de estas infraestructuras en la conformación de una comunidad CTS argentina, creemos que la sucesión de CAESCyT constituye un terreno fértil para dar cuenta de algunos procesos macro. El primero es el crecimiento de la cantidad de personas que, sea como actividad principal o como ejercicio relativo a su praxis, investigan sobre estos temas en el país, pasando de 212 trabajos en 2007, 281 en 2016, 335 en 2019 y 275 en 20223. Estos números se vuelven más relevantes si consideramos que en el primer congreso solo 139 de estos eran trabajos de investigadores argentinos (63 %) y el resto de colegas de Brasil, México, Uruguay, Colombia y España (37 %), en el 2016 eran 188 (77 % argentinos y 23 % extranjeros), en el 2019 fueron 236 (95 % argentinos, 5 % extranjeros) y en 2022 fueron 177 (97 % argentinos, 3 % extranjeros). Estos números dan cuenta del crecimiento de la comunidad nacional y, a la par, de una disminución de la participación de trabajos extranjeros y de cooperación internacional, en parte debido a la reducción regional de fondos para CyT así como la consolidación de otras comunidades nacionales.

Puede identificarse otro indicador de la consolidación de la comunidad de practicantes del campo CTS en la Argentina: la continua reducción de la proporción de investigadores argentinos que solo han concurrido a una única edición de CAESCyT, una cifra que pasó del 77,36 % en 2007 al 53,43 % en 20194. Esta tendencia se contrapone con el aumento en el número de participantes que han concurrido a dos reuniones sucesivas (8 para 2007-2016; 31 para 2016-2019; 61 para 2019-2022) o a tres (4 para 2007/2019; 31 para 2016/2022).

Este proceso se hace notorio asimismo en el surgimiento y consolidación de grupos de investigación y equipos de trabajo en un creciente número de instituciones. Desde el 2007 las dos instituciones que aglutinan la mayor cantidad de investigadores del campo CTS han sido la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y la Universidad de Buenos Aires (UBA, incluyendo las facultades de Ciencias Sociales, Filosofía y Letras, Económicas y la Maestría en Política y Gestión, dependiente del Rectorado). A partir de 2010 tuvo lugar un crecimiento de nuevos polos de formación de recursos humanos en CTS, en su mayoría creados por investigadores que realizaron una instancia de formación en la UNQ y/o en la UBA, otros al regresar de una experiencia semejante, pero en el exterior: la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), la Universidad Maimónides (UMai), la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), la Universidad Nacional del Litoral (UNL), la Universidad Nacional de Luján (UNLu), la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), entre otras. La incidencia de la formación de maestrías y relocalización de investigadores en nuevos centros generó mayor diversidad y nuevas capacidades en estas instituciones, que fueron desarrollando sus propias tradiciones y agendas de investigación.

Esta diversificación institucional y arraigo territorial del CTS argentino, a la par de las transformaciones de las agendas nacionales e internacionales de políticas CTI, fueron dando transformaciones en las agendas de investigación. Desde sus orígenes en los años 90, podríamos sistematizar la producción del campo a nivel nacional en cinco grandes ejes, según se reflejan en la constitución de los programas de los cuatro CAESCyT desarrollados hasta la fecha: (a) Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación (PCTI), (b) Utilidad social de la ciencia y la tecnología, (c) Cambio tecnológico e innovación, (d) Disciplinas e instituciones de ciencia y tecnología y (e) Comunicación y educación de la ciencia y la tecnología5.

La mencionada articulación entre teoría y praxis llevó a que el eje de PCTI fuera especialmente destacado. Desde el lado de las políticas (policy), en 2007 prevalecieron tópicos de medición, evaluación de la CyT y propiedad intelectual, mientras que para 2016 el análisis de políticas se volcó hacia problemas de políticas CTI orientadas hacia el desarrollo. La proliferación de instrumentos de política desde la creación del MINCyT dio lugar a un amplio conjunto de estudios de instrumentos de política, mecanismos de financiamiento y roles de organismos internacionales. En 2019, los desafíos de generar investigaciones socialmente útiles a la par de la hegemonización de las evaluaciones bibliométricas dieron lugar a una agenda creciente sobre evaluación de la CTI. Más recientemente, la regionalización de la agenda de PCTI y desarrollo y los nuevos roles adoptados por las unidades de la CTI pasaron de análisis de poder (2007) y análisis de hegemonía y capitalismo a problemas de seguridad, geopolítica e infraestructuras. La dimensión internacional de la CTI pasó de temas más acotados como la cooperación internacional a convertirse en un eje más amplio, incorporando miradas de geopolítica y posicionamiento internacional, educación superior y el rol de organismos multilaterales.

Los procesos de producción de conocimiento y utilidad social del conocimiento CyT se mantuvieron como un eje constante de la producción CTS nacional. De manera específica, han estado presentes en análisis de corte institucional, pasando de estudios de interacción universidad-empresa (2007), conocimiento y sector productivo (2016) y relación universidad-entorno (entendiendo esta relación de manera más amplia y en relación con el vínculo con actores del territorio). Otros han profundizado sobre las dinámicas de producción y circulación de conocimientos en pos de la resolución de problemáticas públicas del país. Ya de manera más reciente, una actualización de esta agenda se vio articulada con problemáticas socioambientales, estudios de participación, activismo y negociación de saberes y experticias, incorporando también líneas sobre ciencia abierta y ciudadana, dando cuenta de nuevas formas de producción de conocimiento y relacionamiento comunitario, así como su contracara en tanto desafíos de apropiación de estos conocimientos y saberes.

Los estudios sobre procesos de cambio tecnológico e innovación también fueron mutando. En términos sectoriales, los incipientes estudios de TIC en 2007 dieron lugar a estudios sobre tecnologías digitales, plataformización, trabajo y el vínculo con educación e inclusión. Otros sectores que 2007 tenían mayor preponderancia, como los estudios de biotecnologías, agrobiotecnología y ciencias biomédicas, fueron dando lugar en 2016 y 2019 a una mayor prevalencia de otras industrias, como nuclear o satelital, o a estudios sobre transición energética, mientras que la pospandemia marcó una revitalización de los estudios sobre conocimientos, políticas y capacidades tecno-productivas en salud. Asimismo, los temas de Ciencia, Tecnología, Inclusión y Desarrollo emergieron con fuerza desde 2010, cruzando las dimensiones de política, utilidad social del conocimiento y cambio tecnológico e innovación.

Los estudios sociohistóricos sobre surgimiento y transformación de disciplinas e instituciones de CyT, de larga tradición en el país, permanecieron como ejes constantes pero sin un crecimiento en la actualidad. De manera análoga, otros temas como la percepción pública de la CyT, educación de la CyT y comunicación pública se mantuvieron como ejes siempre presentes pero minoritarios en la agenda nacional.

A partir de 2019, se registró la emergencia de nuevas agendas temáticas en el campo ligados a los desafíos climáticos del presente, transversales a los cortes subdisciplinares antes mencionados, tales como las agendas de CyT, ambiente y cambio climático, incorporando vertientes de estudios sobre conflictos socioambientales y activismos, ciencia ciudadana, transiciones hacia la sustentabilidad, nuevas agendas e instrumentos. De manera análoga, cobraron ímpetu los estudios de género en CTS, desde enfoques institucionales, análisis de brechas y sesgos de género, como la generización de conocimientos y tecnologías.

Esta actualización de las agendas de investigación del campo en el marco de los congresos CAESCyT permite observar un acercamiento a los temas que hasta el momento tenían mayor presencia en los estudios CTS de otras regiones, como Europa y Estados Unidos. De este modo, se observa una reducción del rezago relativo que se señaló en algunos análisis previos sobre el campo latinoamericano (Kreimer et al., 2014).

Presentación de los trabajos del dossier

La trayectoria del campo de los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología en la Argentina denota un proceso de consolidación que se expresa en una significativa densidad de practicantes, una amplitud considerable de temas de estudio, el afianzamiento institucional de sus actividades y la emergencia de grupos, centros e institutos de actividad continua a lo largo de todo el país. Asimismo, se puede observar el surgimiento de una quinta generación de investigadores en estudios CTS que coincide con la incorporación de nuevos debates y agendas de investigación. Este dossier ofrece una muestra de esta renovación temática a partir de cinco contribuciones de la que participan representantes de diferentes generaciones.

En el artículo «Las plataformas como infraestructuras. El uso del enfoque infraestructural para estudiar dos tipos de plataformas no digitales» de Matthieu Hubert, María Guadalupe Macedo y Ana Spivak L’Hoste, se explora una temática emergente del campo en la Argentina, que es el estudio de las plataformas (sobre todo, en el caso de las digitales). Para ello se utiliza un enfoque infraestructural, que también está ganando presencia en los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología en los últimos años. De este modo, se analizan dos casos de plataformas en términos de prácticas y usos como procesos de coproducción de dichas infraestructuras y las actividades que habilitan. Los casos analizados también resultan novedosos porque se trata de ejemplos de plataformas no digitales. Una iniciativa para evaluar y elaborar escenarios en materia energética en Argentina y cuatro plataformas instrumentales que permiten el uso compartido de instrumentos, máquinas, muestras y materiales entre diferentes laboratorios especializados en nanotecnologías.

En el trabajo «El misoprostol como fármaco abortivo: el proceso de co-construcción de su posología», Natacha Mateo aborda la controversia vinculada al uso del misoprostol como método abortivo en Argentina, en el contexto de la puesta en vigencia de la la regulación legal para la interrupción voluntaria del embarazo. El artículo es parte de una agenda en crecimiento en el país en la que se aborda la relación entre ciencia, tecnología y género a partir de las prácticas, técnicas y medicamentos del ámbito de la reproducción (píldoras anticonceptivas, reproducción asistida, etc.). La autora propone analizar la imposición del misoprostol como método abortivo a partir de conceptos desarrollados por el constructivismo social de la tecnología. Un aspecto relevante del trabajo es la relevancia que tienen los saberes generados por las militantes en el proceso de coconstrucción de la posología.

Soledad Oregioni, Laura Avondet y María Sol Durán, por su parte, en el trabajo «Redes de conocimiento en relación con agendas endógenas como alternativa a la tensión internacional-local» proponen analizar la tensión internacional-local en la producción de conocimiento a partir de la generación de redes de cooperación que articulan saberes y experticias de diferente tipo. Para ello, las autoras realizan un estudio de caso sobre una red de producción de conocimiento sobre cannabis medicinal de la que participan miembros de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires. En el trabajo se reconstruye la interacción entre regulaciones, organizaciones activistas, investigadores y funcionarios públicos en torno a un problema público determinado.

En el artículo de Ezequiel Sosiuk y Agustín Mauro, «¿Cómo investigar una práctica social? Los lugares híbridos entre el laboratorio y el campo», los autores proponen revisitar un tema muy abordado por los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, que es la influencia del lugar donde se produce el conocimiento, estableciendo una tensión entre el trabajo de laboratorio y el trabajo de campo. Lo que resulta novedoso en este artículo es que se relativiza el límite entre laboratorio y campo abordando el caso del uso de electroencefalógrafos portátiles para estudiar prácticas educativas en experimentos de neurociencia educacional. En el análisis se caracterizan las aulas donde se realizan dichas experiencias como espacios híbridos respecto de tres dimensiones: la organización de la investigación, los instrumentos científicos y el rol del lugar.

Finalmente, en el artículo «Ciencia Ciudadana Social para la participación en políticas públicas de temáticas socioambientales. Análisis de un caso en Argentina», Guillermina Actis y Valeria Arza reconstruyen y analizan el proceso de difusión y consolidación de la ciencia abierta y ciudadana a nivel internacional y su inserción en el contexto argentino en la última década. Esta temática adquirió una significativa relevancia en el campo de los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología en la Argentina, sobre todo a partir del impulso de diferentes políticas públicas e instrumentos de promoción orientados al desarrollo de proyectos de este tipo por parte de áreas del Estado. En una segunda instancia, las autoras realizan un ejercicio de reflexividad sobre la ciencia ciudadana social a partir del análisis de un proyecto concreto vinculado a una problemática ambiental, en el que se problematizan la calidad de la participación generada a partir de las estrategias y los mecanismos utilizados en el mismo.

Los cinco artículos que forman parte de este dossier son una muestra representativa de las nuevas agendas de investigación del campo de los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología en la Argentina. En particular, se observa una preocupación común sobre los procesos de producción de conocimiento científico por fuera de las formas convencionales. Esta tendencia se expresa en la incorporación de conceptos y marcos de análisis como procesos de co-construcción, plataformas o redes de conocimiento que incluyen diferentes tipos de conocimientos y experticias, espacios híbridos, o dinámicas participativas en el marco de la ciencia ciudadana. Asimismo, se puede observar también la relevancia que sigue teniendo la dimensión de las políticas públicas en los análisis y las reflexiones a pesar de las innovaciones en términos de temáticas y abordajes conceptuales.

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Notas

1. Maestría en Ciencia, Tecnología y Sociedad (Universidad Nacional de Quilmes), Maestría en Política y Gestión de la Ciencia y Tecnología (Universidad de Buenos Aires), Maestría en Gestión de la Ciencia, la Tecnología y Tecnología (Universidad Nacional de General Sarmiento), la Maestría en Ciencia, Tecnología e Innovación (Universidad Nacional de Río Negro) y, más recientemente, la Maestría en Diseño y Gestión de la Tecnología y la Innovación (Universidad Nacional de San Martín). La Especialización en Gestión de la Tecnología y la Innovación fue creada en 2010 inicialmente como Programa de Formación de Gerentes y Vinculadores Tecnológicos (GTec) a instancias de la Agencia I+D+i para formar cuadros especializados en gestión de la CTI y vinculación (Experiencia de la cual surgieron dos programas independientes de formación de posgrado hoy dictadas en la Universidad Nacional de San Martín y Universidad Nacional de Tres de Febrero). A nivel doctoral, los integrantes de la cuarta y quinta generación se formaron predominantemente en diversos programas de doctorado transversales.
2. Recién en 2022, la UNSAM creó el primer Doctorado de Economía de la Innovación, incluyendo un área de formación complementaria con contenidos de estudios CTS, cuyos primeros egresados se esperan para 2026.
3. En el caso del CAESCyT 2022, la merma en el financiamiento para las tareas de investigación y los cambios en las prácticas académicas acaecidos durante y después de la situación provocada por la pandemia de COVID-19 (reducción en los desplazamientos, multiplicación de los ámbitos virtuales de encuentro) pudo haber derivado en una menor tasa de participación.
4. En 2022 este porcentaje fue de 50,55 %, pero no es posible anticipar si se trata de participaciones únicas.
5. La estilización de las líneas de trabajo ofrecida se basa en una sistematización de los ejes y las mesas de los CAESCyT 2007, 2016, 2019 y 2022, disponibles en el sitio web de la Red ESCYT (https://escyt.org/eventos/)
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