Investigación
Peronización y radicalización de la ciencia en la trayectoria de Rolando García, 1968-1977
Peronization and radicalization of science in the trajectory of Rolando García, 1968-1977
Peronização e radicalização da ciência na carreira de Rolando García, 1968-1977
Peronización y radicalización de la ciencia en la trayectoria de Rolando García, 1968-1977
Ciencia, Docencia y Tecnología, vol. 35, núm. 71, 2024
Universidad Nacional de Entre Ríos
Recepción: 06 Septiembre 2023
Aprobación: 18 Marzo 2024
Resumen: El artículo reconstruye aspectos poco conocidos de la trayectoria de Rolando García relacionados con su desempeño político-profesional en los años sesenta y setenta y su integración al movimiento peronista. A través de fuentes escritas y orales se observan intervenciones en la revista Ciencia Nueva, su participación al frente del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista, su actuación durante la apertura institucional de 1973 y un acercamiento a la organización Montoneros. También se comparten hallazgos respecto de sus primeros encuentros con Perón. Asimismo, el escrito aporta elementos para la problematización de categorías recurrentes en la bibliografía: politización, peronización, partidización y radicalización política. En especial, se detiene en observar la peronización desde el punto de vista de los actores y como un proyecto político del peronismo para ampliar sus bases de apoyo hacia los sectores medios. Discute con posicionamientos dicotómicos que han evaluado a la peronización ya sea como una transformación meramente espontánea, ya como un proceso forzado desde el Estado.
Palabras clave: Rolando García, ciencia y política, politización, radicalización, peronización.
Abstract: This article tackles little-known aspects of Rolando García’s career that are related to his political-professional performance in the sixties and seventies and his integration into the Peronist movement. His interventions in the Journal Ciencia Nueva, his participation leading the Consejo Nacional Tecnológico of the Movimiento Nacional Justicialista, his performance during the institutional opening in 1973, and, finally, his approach to the organization Montoneros, are observed through written and oral sources. Findings regarding his first meetings with Perón will also be shared. In addition, the paper aims at the problematization of recurrent categories in the specialized bibliography on the subject: politization, peronization, «partidización» and political radicalization. In particular, it looks at Peronization from the point of view of the actors and as a political project of Peronism to broaden its support base towards the middle sectors. He discusses dichotomous positions that have evaluated Peronization either as a merely spontaneous transformation or as a process forced by the State.
Keywords: Rolando García, science and politics, politicization, radicalization, peronization.
Resumo: O artigo reconstrói aspectos pouco conhecidos da trajetória de Rolando García relacionados à sua atuação político-profissional nas décadas de sessenta e setenta e à sua integração ao movimento peronista. Através de fontes escritas e orais, observam-se intervenções na revista Ciencia Nueva, sua participação à frente do Conselho Tecnológico do Movimento Nacional Justicialista, suas ações durante a abertura institucional de 1973 e uma abordagem à organização Montoneros. Também são compartilhadas conclusões sobre seus primeiros encontros com Perón. Da mesma forma, a escrita fornece elementos para a problematização de categorias recorrentes na bibliografia: politização, peronização, partidarismo e radicalização política. Em particular, centra-se em observar a peronização do ponto de vista dos atores e como um projeto político do peronismo para expandir as suas bases de apoio para os setores médios. Argumenta com posições dicotômicas que avaliaram a peronização como uma transformação meramente espontânea ou como um processo forçado pelo Estado.
Palavras-chave: Rolando Garcia, ciência e política, politização, radicalização, peronização.
Quienes estamos en el Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista pensamos que el peronismo produjo una revolución social que abrió la única posibilidad que se haya dado en el país de un movimiento masivo netamente antiimperialista, antioligárquico y antiliberal. (Rolando García, 1973)
Introducción
Las narrativas biográficas se tensionan entre la manifestación de continuidades y quiebres. No hay trayectoria sin hitos, pero una biografía es un transcurrir complejo y dinámico entre escalas de grises más que saltos entre puntos fijos. Configuraciones que se condensan en acontecimientos y permiten reconstruirse a través de periodizaciones.
Sin embargo, un hito en la trayectoria de Rolando Víctor García tiende a desaparecer de las biografías. García es conocido por su protagonismo en la llamada «época de oro» de la Universidad de Buenos Aires1 (uba) y en la resistencia a la intervención universitaria de 1966 conocida como «la Noche de los Bastones Largos»2. Fue decano de Ciencias Exactas y Naturales entre 1957 y 1966, vicepresidente del Conicet y vicerrector de la UBA. En 1966 promovió las renuncias de profesores y emigró a Ginebra, Suiza, donde comenzó a trabajar, junto a su pareja Emilia Ferreiro, con Jean Piaget en el Instituto de Epistemología Genética. En los años ochenta se radicó en México, donde también se destacó como investigador. Allí falleció en 2012 a los 93 años (Buchbinder, 2005; Carnota y Braslavsky, 2022; Cereijido, 2000; Díaz de Guijarro, Baña, Borches y Carnota, 2015).
En contraste, este artículo reconstruye un itinerario menos considerado de la vida de Rolando García: su participación político-profesional al calor de la radicalización política de los años sesenta y setenta del siglo xx y su integración al movimiento peronista. A través de fuentes escritas y orales, se observarán las intervenciones de García en la revista Ciencia Nueva, su participación al frente del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista (en adelante, ct), su actuación durante la apertura institucional de 1973 y el acercamiento a la organización Montoneros durante el exilio. A partir de un trabajo de archivo con fuentes novedosas, se comparten ciertos hallazgos respecto de sus primeros encuentros con Perón.
El trabajo busca a su vez aportar elementos para la problematización de categorías recurrentes en los estudios sobre cultura y política en los años sesenta y setenta: politización, partidización y radicalización. Pero se centrará en otra que cobra importancia para el caso argentino: peronización. Interesa acudir a la noción de peronización observando cómo este proceso de acercamiento o incorporación al peronismo por parte de los sectores medios sucedió desde el punto de vista de los actores, y a su vez superar aquellas interpretaciones dicotómicas que lo asumen como un proceso ya sea más bien espontáneo o «desde abajo», ya sea como resultado de una imposición autoritaria o «desde arriba». La peronización fue un proceso observado por los propios actores mientras buscaron fortalecerlo, por lo que resulta un fenómeno relacional, donde se vinculan ambos polos: la espontaneidad con la dirección política. Durante el exilio de Perón y la proscripción del peronismo, ya no es posible afirmar la imposición autoritaria de una doctrina desde el Estado como se supuso durante el primer peronismo –lo cual fue discutido con acierto (Acha, 2004; Acha y Quiroga, 2012)–. Pero ello no implica que desde el propio movimiento peronista no se llevaran adelante acciones políticas para ampliar sus bases de apoyo hacia los universitarios, científicos y profesionales. Finalmente, se observará cómo la integración de García al peronismo sucedió a través de una zona particular del movimiento: la de la izquierda peronista de los años setenta que buscó conducir la organización Montoneros.
Los científicos también se radicalizan: las categorías de peronización, politización y partidización
En 1966 finaliza esa etapa que los propios protagonistas comenzaron a llamar, años más tarde, como época de oro de la universidad argentina o como un proceso de «modernización universitaria». Sin embargo, en los últimos años comenzó a producirse una renovación historiográfica que ha tendido a problematizar ciertos consensos sobre los alcances de esa modernización (Carnota y Braslavsky, 2022; Comastri, 2015, 2017; Faierman, 2018; Feld, 2015; Unzué, 2020). Hoy se sabe que se limitó a ciertos grupos reducidos de algunas facultades de la UBA y en menor medida de otras universidades (Buchbinder, 2005; Unzué, 2020). Por otra parte, ha sido desnaturalizada la demarcación absoluta de «rupturas totales» sucedidas en la Universidad de Buenos Aires ante la alternancia de intervenciones dictatoriales y constitucionales (Unzué, 2023). Respecto del golpe de 1966, el desalojo violento por parte de la policía sucedió solo en cuatro facultades (Carli, 2022). Y en el caso de la Facultad de Derecho existieron «cuadros académicos» que promovieron la intervención e incluso pasaron a formar parte del gobierno de facto (Unzué, 2020).
En un sentido similar, Comastri (2015) y Faierman (2018) han advertido respecto de las continuidades entre las políticas científicas del primer peronismo y las impulsadas por el grupo de Rolando García durante la «década de oro». Las posiciones de García, enfrentadas a las de Bernardo Houssay, lo acercarían más al dirigismo estatal del peronismo que a la idea de una absoluta autonomía y libertad académica sostenidas por algunos exponentes del reformismo universitario (Comastri, 2017). En todo caso, la frontera reformismo/peronismo fue mucho más porosa de lo que suele observarse en las reconstrucciones historiográficas o rememoraciones. Pero el propio Rolando García iba a recordarse antiperonista avanzados los años ochenta:
Entonces fui antiperonista. Mi primera entrevista con Perón en Madrid nos encontramos y le dije «Antes de que Ud. empiece, general, quiero decirle que yo pertenezco a una generación universitaria profundamente antiperonista». «Ya lo sé, ya lo sé, yo conozco muy bien su trayectoria, por eso tenemos que hablar, ponernos de acuerdo.» Era vivísimo políticamente. (García, 1988)
Desde 1955, tras el golpe de Estado al gobierno de Juan D. Perón, se había expulsado a los profesores peronistas y prohibido, por decreto, que se presentaran a concursos docentes3. Rolando García participó activamente del mundo universitario que se abrió entonces, con contradicciones que años más tarde podría procesar de otro modo:
La situación fue bastante complicada, y ahí voy a hacer una confesión completamente franca que es puramente personal, que no atañe al resto de los colegas que actuaron conmigo. Nosotros teníamos muchos frentes de lucha; era imposible combatir en todos los frentes, además éramos muy pocos […]. Algunos frentes yo los eludí por completo, y ese frente que hubo, de dejar pasar o no dejar pasar a los peronistas, este… yo lo eludí por completo. […] Posiblemente estuvo mal eso […]. Mi posición con el peronismo entonces era todavía muy, muy crítica, muy, muy crítica. (García, 1988)
La inclusión del adverbio «todavía» da cuenta de las transformaciones a las que nos referimos en este trabajo. García fue parte del proceso de incorporación al peronismo de buena parte de los sectores medios en los años sesenta y setenta. Pero también fue una pieza clave, intentaremos mostrar, de los intentos peronistas por hacer realidad ese cometido. Para arribar a esa conclusión, habrá que recorrer un camino en el que mostraremos que las reuniones de García con Perón y el armado, a cargo del primero, del Consejo Tecnológico del peronismo tuvieron un ingrediente desconocido.
La bibliografía no se ha ocupado de indagar en la vinculación de García con el peronismo, y mucho menos de sus visitas a Perón entre 1968 y 1972. Son los testimonios de sus antiguos compañeros de la «universidad reformista» quienes más han dejado huellas sobre esos encuentros. Ellos repiten que «fue Perón quien lo llama a García» y que su peronización desconcertó a propios y ajenos4. Lo mismo puede leerse en una revista política de entonces: «conocido por su trayectoria de izquierdista liberal», el pasaje al peronismo resultaba «un salto casi escandaloso», una posición «insólita para los intelectuales de su generación» (Basualdo, 1972).
Pero no fue un caso aislado. En la misma época, Oscar Varsavsky presentaba su libro Ciencia, política y cientificismo, publicado en 1969 y reeditado cinco veces en cinco años (Díaz de Guijarro et al., 2015). Según Cereijido (2000), «en su momento no hubo laboratorio de la Argentina que no discutiera las ideas de Varsavsky» (p. 257). Con aportes variados, como los de un marxismo heterodoxo y sobre todo de las teorías de la dependencia, el matemático sistematizó allí una mirada acerca del cientificismo, concepto que había sido utilizado contra el grupo de Rolando García estando al frente de la facultad. Se trataba de un punto de vista crítico de los modos de realizar ciencia en cuanto estuviera desapegada de la «realidad nacional»: «la ciencia actual no crea toda clase de instrumentos, sino solo aquellos que el sistema estimula a crear» (Varsavsky, 1969, p. 16). Varsavsky y García tuvieron diferencias y discusiones abiertas5. No obstante, ambos se situaron en una misma coordenada ideológica que puso en el centro de la preocupación el aporte de la actividad científica a la salida de la dependencia que se anunciaba como apremiante. En plena guerra fría, se debe considerar que desde el norte global se proponía todo lo contrario: una despolitización de la actividad (Reisch, 2009).
Una mesa redonda organizada en 1971 por el equipo de Ciencia Nueva6 llevó el título de «¿Qué posibilidades tiene el desarrollo científico en la Argentina de hoy?». Uno de los expositores principales fue Rolando García:
La ciencia es hoy un poder demasiado grande, un factor demasiado decisivo en la sociedad para que alguien se permita el lujo de ser investigador puro sin responsabilidad social. La ciencia sin responsabilidad social […] la hemos definido más de una vez como juego intelectual, como arena de un torneo de pedantería con togas académicas, como pasatiempo de élite y como símbolo insolente de diferencias de clase, esa ciencia tampoco nos interesa. (García, 1971, p. 8)
Este es uno de los tantos fragmentos que muestran elementos antielitistas y clasistas en el discurso de García. En la misma intervención planteó que la Argentina era un «país sometido a una doble dependencia», la externa, por el imperialismo, y la interna, por una minoría privilegiada. Postuló que en una situación tal el desarrollo científico era imposible. Orientó sus críticas al concepto mismo de «desarrollo científico», al que emparentó con las políticas desarrollistas, y afirmó su preferencia por el de «política científica nacional». El objetivo no era la ciencia en sí misma, sino «un cambio social profundo» (García, 1971, p. 8). Estas afirmaciones sitúan a García en un posicionamiento afín a los antiimperialismos tercermundistas de la época. La llamada radicalización política –en este caso, desde la izquierda–, junto con la politización de los intelectuales, no fue un proceso sucedido únicamente al interior del peronismo. Pero hacia allí sí se dirigió Rolando García.
Como fue analizado para el peronismo clásico, podría afirmarse la existencia de categorías «hojaldradas» (Quiroga, 2013). En ese sentido, resulta tentador situar sin mediaciones a nuestro protagonista bajo el paraguas de esas nominaciones, que para el período y recorte que nos ocupa serían las siguientes: peronización, radicalización, politización y partidización. Pero preferimos detenernos en su problematización, a los fines de establecer algún uso crítico que nos permita avanzar luego en el recorrido empírico.
El término «peronización» se ha resignificado según el período al que se refiera. En cuanto a la primera década peronista, Quiroga (2013) ha mostrado cómo se lo asoció con el propósito de promover por vía autoritaria la adhesión al liderazgo de Juan Perón y el apoyo al gobierno. En contraste, la dictadura que derrocó a Perón habría intentado «desperonizar» a la sociedad, cuyo apego al peronismo se suponía impuesto de manera forzosa por el Estado.
Al par antitético peronización-desperonización como procesos impulsados «desde arriba», para la década del sesenta le sucedió una mirada que observó la peronización como un fenómeno de cierta espontaneidad: grupos e individuos provenientes de otras tradiciones políticas e intelectuales –en especial, de los sectores medios universitarios– realizaron una relectura del fenómeno peronista y en algunos casos se peronizaron (Anchou, 2007; Barletta, 2000; Barletta y Tortti, 2004; Dip, 2017; Faierman, 2018; Ramírez, 1999; Reta, 2009). Esa mirada fue entredicha por estudios cuantitativos centrados en conflictos callejeros del movimiento estudiantil: el fenómeno del 73, cuando el peronismo regresó al poder, se explicaría por la disrupción y por la intervención del gobierno, y no por transformaciones de mediano o largo alcance. Una vez más, la adhesión al peronismo habría sido provocada por el ejercicio de la coerción estatal (Bonavena, 2014; Califa, 2016; Millán, 2016).
En unos y otros casos, la peronización aparece como categoría analítica usada por los investigadores, ya sea para afirmar o negar su consistencia empírica. No obstante, nos resulta poco productiva la pregunta por la existencia o no de una peronización «desde abajo» si ella se formula en términos dicotómicos o en un terreno meramente cuantitativo. Por disruptiva que haya sido la incorporación al peronismo de ciertos sectores a comienzos de los setenta, el fenómeno no se comprende sin considerar las transformaciones ideológicas e identitarias sucedidas a partir de 1955 con la exclusión forzada de la arena política del partido mayoritario. Por otro lado, que la peronización no sea un proceso puramente espontáneo no debería sorprender: fue una aspiración política del peronismo en la proscripción amplificar su andamiaje. Fueron peronistas, incluyendo a su líder, quienes llevaron adelante acciones en función de lograr acercamientos con sectores que, durante los primeros gobiernos de Perón, y sobre todo en los albores de su derrocamiento, se habían mostrado belicosamente opositores: estudiantes universitarios, intelectuales, profesionales, izquierdas, fracciones de la Unión Cívica Radical, entre otros. Fueron los propios actores quienes observaron y nombraron como peronización esas transformaciones que buscaron fortalecer. Afirmar su existencia no implica aseverar –cual par antitético– que el reformismo universitario pasara a un segundo plano, como ha sido glosado (Califa y Millán, 2023). Más bien interesa anotar las nuevas articulaciones sucedidas entre peronismo y reformismo en las décadas del sesenta y del setenta, en un contexto asociado a la politización y la radicalización.
Según Gilman (2012), la «politización» de los intelectuales derivó en diversas figuras: la del intelectual comprometido podía ceder paso a la del militante o el revolucionario. Así, modificaba la fórmula más conocida de Terán (1991) respecto del pasaje del intelectual comprometido al orgánico, graduando, en términos crecientes de radicalidad, las propuestas teóricas de Sartre y Gramsci. Esa apropiación creativa de Terán es reiterada de manera recurrente por la bibliografía. Vinculada con ella, aparece en el campo de estudios sobre la universidad la diferenciación entre los procesos de politización y de «partidización» (Barletta y Tortti, 2004; Krotsch, 2002). En algunos casos, la diferencia se expresa de modo tal que la politización que dio lugar al intelectual comprometido fue un proceso positivo o al menos tolerable, pero la partidización que expresaría el intelectual orgánico habría llevado a «crispaciones radicales» que atentan contra la «modernización» (Prego, 2006, p. 357) y a la invasión o subordinación del campo cultural por el político (Prego, 2006; Sarlo, 1985; Terán, 1991)7.
Si la radicalización política fue un fenómeno global, interesa aquí observar cómo sucedió ese proceso en ámbitos científicos de la Argentina y en particular en la trayectoria de Rolando García. Desde la historia de la ciencia, Feld (2015) identifica experiencias como Ciencia Nueva o los aportes de Varsavsky como expresiones argentinas de la «radicalización de la ciencia» sucedida a escala planetaria, lo cual le permite distinguirlas de otras perspectivas que evalúa como más «moderadas» (Jorge Sábato, Amílcar Herrera, entre otros). La autora ubica a ambas «vertientes ideológicas» como significados diversos de un mismo proceso de politización, pero solo en las perspectivas «radicales» se sucedería una «integración de la ciencia y la tecnología en la política» (Feld, 2015, pp. 233-234). Aunque Feld no hace un planteo de tipo normativo, según otras variantes historiográficas sobre el período la extrema «radicalización política» habría derivado en una total irracionalidad de las prácticas (Vezzetti, 2009).
Fue a partir de los años ochenta que comenzó a evaluarse la partidización como un exceso que debía ser superado. El propio Rolando García se ocupó de narrar su acercamiento al peronismo de los años setenta como una experiencia que nunca derivó en afiliación partidaria:
Aclaro, para que no haya lugar a dudas desde donde hablo yo, yo me he considerado siempre una persona de izquierda, con cierta concepción del socialismo pero no he militado nunca en ningún partido político. He tomado compromisos políticos, pero sin incorporarme al partido, incluso cuando tomé un compromiso con Perón lo primero que le dije fue: yo no me incorporo al peronismo, yo no me afilio. «No», dice, «eso es lo de menos, lo que interesa es que hagamos planes juntos». Yo he acompañado, no mucho, pero en algunas ocasiones, a movimientos políticos, sin estar totalmente convencido. (García, 1988)
Antes de convertirse en categoría analítica, la idea de partidización aparece en la discursividad de los actores, y sobrevive con el paso del tiempo. Dijo García en 2003:
Nuestras luchas universitarias fueron duras, pero nunca en representación de partidos políticos. Cuando después de unos años volví y vi a la universidad dividida en radicales, peronistas, pensé: «Bueno, se acabó la universidad». (Bär, 2003)
Ello contrasta con afirmaciones de 1973, cuando asumió su pertenencia al peronismo sin rodeos, como veremos más adelante. La perspectiva crítica de la partidización se construyó a posteriori y fue asumida por él, pero también por un amplio espectro de académicos que reivindicaron al reformismo universitario y la «década de oro». Las lecturas del pasado se vieron condicionadas por ese tipo de perspectivas: podía significar que todo lo realizado en nombre de un partido o doctrina no mereciera ser calificado en cuanto propuesta científica, académica o profesional. Tal vez, ello incidió en que múltiples iniciativas científicas y profesionales, políticas públicas y reformas curriculares propuestas por la izquierda del peronismo a comienzos de los setenta no hayan sido objetos de estudio consolidados hasta hace poco tiempo. Politizadas, pero sobre todo partidizadas y radicalizadas, no habría nada específico para analizar en ellas, sino solo una subsunción en el campo de lo político que, se afirma de modo normativo, no debería afectarlas. Sin embargo, investigaciones de largo alcance que dieron lugar a libros y tesis de posgrado en los últimos años muestran que la afinidad partidaria o la participación en experiencias institucionales en contextos de politización, partidización e incluso de violencia política no anulan la posibilidad de analizar proyectos académicos, científicos y profesionales específicos que circularon en la época, algunos de los cuales se comenzaron a implementar con el regreso del peronismo al gobierno en 1973 (Dip, 2017; Faierman, 2019; Friedemann, 2021b; Ghilini, 2022; Meschiany, 2023; Tocho, 2020). Fueron los propios actores quienes evaluaron que sus proyectos tecnológicos, científicos y profesionales no estaban desligados de un posicionamiento político particular, lo cual no resta a priori relevancia, profesionalismo o cientificidad a sus puntos de vista y propuestas específicas8.
Este enfoque no niega que la politización o la radicalización política hubieran sucedido, es decir, que en los años sesenta y setenta la politicidad de las prácticas fuera algo más afirmado que en el pasado y los discursos e ideas fueran menos moderadas9. Tampoco que en ocasiones las urgencias de la política pudieran haber alterado iniciativas científico-tecnológicas. Pero devuelve a los actores la validez de sus perspectivas, su racionalidad. Otras preguntas se habilitan. Ya no se trata de saber en qué medida existió una peronización de los sectores medios, cuánto se radicalizaron los científicos o si la politización llegó a extremos perniciosos para el observador del presente. En cambio, es posible observar acciones específicas en ese contexto en el que ya se discutía acerca de la relación entre universidad y política, y en el que ya se observaba el pasaje al peronismo de un sector de la sociedad. En todo caso, si la peronización era ya observada, ¿nada hizo el peronismo para lograrla? A continuación mostramos que al menos un dirigente peronista vio en Rolando García una oportunidad y así se lo hizo saber a Perón.
García: un «elemento interesante» traído por Villalón (o acerca de cómo estimular la peronización de universitarios)
1968 es un año clave en los procesos globales de radicalización política y movilización social. En mayo estalla el movimiento global de protestas con epicentro en París: Perón está muy atento al Mayo Francés y la rebelión de las juventudes, como se observa en su correspondencia. Solo dos años nos separan del Rolando García que resistió a los bastonazos en nombre de la «modernización universitaria», aquella que prohibía a cualquier peronista ingresar al cuerpo de profesores. Ahora, en una hibridación típica de los cruces de fronteras, algunos sectores del reformismo universitario (los menos antiperonistas) y otros del peronismo (sus expresiones de izquierda menos antirreformistas) comenzarían un diálogo que culminaría en una convergencia parcial hacia 1973. El acercamiento de García a Perón resultaría paradigmático de las nuevas articulaciones sucedidas, sobre todo desde 1968, entre tradiciones político-intelectuales antes más alejadas.
Vayamos al archivo. En mayo de 1968, un dirigente del peronismo le envió una carta a Perón desde París, en plena revuelta. Héctor Villalón10 le escribía con frecuencia y también lo visitaba en Puerta de Hierro. Pero en esta oportunidad se disculpó por no poder visitarlo personalmente, ya que consideraba de mayor importancia seguir de cerca lo que consideraba «una verdadera acción revolucionaria de masa» (Villalón, 30/5/1968). Impactado por los acontecimientos parisinos, le informó a Perón que quien lo visitaba era su esposa radicada en Ginebra. A la dirección ginebrina, a nombre de Irene Liberman, podía responderle Perón, si deseara.
En otra del mes de julio, Villalón presentó a Rolando García con Perón:
El Dr. Rolando García, figura de prestigio en los medios Universitarios de nuestro país lo visita con el animo de saludarlo, conocerlo personalmente y cambiar algunas impresiones sobre el estado actual de nuestra patria. [sic] (Villalón, 18/7/1968)11
La visita de García a Perón es visualizada por Villalón como una acción política de importancia:
Tengo la seguridad de que la entrevista servirá para que muchos conciudadanos nuestros, que actúan y luchan en la medida de sus posibilidades en los medios culturales de nuestra patria y en el extranjero, puedan saber la verdad de su pensamiento patriotico y su fuerte voluntad de todo hacer para que la suma de los esfuerzos, permitan redimir a nuestro pueblo del ultraje a que se ve expuesto por la acción de la oligarquía y los imperialismos. [sic] (Villalón, 18/7/1968)
Si una entrevista privada de Perón con García se supone útil a los fines de que el «verdadero» pensamiento del líder justicialista sea conocido por la ciudadanía, y en especial la que actúa en «medios culturales», es porque García es visualizado como un potencial emisario de ese mensaje. La bibliografía se ha ocupado en forma reiterada del proceso de peronización de los sectores medios. Pero poco ha atendido a que esa peronización fue parte de un proyecto político que requería acciones y tareas específicas.
En el archivo del Instituto Hoover, California, donde se encuentra buena parte de la correspondencia de Perón conservada en Madrid, puede leerse un documento anónimo titulado «Plan de activacion y reorganizacion del movimiento peronista» [sic], adjudicado por error a Arturo Jauretche (Anónimo, s/f). Un trabajo crítico sobre los materiales, gracias a la consulta exhaustiva de la colección y el acceso a los originales, llevó a concluir que este «Plan» fue escrito por Héctor Villalón (Friedemann, 2023).
El «Plan», enviado a Perón entre junio y octubre de 196812, contiene propuestas que involucran al dirigente justicialista a los fines de incrementar los niveles de movilización de la militancia peronista. También se propone «actualizar la figura del líder» a través de una agenda de trabajo nacional e internacional con el objetivo de sumar apoyos al peronismo en una actitud frentista. Incluye un diagnóstico según el cual «lo mejor de la intelectualidad» tuvo que emigrar hacia el extranjero a causa de la dictadura. Se los caracteriza como «elementos que se definen como “progresistas sin partido”»:
La palabra del Lider, sus escritos traducidos en varios idiomas, y todo lo haga al accionar Peron debe contar con el apoyo de esta intelectualidad mitad cristiana mitad izquierda nacional –todos progresistas– para crearle a nuestros enemigos nuevos frentes de lucha […]. [sic] (Anónimo, s/f)
Al final del documento se incluye un cuadro donde se sintetizan las propuestas, entre ellas que Perón se entreviste con diversas personalidades. Allí aparece Rolando García: «una de las figuras intelectuales mas importantes» [sic], «que ejerce una gran influencia sobre casi todos».
Para sintetizar lo que ya es evidente, en los dos textos de mediados de 1968 (la carta de Villalón y el documento anónimo escrito por él) aparece la propuesta de que Perón entreviste a García con motivos similares. Aunque no podemos asegurar que fuera el único que lo promovió, las gestiones de Héctor Villalón dieron resultado muy rápido: la primera reunión registrada de García con Perón data de 1968 (Basualdo, 1972; Chávez y Puente, 2010). Otra visita más conocida fue la de 1972, cuando el líder lo ungió como presidente del ct.
La bibliografía no se ha ocupado hasta ahora de los modos en que se realizó el acercamiento entre Rolando García y Perón. Una ficha con el domicilio ginebrino de Rolando García se resguardó en el archivo personal de Perón en Madrid, indicando que se trataba de un «elemento interesante» enviado por «Pájaro Loco»13. «Pájaro» era el sobrenombre de Villalón14. ¿Cómo surge el vínculo entre ambos? Existe un punto que conecta a las familias García-Ferreiro y Villalón-Liberman: la ciudad de Ginebra. García emigró allí junto con su pareja Emilia Ferreiro, y ambos quedaron vinculados con el Instituto de Epistemología Genética de Piaget. Ya vimos que la esposa de Villalón visitó a Perón cuando estaba radicada en esa misma ciudad. El propio Villalón, en una declaración judicial de 1966, cuando estuvo preso, afirmó tener allí un local comercial y la residencia de su esposa con sus hijos15. Por tanto, a la pregunta de cómo sucede el acercamiento de García al peronismo, se debe considerar la dimensión territorial, pero también la figura del intermediario (Lichtmajer, 2023; Lichtmajer y Pulfer, 2023).
Algo de relevancia tuvo para Perón la iniciativa de Villalón; califica a García como un «elemento interesante». Desde que esa ficha fue escrita hasta que se conformó el Consejo Tecnológico pueden haber mediado una cantidad inestimable de conversaciones. Lo cierto es que hay dirigentes del peronismo que escriben planes o llevan adelante tareas en función de determinados propósitos: uno de ellos es lograr el acercamiento de los sectores medios al peronismo, en especial universitarios, profesionales e intelectuales16. Según testimonios cercanos a García, fue Perón quien lo llamó. Desde la mirada de Perón, García era un elemento interesante traído por Villalón. Ninguno miente, pero las fuentes se complementan y nos acercan a un panorama más completo. García cruzó una frontera al integrarse al justicialismo. Pero no lo hizo solo. Lo que la bibliografía ha llamado en forma recurrente «peronización» fue también una apuesta política del peronismo para luchar contra la proscripción, ampliar sus bases de apoyo y eventualmente regresar al gobierno. En tanto proyecto o tarea, ciertos actores podían evaluarse como claves para llevarla adelante. Ese fue el caso, sostenemos, de Rolando García. A su vez, García puede haber visto en las transformaciones del peronismo, y en el desarrollo de un sector de izquierda, la oportunidad de retornar al país y hacer un aporte al proceso revolucionario que se anunciaba.
Rolando García en la izquierda peronista
El nacimiento del ct del Movimiento Nacional Justicialista presidido por García fue fechado el 14 de julio de 1972 y Ciencia Nueva definió publicar su documento fundacional en su número 18. El texto articulaba elementos de la tradición de izquierdas con la identidad peronista. La «Doctrina Justicialista» se traducía en el propósito de construir el «Socialismo Nacional», el cual se definía por «la supresión de todo sistema basado en la explotación del hombre trabajador por minorías privilegiadas» y por la extirpación de «las raíces del sistema capitalista». Según el grupo, la ciencia y la tecnología debían considerarse «recursos que el país debe movilizar para ponerlos a disposición del pueblo argentino a fin de modificar sus condiciones de vida», lo cual se insertaba en la «lucha por la liberación nacional […] encaminada a cortar las relaciones de dependencia». Se anunciaba la puesta en marcha de mecanismos para la identificación de problemas a solucionar y la conformación de «grupos interdisciplinarios que se aboquen al estudio de su solución»17 (Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista, 1972, pp. 26-27).
En el número 20 de la misma revista, Mario Bunge utilizó el espacio de lectores para mostrar su disconformidad con la publicación del texto fundacional del ct. Bajo el título «Peronismo y ciencia», descargó contra las políticas universitarias y científicas del primer peronismo, vinculó al peronismo con el nazismo, concluyó que nada tendría que aportar en materia científica al regresar al gobierno y presagió una nueva «fuga de cerebros». Pero el centro de la crítica tenía que ver con una mirada instrumental respecto de la ciencia y el conocimiento que observaba en su adversario (Bunge, 1972, p. 60).
En el número 22, Rolando García le respondió punto por punto. Lo caracterizó como un «gorila en estado puro»18, «una especie en vías de extinción». Respecto de la acusación de dirigismo de la actividad, García afirmó que la libre iniciativa científica era un mito ya desterrado: «la investigación está menos dirigida por la libre inspiración que por la distribución de recursos financieros». Y frente a la caracterización que hizo Bunge del movimiento peronista respondió con el siguiente fragmento:
Quienes estamos en el Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista pensamos que el peronismo produjo una revolución social que abrió la única posibilidad que se haya dado en el país de un movimiento masivo netamente antiimperialista, antioligárquico y antiliberal. El peronismo inicia un proceso cuya culminación está bien clara, por lo menos para la juventud peronista, para los obreros comprometidos en la lucha y para el Líder del Movimiento: instaurar en el país una sociedad socialista con definidas características propias, nacionales o, si se prefiere, argentinas. (García, 1973)
La conflictividad al interior del peronismo era innegable, y Rolando García se ubicaba a la par de la «juventud peronista» y el llamado sindicalismo combativo, con la mira puesta en la construcción de una sociedad socialista «con características propias».
Un documento del ct, titulado «Bases doctrinarias para los trabajadores técnicos y de planificación» y destinado a quienes se encargarían de «la elaboración de un programa de gobierno» dejaba en claro que el contenido de ese programa debía surgir «de la inspiración de la doctrina justicialista» y en vistas de la construcción del «socialismo nacional». Todo ello, en función de lograr el «fin supremo del Movimiento»: «la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación», como lo había postulado Juan Perón años atrás. A su vez, sostenía que la doctrina peronista, ni dogmática ni sectaria, requería una actualización permanente. La afirmación del liderazgo de Perón en dicho proceso era reiterativo, junto con el objetivo de construir una «sociedad socialista» desde una «perspectiva revolucionaria» (Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista, s/f).
Según prensa de la época, en marzo de 1973 Rolando García propuso la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología. El ct, formalmente incorporado a la estructura justicialista, manifestó que la nueva cartera estaría destinada a romper con la situación de dependencia tecnológica que a su vez era resultado de una política científica nacional desvinculada de la estructura productiva. Organismos como el Conicet pasarían a integrarse al ministerio, cuya ubicación en el gabinete nacional resultaría estratégica para evitar que «los esfuerzos en investigación o recursos financieros [estén] orientados a satisfacer requerimientos […] originados por centros de investigación con sede en las grandes potencias» («Rolando García propone…», 24/3/1973, p. 15). Según observaba en esa misma nota el diario La Opinión, «para imponer la propuesta también será necesario remontar las instancias internas del movimiento peronista». Mencionaba los diferentes grupos que aspiraban a incidir en el rumbo científico-tecnológico del nuevo gobierno, entre los cuales dos parecían llevar la delantera: el ct de Rolando García y el Consejo de Planificación de Leopoldo Frenkel, este último «ligado a la superestructura política y sindical del peronismo (Antonio Cafiero, Alfredo Gómez Morales)». Al ct, en cambio, se lo ubicaba junto a los «sectores radicalizados de la juventud peronista, y su hegemonía en el proceso dependerá de la disputa interna en el justicialismo».
En el mes de abril, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (far) y Montoneros –que estaban en proceso de unificación– elevaron a Perón un listado con propuestas y ternas para cubrir el organigrama estatal, donde sobresalen figuras ligadas al ct de Rolando García, al Comando Tecnológico de Licastro, a los Equipos Político-Técnicos de la Juventud Peronista, a redes profesionales como las ex-Cátedras Nacionales o la Agrupación de Abogados Peronistas, intelectuales, curas tercermundistas y otras personalidades afines a la izquierda peronista. El Consejo de Planificación encabezado por Leopoldo Frenkel, en cambio, aparece allí vetado. En dicho listado, Rolando García es propuesto para ocupar el cargo de ministro de Obras y Servicios Públicos y pueden contabilizarse allí otros nueve integrantes del ct como candidatos a ocupar diversos cargos19.
También es de abril de 1973 la conformación de la Juventud Universitaria Peronista como frente de masas impulsado por Montoneros. Cámpora ya había ganado las elecciones y faltaba un mes para asumir la presidencia. En una conferencia de prensa, la agrupación afirmaba que la «única vía para la recuperación definitiva del poder» era la «guerra popular revolucionaria». Allí estuvo presente Rolando García: afirmó que traía el apoyo del ct, el cual, dijo, «coincide con los objetivos de la jup» («Bases de la Juventud Universitaria Peronista, 24/4/1973»). La incorporación de García al peronismo, su peronización, se realizaba a través de una zona político-ideológica particular dentro del universo peronista, aquella que a partir del 25 de mayo de 1973 se le presentaría el desafío de aprovechar la inserción lograda en el Estado.
Ese día, cuando Cámpora asumió la presidencia, el ct presidido por García ya había elaborado numerosos documentos con propuestas para las diferentes áreas de gobierno. En su discurso, el presidente anunció la creación de un Ministerio de Ciencia y Técnica, lo que finalmente no sucedió. Según Feld (2015), todo parecía indicar que Rolando García asumiría a cargo del nuevo organismo que centralizaría toda la actividad científica y tecnológica. En agosto de 1973 el ct todavía insistía en ese proyecto (Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista, 1973a).
Las expectativas del grupo no se cumplieron. No hubo ministerio para García y los cargos ocupados alcanzaron las instancias provincial y universitaria, pero no nacional. Desde la mirada retrospectiva de un peronista más «ortodoxo», Leopoldo Frenkel (que asumió en 1973 como intendente de la Capital Federal), cuando Cámpora invitó a los referentes de los equipos profesionales «no fue posible llegar a un programa común». El problema habría sido que Rolando García sostenía «una propuesta completamente utópica»: la «estatización de las unidades productivas que proporcionaban bienes de consumo masivo» (Fernández Pardo y Frenkel, 2004, p. 152). Un trabajo de investigación centrado en el Consejo de Planificación de Frenkel muestra que el semanario Última Clave, en una inclinada preferencia por este grupo, juzgaba ya en ese entonces a Rolando García como «un advenedizo, un “paracaidista”, un marxistoide bizantino y poco conocedor de la política práctica» (Denaday, 2018, p. 62).
Sin embargo, varios de los miembros del ct comenzaron a ocupar cargos universitarios y en algunos ministerios del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. En la Universidad de Buenos Aires, García incidió en el nombramiento de varios decanos, y un militante del ct, Iván Chambouleyron, fue nombrado rector de la Universidad Tecnológica Nacional20. Rolando García asumió la «Asesoría Provincial de Desarrollo».
En el Conicet, donde este grupo de científicos esperaba ejercer cierta influencia en las nuevas directrices, se realizó en junio de 1973 una asamblea de 150 investigadores y becarios en la que pidieron la intervención del organismo, que continuaba funcionando con autoridades nombradas durante la dictadura. En respuesta sucedió lo que Nievas (1999) caracterizó como «toma preventiva»: la Alianza Libertadora Nacionalista ocupó las instalaciones para intentar evitar que las designaciones recayeran sobre la izquierda del peronismo. Allí colocaron dos carteles: «conicet tomado por JP. No entrarán ni gorilas ni marxistas» y «Alianza Libertadora Nacionalista con la toma por Perón. No a Rolando García ni a su comparsa troska» («Ocupó el conicet…», 6/6/1973; «Ocupó ayer un sector…», 6/6/1973).
Pocos meses después, las autoridades interventoras de la rebautizada Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires decidieron nombrar a Rolando García como profesor honorario de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. La resolución se fundamentaba en la «relevante tarea realizada por el Dr. García como profesor y decano de la misma», así como la «identificación del citado profesor con las luchas de nuestro pueblo por su liberación y su contribución a estas con la organización y dirección de equipos tecnológicos […]»21. Se reivindicaban dos momentos en la trayectoria de García: no solo su participación contemporánea al frente del ct peronista, sino también su actuación como decano durante la experiencia reformista.
Tuvo que abandonar su cargo provincial en agosto de 1973, en una primera crisis que enfrentó el gobernador Bidegain. Si bien el alejamiento de García se justificó por su «ideología izquierdista», su reemplazante fue Daniel Vaca Narvaja, militante montonero y pareja de Gloria Bidegain, la hija del gobernador (Bustingorry, 2018; Tocho, 2020).
Rolando García regresó a Ginebra gracias a la intervención de Piaget y alrededor de 1980 se radicaría en México. Pero las actuaciones de García durante los años de represión y dictadura han sido poco consideradas. En 1977 participa de la conformación del Movimiento Peronista Montonero (mpm) en Roma, a través de la «Rama de Intelectuales, Profesionales y Artistas», cuyo secretario general fue Rodolfo Puiggrós (Acha, 2006; Confino, 2018). Al respecto resulta un hallazgo el testimonio obtenido por Hernán Confino:
Rolando García participó a fondo, estuvo con nosotros en las reuniones y se decidió a pertenecer al MPM. Incluso en una reunión clandestina que tuvimos en España, García y yo fuimos designados para redactar el reglamento del MPM. Estábamos en un convento muertos de frío en España, pasando como un grupo de argentinos que veníamos a un retiro espiritual, trabajando en el reglamento, una cosa complicadísima por la connotación política que tenía cada palabra. (César Calcagno en entrevista con Hernán Confino, 2018, p. 72)
De todos modos, la experiencia no habría resultado del todo fluida:
Montoneros siempre tuvo esa idea de hegemonía: todos estamos acá pero nosotros conducimos, nosotros le damos la impronta […] Por ejemplo, con Rolando García, que […] venía de otra formación, de otro nivel. Había trabajado en el exterior con un nivel científico y académico extraordinario y vino generosamente y se puso a discutir política con nosotros, con todos, para poder crear una herramienta y estaba de acuerdo con todas estas cosas. Pero cuando un día vos le decís «pero esto es MPM, Firmenich esto y lo otro, la conducción es de Montoneros», llega un momento en el que hay un choque. Porque cuando vos hacés una organización de tipo frentista y ponés parte de tus deseos y de tus posiciones, cedés parte. Si no cedés nada, entonces cuando vos te das cuenta, Rolando puede haber dicho, ponele, «yo voy a estar en un lugar donde mi presencia va a servir para que mi nombre le dé cierto nivel de apertura pero no voy a poder lograr que se tengan en cuenta mis posiciones en algunos temas, temas concretos». (Calcagno en entrevista con Hernán Confino, 2018, p. 72)
Hay testimonios que indican que el vínculo de García con Montoneros no era nuevo. Según Roberto Lugo la relación desde el ct había sido «bastante estrecha»: «era una relación directa de Rolando con los Montoneros secreta, después se fue haciendo cada vez más explícita»22. Inés Carazo23 narra que se reunió desde far (y Montoneros luego de la unificación) con Rolando García: «él me entrega algunas cosas para que nosotros lo revisáramos, escribiéramos y opináramos». Por su lado, documentos internos del ct muestran una inserción explícita en la «tendencia revolucionaria» o el «peronismo revolucionario», una decisión de colaborar con la revista El Descamisado y con unidades básicas como el Ateneo Evita del barrio de Belgrano24 (Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista, 1973b).
No alcanzan estas definiciones para inferir que el compromiso de García con la organización Montoneros hubiera trascendido el lugar de periférico o la actuación desde un «frente de masas». Pero sí para ubicarlo, como lo haría el propio García en 1984, en una misma zona político-intelectual, la de la izquierda peronista que hegemonizaba esa organización. Respecto del vínculo con las guerrillas, Carazo afirma: «La gran verdad es que Rolando Víctor García era de los que no estaba de acuerdo con el tema de la lucha armada pero sí estaba en contra de cualquier dictadura militar. Entonces le parecía bien que en ese momento la guerrilla apoyara la democratización»25.
Durante la última dictadura (1976-1983), adherir a ese sector del peronismo iba a requerir de otros andamiajes. Ernesto Jauretche, que participó en la misma reunión en España referenciada más arriba, confirma que Rolando García se sumó a la Rama de Intelectuales, Profesionales y Artistas del mpm, que en efecto fue una iniciativa frentista que sirvió para incorporar a figuras de prestigio periféricas a la organización: una adhesión que de alguna forma se había ensayado en el 73 por medio de los «frentes de masas», pero ahora a través de una estructura política diferenciada de la orgánica justicialista26.
Conclusiones
La historia de la universidad y de los intelectuales tiene la particularidad de ser escrita por universitarios e intelectuales. Al decir del antropólogo Sergio Visacovsky (2005), el «temor a escribir sobre historias sagradas» puede presentarse cuando el investigador comparte con los «nativos» un mismo ámbito de prácticas y valores profundamente enraizados que dieron lugar a una «narrativa oficial».
Si hay historias sagradas en la historiografía de la universidad pública argentina son la de la Reforma del 18, por un lado, y la de la llamada «década de oro» –que levantó sus banderas– por el otro. Desde mediados del siglo xx el movimiento reformista tuvo sus desencuentros con el peronismo, pero también sufrió fracturas internas, algunas de las cuales llevaron a que reformismo y peronismo universitario se articularan de forma novedosa. Ello sucedió a la par del desarrollo de la izquierda peronista universitaria de los años sesenta y setenta, sector del peronismo que mejor podía dialogar con el reformismo por su impulso a la participación política estudiantil y el cogobierno.
Sin embargo, desde los años ochenta se fue configurando un modo de narrar el pasado desde el campo académico que Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga (2006) han caracterizado por su «estrategia democrática». A partir del nuevo binomio autoritarismo/democracia, y en el contexto de un nuevo gobierno constitucional –que hizo de la democracia su principal bandera pero que dio lugar a la tan mentada «teoría de los dos demonios»–, el pasado setentista fue siendo relegado al lugar de lo irracional y lo oscuro, lo que debía quedar atrás. En el caso del pasado universitario, un contexto de despolitización y crítica de la partidización de la política universitaria le devolvió hegemonía al relato reformista. Si Rolando García era ya una figura mítica y sagrada, ello se debía a su resistencia a los bastonazos de Onganía y de ningún modo por haberse acercado al «montonerismo» de los años setenta.
Rolando García es recordado como el mayor protagonista de la universidad reformista de la década del 55. Pero su trayectoria no está exenta de lo que la bibliografía llamó de manera recurrente «peronización» para referirse a ciertas transformaciones de los sectores medios en su acercamiento al peronismo, en un contexto también caracterizado por su politización y radicalización.
Siguiendo la perspectiva del propio García, su lectura respecto de lo que significó su vínculo con el peronismo fue variable. Su participación sin rodeos en el peronismo de los setenta, aunque inmerso en su ala izquierda, contrasta con su mirada retrospectiva que, a finales de los ochenta, se detenía a aclarar que nunca se había afiliado al justicialismo: no se había partidizado. Respecto de la peronización, propusimos analizarla a su vez como un proyecto político de dirigencias y militancias peronistas. El hecho de considerarla como una apuesta o tarea política, implica poner el foco, no solamente en aquellos que se habrían peronizado, sino también en quienes llevaron adelante acciones en función de los propósitos de amplificar el peronismo. La aparición del nombre de Rolando García en un «Plan de Activación y Reorganización del Movimiento Peronista» de 1968, como sugerencia para que Perón se entreviste con él, no confirma ni refuta posibles especulaciones acerca de quién tuvo la iniciativa respecto de ese encuentro, o sobre los motivos que llevaron al científico a integrarse de manera orgánica al peronismo. Pero García es visto allí como un factor influyente para cambiar la perspectiva de ciertos sectores respecto de la mirada de Perón, que en ese momento difundía su propuesta de «socialismo nacional», más allá de lo que ello significara. La inserción de García en el peronismo se realizó de la manera en que fue posible según reelaboró sus propias tradiciones políticas e intelectuales en los años sesenta. Los conflictos que suscitó al interior de su red de sociabilidad no impidió que buena parte de sus integrantes lo acompañaran en el proyecto del 73 mientras otros se distanciaban.
Es claro su liderazgo sobre una red de científicos y profesionales que se cohesionó en el Consejo Tecnológico y a la vez se insertó en la izquierda peronista. Este sector sería desplazado de forma temprana: quienes ejercieron algún cargo institucional, ya sea en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, o en las universidades intervenidas, tuvieron que dimitir y comenzaron a recibir amenazas. La derrota implicó para García mucho más que un nuevo exilio. No fue un mero retorno a la actividad científica al lado de Jean Piaget. No fue un retiro de la gestión y de la política que lo llevaría a hacer lo suyo, la ciencia, al resguardo de la política. Sino que en 1977, después de aquella derrota, se definió por participar, al menos en una reunión, y tal vez como encargado de redactar un documento, de la conformación del Movimiento Peronista Montonero. ¿Deberíamos por ello introducir la noción de «montonerización» en la trayectoria de García? El acercamiento a Montoneros en 1977 es un punto de llegada de un proceso cuyo comienzo se podría fechar, de manera arbitraria, en 1968, cuando decidió acercarse a Puerta de Hierro y conversar con el general exiliado. Pero esos puntos fijos no son más que otras tantas aperturas y cierres de una trayectoria siempre dinámica, que, al desplegarse, no se pregunta cómo será narrada en un futuro incierto.
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Notas