Resumen: Nos proponemos comprender la experiencia de El Surco del Oeste, un colectivo de comunicación y educación popular que busca producir en forma colectiva materiales de comunicación en el Centro Cultural y Social El Birri (Santa Fe). En tanto educadores populares integrantes del colectivo, analizamos los espacios de taller realizados durante 2017 y 2018 –en los que el colectivo se propuso producir en forma colectiva esténciles y spots radiales– para identificar las condiciones grupales y materiales y las estrategias desarrolladas. Identificamos que las tensiones que se establecen entre el horizonte de los procesos de educación popular y la producción colectiva de materiales de comunicación popular son constitutivas de la experiencia y explican nuestro particular estilo de producción: el collage.
Palabras clave: comunicación popular - educación popular - creación colectiva - taller - collage.
Abstract: We propose to understand the experience of El Surco del Oeste, a communication and popular education collective that aims to collectively produce communication materials at Centro Cultural y Social El Birri (Santa Fe). We analyzed the workshop spaces held during 2017 and 2018 –in which the collective set out to collectively produce stencils and radio spots– to identify the group and material conditions and the strategies developed. We identify that the tensions that are established between the objective of popular education processes and collective production are constitutive of the experience and explain our particular style of production: collage.
Keywords: popular communication - popular education - collective creation - workshop spaces - collage.
En este trabajo analizamos la experiencia de El Surco del Oeste, que integramos en tanto educadores populares. El Surco se define como un colectivo de comunicación y educación popular que busca producir en forma colectiva materiales de comunicación en el Centro Cultural y Social El Birri, una organización social que funciona en una ex estación ferroviaria ubicada en San Lorenzo, un barrio empobrecido de la ciudad de Santa Fe. La experiencia tiene como antecedente los talleres de comunicación comunitaria realizados entre 2010 y 2012 en una escuela de oficios del barrio en el marco de actividades de extensión universitaria desarrolladas por el Equipo de Medios del Área de Comunicación Comunitaria de la Facultad de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER)1. Constituido como colectivo desde 2012, hemos editado cuatro revistas, realizado fanzines y podcast radiales, acompañades por otros materiales como esténciles y micros audiovisuales, así como por la organización de eventos culturales y viajes. En este trabajo ponemos el acento en los espacios de taller realizados durante 2017 y 2018, años en los que quienes participamos en calidad de educadores populares nos conformamos como equipo de trabajo que continúa hasta el presente.
Partimos de la búsqueda por narrar la propia experiencia, aunque también buscamos ir más allá de un mero ordenamiento de información o la recuperación de determinado dato o anécdota: se trató de una apuesta por producir reflexiones a partir de la propia práctica que signifiquen un aporte al campo de acción y reflexión de la educación y la comunicación popular en América Latina. Entre los interrogantes que guían el trabajo, nos preguntamos por las condiciones de producción, los obstáculos y las estrategias de trabajo que marcaron los procesos de educación y comunicación popular del colectivo y por los sentidos que se construyen en El Surco en torno a la comunicación popular y la producción colectiva.
Las prácticas de registro, que como educadores hemos realizado con diferente periodicidad y compromiso, han sido insumo para este análisis, que a su vez permitió rastrear y ordenar el material disperso. Trabajamos con diferentes tipos de documentos, entre los que identificamos, por un lado, estos registros producidos a partir de la participación en los talleres y en las reuniones de coordinación y, por otro lado, intercambios informales realizados por diferentes medios (correo y redes sociales) que no fueron constituidos en tanto registros propiamente dichos pero que aquí recuperamos como insumo de análisis. Un tercer tipo de documentos se constituyó a partir de dos textos que, basados a su vez en registros del colectivo, ya han reflexionado sobre la experiencia: una tesis realizada en 2013 por dos educadoras de El Surco del Oeste que se propuso reconstruir el proceso de producción de la primera revista, y el texto de una exposición que el grupo realizó en unas jornadas universitarias sobre radio en 2019. Analizamos estos materiales, de diferentes grados de abstracción, acudiendo a aportes de la etnografía como método (Guber, 2011).
Las condiciones estructurales y coyunturales que marcaron la realización de esta sistematización se relacionan con la situación de aislamiento y distanciamiento social en Argentina que, en el marco de la pandemia del COVID-19, ha imposibilitado la realización de los talleres de El Surco del Oeste. Esta situación atípica, a su vez, permitió que les educadores dispongamos del espacio y el tiempo que ha requerido este análisis.
El artículo se estructura de la siguiente manera: a continuación de esta introducción presentamos algunas discusiones conceptuales y aportes del campo de la educación/comunicación y la comunicación comunitaria y popular con los que hemos dialogado a lo largo del trabajo. En el tercer apartado, en primer lugar, historizamos la experiencia para luego detenernos en las condiciones, los obstáculos y las estrategias desarrolladas en los talleres durante el período estudiado. A modo de cierre, sostenemos que el desarrollo de El Surco se caracteriza a partir de las tensiones constitutivas de la experiencia entre las dinámicas y los objetivos de un taller de educación popular y el horizonte de producción de un medio de comunicación popular.
Escribimos recuperando aportes y buscando contribuir a dos campos en constante construcción y estrechados entre sí: el de la educación/comunicación y el de la comunicación comunitaria y popular. Se trata de espacios de producción y apropiaciones teóricas desplegadas fundamentalmente desde las décadas del ‘60 y ‘70 a partir de una amplia tradición de experiencias desarrolladas en América Latina en espacios no académicos o con relaciones incipientes con la academia. En primer lugar, en tanto espacio teórico transdisciplinario en construcción, la educación/comunicación refiere a la articulación entre los procesos y prácticas sociales de formación de sujetos y subjetividades, por un lado, y los procesos y prácticas de producción de sentidos y significaciones, por otro (Huergo, 2011). Esta perspectiva –en vinculación y en tensión con otras tradiciones referenciadas como comunicación educativa, educomunicación y Educación en Comunicación (Morabaes, 2008)– parte de entender que la educación no puede ser concebida en forma desvinculada de la comunicación y viceversa, así como de considerar que esta articulación tiene implicancias transformadoras para les sujetos involucrades. Supone, entonces, el abordaje de los procesos educativo-comunicacionales reconociendo sus dimensiones políticas, históricas y epistemológicas, frente a una tendencia instrumental, tecnicista e informacional que entiende la comunicación como un dispositivo tecnológico para el cumplimiento de fines pedagógicos (Huergo, 2011)2.
Por su parte, la comunicación popular, comunitaria y/o alternativa se ha nutrido de experiencias que también han sido nombradas y se han llamado a sí mismas a partir de otras terminologías: comunicación para el desarrollo, participativa, alternativa, del buen vivir, educativa, ciudadana, por mencionar algunas (Alfaro, 2002; Barranquero, 2012; Fasano, 2011; Krohling Peruzzo, 2008; Mata, 2011; entre tantos otros). Aunque consideramos que cada uno de estos conceptos tiene diferentes implicancias epistemológicas y políticas, a grandes rasgos podemos señalar que remiten a experiencias orientadas a incentivar a través de prácticas comunicativas las potencialidades emancipatorias de diversos grupos sociales, especialmente de aquellos en situación de vulnerabilidad social y política, por lo que se trata de un concepto en definición y que debe construirse en relación con las prácticas y los actores que participan de ellas (Fasano et al., 2019).
Para la comprensión de nuestra experiencia, interesa destacar la interlocución que ambos campos han sostenido con los aportes fundantes de la pedagogía de Paulo Freire (1973) y el campo de acción y reflexión de la educación popular. La educación liberadora postula el vínculo entre las prácticas pedagógicas y la emancipación política, considerando que sólo se constituye un verdadero aprendizaje a través de un proceso que parte del rechazo a la división jerárquica entre educadores y educandos. En este sentido, se valora el diálogo en tanto encuentro recíproco entre sujetos para la transformación del mundo desde la praxis, entendida según la perspectiva gramcsiana como lugar de síntesis entre la teoría y la práctica (Freire, 1973). El carácter crítico y liberador del diálogo supone, entonces, más que un simple llamado a la reflexión como ejercicio intelectual e implica una movilización a la acción, al compromiso de les dialogantes con la transformación individual y social.
Si, como señala Freire (1973), a las diferentes concepciones de educación les corresponde una práctica de comunicación, las experiencias de comunicación popular apuestan al diálogo y la participación en tanto procesos que deben buscarse y estimularse con creatividad (Kaplún, 1985). Se trata de prácticas que trabajan en torno al reconocimiento de los diversos saberes y experiencias de les participantes, lo que a su vez no significa desconocer el conflicto como un elemento propio de las interacciones humanas (Prieto Castillo, 2010). En este sentido, de acuerdo a la perspectiva con la que nos interesa dialogar, es en el propio diálogo donde se producen transformaciones subjetivas y de la vida social y se construye comunidad (Fasano et al., 2019). Esto último implica, como hemos mencionado arriba, trabajar en torno a una concepción de la comunicación como proceso: que excede las técnicas o los medios, lo que equivaldría a desconocer la materialidad histórica de las mediaciones discursivas en que ella se produce (Martín Barbero, 2002).
Entre los elementos que se han asociado a las experiencias de comunicación popular que nos interesa destacar, se encuentra el interés por trascender la construcción del mensaje a cargo de un individuo que responde al estereotipo del profesional liberal y/o concentra determinadas competencias. En cambio, se propone la construcción participativa y deliberada de mensajes colectivos, que asumen un punto de vista situado y ligado a intereses y proyectos populares concretos sin ninguna pretensión de objetividad como la predicada por los medios masivos de comunicación (Gatti y Bermúdez, 2010). En esta línea, también nos interesa recuperar otros aportes sobre creación colectiva, entendida en tanto proceso de creación que se realiza «de forma conjunta entre individuos que son diferentes, pero que comparten sentimientos, principios, estilos y experiencias comunes» (Marín García, 2008: 9). Esto significa una redefinición de lo que se entiende por creación, así como el cuestionamiento de la figura del autor como creador único y exclusivo.
3.1 Hacia una historización de la experiencia
En el marco del proyecto de extensión que referenciamos –los talleres en la escuela de oficios de barrio San Lorenzo que se constituyeron como el germen de El Surco y en los que algunas de las personas que actualmente participamos nos formamos como educadoras populares– partieron de la preocupación por el modo en que desde los medios masivos locales era nombrado el barrio, ubicado en el oeste empobrecido de la ciudad de Santa Fe3.
Atendiendo a la idea de que los medios sólo adquieren sentido en un contexto sociocultural e histórico que habilita, consume y reproduce sus discursos, estas primeras iniciativas extensionistas partieron de identificar el modo en que el Oeste es escenario frecuente de noticias sobre hechos delictivos y de violencia, al tiempo que les principales implicades como víctimas y/o victimarios suelen ser les jóvenes, lo que estigmatiza a estos sectores sociales y habilita acciones de violencia institucional y represión policial. El objetivo inicial de los talleres en la escuela, entonces, se conformó en torno a uno de los elementos que luego seguimos teniendo como propósito de El Surco del Oeste: incluir la propia palabra de les jóvenes del barrio a partir del protagonismo en procesos de formación en comunicación para la producción de materiales sobre temáticas de su interés, considerando aquellos problemas que aparecen en la agenda mediática, así como otros contenidos que quedan al margen. Otro elemento que configuró esas primeras experiencias, e identificamos como una persistencia desde entonces, es la recurrencia a la metodología de taller, en tanto espacio de diálogo de saberes que propicia la participación y la construcción de relaciones horizontales como condición de posibilidad de todo proceso de producción de materiales comunicativos.
Como resultado de esos años de trabajo en la escuela, se conformó un grupo con deseos de continuar compartiendo espacios de encuentro y formación en comunicación más allá de los plazos y modos de funcionamiento propios de los proyectos de extensión universitaria y las instituciones educativas (Marioni y Schmuck, 2014). Así, con el objetivo de realizar en forma colectiva una producción gráfica de comunicación popular nació la Revista El Surco del Oeste, cuyo proceso de producción comenzó a tener lugar en talleres periódicos en El Birri, ubicado a unas pocas cuadras de la escuela y con el que habíamos tejido lazos a partir de actividades compartidas y encuentros junto a otras organizaciones sociales durante esos años.
El Centro Cultural y Social está conformado por trabajadores militantes de la cultura y la educación popular4 que, como dijimos, habitamos una ex estación de trenes desde fines de los años noventa, cuando un grupo de artistas comenzó a recuperar el espacio que había sido abandonado por el Estado en el marco del proceso de privatización del servicio desarrollado durante esa década. Su nombre se inspira en el artista santafesino Fernando Birri (1925-2017), exponente del nuevo cine latinoamericano que en 1960 filmó su clásica película Tiré Dié (1960) en aquella estación y a comienzos de siglo creó una fundación asentada en el edificio. Entre los hitos que la organización reconoce como fundamentales a lo largo de su historia se encuentra el violento intento de desalojo por parte del gobierno municipal en 2013, que fue resistido con el apoyo de otras organizaciones sociales y habitantes del barrio y posibilitó la firma de un comodato de uso del edificio y la consolidación del proyecto de la organización. Actualmente, El Birri se define a sí mismo en relación con las actividades fundamentales que se desarrollan en el espacio:
creamos y recreamos un Centro Cultural y Social como la prefiguración de aquello que soñamos con los ojos abiertos: un mundo sin opresores ni oprimides. Somos cultura popular. En el carnaval, gestado al calor de la resistencia y la alegría de la rebelión, trazado junto con les niñes y jóvenes de los barrios olvidados, pero con memoria (...). Construimos desde sus escombros una Sala de Popular de Teatro y nos constituimos como un espacio de referencia en circo, teatro, títeres y candombe. (El Birri, 2017)
Entre sus propuestas centrales se encuentra la Escuela de Carnaval, conformada en 2012 con el objetivo de eternizar el carnaval, es decir, sostener durante todo el año los espacios de educación popular y creación que se desarrollaban durante el verano para los tradicionales desfiles de carnaval de febrero. De esta forma, aunque los primeros talleres se relacionaban explícitamente con el baile y la percusión, luego se sumaron diversas disciplinas musicales, de expresión corporal, teatral, circense y de comunicación, que desde marzo a noviembre funcionan como propuestas paralelas, pero en diciembre confluyen en el armado de la Birrilata, la comparsa de El Birri. Se trata de espacios de acceso libre y gratuito de los que participan niñes y jóvenes del barrio y el suroeste de la ciudad. Tal como lo expresa la organización:
La Escuela de Carnaval es una apuesta para formar artistas en el barrio, artistas comprometides con el arte de la resistencia carnavalera y organizades colectivamente en la construcción permanente de cultura popular en el barrio, desde el barrio y para todes. (...) Además de ser un semillero de artistas, es un espacio de formación de educadores y educadoras populares, ya que muchos jóvenes, luego de participar durante años en los talleres, hoy se encargan de coordinar nuevos espacios y formar a las nuevas generaciones. (El Birri, 2019)
Desde mediados de 2012, al poco tiempo de surgimiento de Escuela de Carnaval, El Surco comenzó a conformar uno de sus talleres, al tiempo que se definió como «un grupo de jóvenes que nos juntamos en El Birri a hacer una revista. Sabemos lo que pasa en el barrio y lo queremos mostrar, queremos tener nuestra propia voz» (Virginia, participante de taller. Registro de campo, abril 2013). Desde entonces, entre los objetivos centrales del grupo se destaca la apuesta por la producción colectiva: la «invención de diferentes modos de producir (...) diversas estrategias creativas para incentivar el trabajo colectivo» (Rolandi y Schmuck, 2013: 19). No obstante, desde el comienzo fue necesario preguntarnos: ¿qué es una producción colectiva?, ¿cómo se organiza un modo de producción que responda a una lógica de producción colectiva? Estos interrogantes guiaron el proyecto, las planificaciones de los encuentros y cada una de las propuestas.
Entre la publicación del primer número en 2013 y 2016, el colectivo publicó cuatro revistas de periodicidad anual, que inicialmente se caracterizaron por ser impresas en alta calidad y tener una extensión de 24 páginas5. Estas decisiones se fundamentaban en la importancia de contar con un material «lindo, que llame la atención, que no sea blanco y negro como el folleto de la iglesia, que la gente se quede mirando y lo quiera guardar (...) que sea como las revistas caras» (Luciano, participante de taller. Registro de campo, septiembre de 2014). Sin embargo, para cada impresión eran necesarias muchas actividades de autogestión y luego teníamos que garantizar la venta a un precio que nos permitiera recuperar la inversión y tener recursos para el siguiente número6.
La revista tenía siete secciones (Quiénes somos, Te canto la posta, Punto de vista, Dale cultura, Ojos de Barrio, Historieta y Fotonovela) y una editorial, en las que se trabajaba a lo largo de todo el año realizando entrevistas a referentes del barrio y organizaciones sociales, construyendo registros fotográficos, ilustraciones y abordando la redacción de distintas piezas y el diseño editorial. Las temáticas partían de los intereses del grupo y, aunque estaban principalmente vinculadas con el espacio barrial, también incluían otros temas de la agenda social y mediática. La conformación del grupo, considerada un elemento fundamental para el sostenimiento del proyecto y la producción colectiva, fue cambiando a lo largo de los años, ya que al tiempo que se fueron sumando nuevas personas, otras discontinuaron su participación o tuvieron una relación más intermitente con el proyecto. Cabe señalar que, aunque El Surco funcionó primordialmente en El Birri, en diferentes momentos se realizaron talleres de producción en la escuela de oficios y otras instituciones educativas de barrio San Lorenzo, espacios que permitieron conocer a jóvenes estudiantes que se involucraron en el equipo. En diferentes instancias a lo largo de esos años, además, algunes participantes que habían adquirido experiencia en la producción y quisieron ser parte del equipo de educadores comenzaron a ocuparse de actividades de coordinación de talleres.
En 2016, en el encuentro de cierre del equipo de educadores, registramos lo que podemos identificar como un punto de inflexión en la historia de El Surco en lo que refiere a la planificación de los talleres y la producción de materiales:
Evaluamos las producciones y actividades del año (...). Logramos realizar la revista, pero llegamos muy desgastados, pasó mucho desde el principio hasta lograr juntar la plata para mandar a imprenta y tener la revista en nuestras manos. Quedaron cosas afuera, sólo pudimos imprimir 12 páginas. Muchos pibes que comenzaron el año pasado con el proceso ahora no están, como Aldana y Jorge que no pudieron sostener el taller porque nació su bebé y se mudaron. (...) El grupo siguió siendo fluctuante, Flor y Pepo se sumaron a partir del acercamiento a la escuela, pero no son constantes, cuando vienen activan, pero después pasan semanas que no vuelven (...). De ahí surgió una charla existencial que derivó en propuestas sobre cómo seguimos (...). Vamos a descansar unas semanas, nos volvemos a encontrar el 30 de enero. (Registro de reunión de coordinadores, 14 de diciembre de 2016)
Desde comienzos de 2017, a partir de estos procesos de reflexión y atravesades por constantes planificaciones y re-planificaciones de nuestras actividades, El Surco se centró en la producción de nuevos materiales de comunicación, entre los que se destaca la producción gráfica en formato fanzine y la realización de podcast radiales. A continuación, nos detendremos en el proceso de producción colectiva de estos materiales en los talleres realizados entre 2017 y 2018. Comenzaremos por describir las condiciones de producción grupales y materiales de estos años.
3.2 Entre la educación popular y la producción colectiva
En las caracterizaciones del colectivo que priman en estos años se destaca, en primer lugar, la heterogeneidad que lo conforma: diferentes edades, pertenencias socio-ocupacionales, recorridos dentro del taller y formas de involucramiento en la organización de El Birri, modos de uso y disponibilidad de tiempo, trayectorias laborales y de formación. Esto último se pone de manifiesto en el siguiente fragmento de presentación de algunes integrantes, entre quienes se encuentran tanto educadores de los talleres como participantes:
- Soy parte de El Birri desde 2012, cuando tenía 11 años, participo de varios talleres de Escuela de Carnaval, principalmente los de circo y batucada. Desde 2017, participo del taller de comunicación de El Surco del Oeste. Estoy cursando quinto año de la Escuela Secundaria. (...).
- Participo en El Surco desde comienzos de 2019. He trabajado en diferentes oportunidades como portera y ayudante de cocina en instituciones escolares y realizado cursos de operador de PC e informática. (...).
- Me sumé a El Surco a inicios de 2017 y actualmente participo como coordinadora de los talleres. Estudié Comunicación Social y me formo en investigación (...).
- Participo en El Surco del Oeste desde 2013 cuando comencé asistiendo al taller de revista. Durante la posterior exploración de El Surco hacia otros formatos, pasé a ser coordinador del taller. Como Profesor de Historia soy docente en escuelas medias de gestión pública y social. (Caraballo et al., 2019)
A esta diversidad de participaciones, entre 2018 y 2019 se sumó la inclusión de niñes a los talleres, quienes participaban de otros espacios de Escuela de Carnaval y se sintieron atraídes por la formación y producción comunicacional y/o se acercaron por ser hijes de participantes. Esto complejizó la construcción de la identidad de El Surco, que inicialmente se nombraba a sí mismo como un espacio de juventudes. Las heterogeneidades se imprimen en las jornadas y los modos de trabajo en el espacio de taller:
...trabajamos, estudiamos, tenemos niñes que cuidar, participamos de otros talleres en el Centro Cultural. Al mismo tiempo, a pesar de las dificultades, nos encanta encontrarnos semanalmente (...) la planificación de nuestra tarea, por más necesaria e irrenunciable, día a día se modifica en función de la llegada tarde de algune, la sorpresa de otre, los deseos encontrados y los contratiempos individuales y de la organización. Sin embargo, El Surco nunca se queda sin producir algo y compartirlo con el mundo. (Caraballo et al., 2019).
El proceso que permite no quedarnos sin producir algo y compartirlo con el mundo no está, como vimos, exento de dificultades y re-planificaciones. De hecho, en tensión con la intervención anterior, estas condiciones grupales de trabajo, que se traducen en impedimentos para cumplir con los plazos premeditados y las planificaciones, en muchos de nuestros registros como educadores se señalan con cierta frustración como un problema al identificar que determinados objetivos grupales no pudieron cumplirse.
En estrecha vinculación con los modos de participación del colectivo, una cuestión se nos presentaba como un obstáculo central en la concreción de la producción de revistas: costear la impresión a color, con la extensión y cantidad de ejemplares que caracterizó a la revista, lo que complejizaba a su vez la distribución porque era necesario definir un precio de venta que permitiera recuperar la inversión realizada por el grupo. En términos generales, estas dificultades se profundizaron en el marco de la gestión del gobierno nacional de la Alianza Cambiemos (2015-2019). Desde sus inicios, las políticas de cultura y educación estuvieron marcadas por procesos de desfinanciamiento y subejecución, en un contexto de medidas neoliberales que se tradujeron en recesión industrial, endeudamiento externo, despidos masivos en el Estado y en el sector privado, aumento sostenido de la pobreza y la desocupación (Rodríguez, 2017). A nivel provincial, podemos identificar continuidades, pero también rupturas con estas políticas nacionales. A partir del financiamiento disputado por El Birri al Ministerio de Desarrollo Social de la provincia, El Surco obtuvo recursos para la compra de algunos materiales de trabajo; sin embargo, esto significó ingresos intermitentes que no permitieron cubrir las necesidades de inversión e impresión.
En medio de estas condiciones grupales y materiales de producción accedimos a una duplicadora en blanco y negro que combinaba la tecnología digital y la impresión en offset. Había pertenecido a 4Ojos, una cooperativa editorial que hasta entonces funcionaba en El Birri y la puso a disposición de nuestro colectivo. En los registros, el acceso a este recurso tecnológico se construye como una oportunidad significativa, que permite «hacer todo en el taller, que los pibes puedan participar de todo el proceso hasta su impresión final y que todo sea más barato» (Registro de reunión de coordinadores, 20 de marzo de 2017).
Además de abaratar costos y generar, entonces, condiciones para producir con mayor asiduidad, los límites y posibilidades de la duplicadora nos permitieron ensayar nuevas estéticas vinculadas con los deseos e intereses del colectivo. Lo que en los primeros registros tomó el nombre de boletín luego fue identificándose como fanzine, con las siguientes características: blanco y negro, páginas tamaño A5, a partir pliegos de tamaño A3 o A4 que doblábamos y/o abrochábamos en forma manual y de modos (que fueron variando), de distribución gratuita o a cambio de una contribución voluntaria. En cuanto a la tirada, se trataba de una cuestión flexible: contar con la duplicadora nos permitía imprimir y reimprimir cantidades variables de acuerdo a nuestra capacidad de distribución, el tiempo y la cantidad de insumos disponibles.
El hecho de que el tipo de impresión sólo permitiera la inclusión de ilustraciones en blanco y negro –y no admitiera el uso de fotografías ni imágenes con predominio de escala de grises–, habilitó otros modos de producción y estéticas más alejadas de los programas de diseño editorial y edición de fotos y más cercanas a la experimentación manual. Así, a nuestras tradicionales estrategias de escritura colectiva basadas en dinámicas de cadáver exquisito, se sumaron juegos para dibujar en grupo y la inclusión de diversas texturas a partir del recorte y pegado de figuras y elementos de diverso origen (revistas, otros dibujos y trazos, letras impresas, etc.). Además de estas nuevas búsquedas, para la conformación del producto final –y en continuidad con el proceso de producción de las revistas– cada fanzine implicaba una serie de tareas y decisiones colectivas.
Podemos identificar entonces que, tanto la impronta estética como la forma de trabajo de El Surco, se fueron conformando a partir de lo que Marín García (2007), a la hora de referir a las estrategias para la producción colectiva, conceptualiza como collage: «aquellos procedimientos colectivos mediante los cuales se consigue la unión de diferentes realidades en un todo complejo, permitiendo la integración de múltiples enfoques y elementos dispares» (Marín García, 2007: 12). Si acaso es posible señalar que se trata del procedimiento que ha primado desde los primeros años de producción colectiva de El Surco, con la producción de fanzines alcanza su máxima expresión porque nuestras producciones parten de diferentes elementos que se van combinando en una composición final. Más que una decisión premeditada, es la consecuencia de la forma de trabajo colectivo que fuimos modelando, que parte de la idea de que cada integrante trae algo para aportar desde sus posibilidades, saberes y preferencias: una imagen, unas palabras sueltas, una poesía que busca ser ilustrada, un título, unas preguntas para hacer una entrevista, una imagen de alguien que otre escanea y algune otre edita, muchas palabras que entre varies van tomando forma de texto. De este modo, podemos decir que el collage es para El Surco un estilo en el sentido en que propone Fasano (2011) (tomando los aportes de Maffesoli, 1997 y Douglas, 1998) para el análisis de prácticas comunicacionales, entendido como fenómeno conformado por una estética (relativa a la forma que toman nuestras producciones) y una ética (relativa a las prácticas involucradas en la producción de los materiales), como dos dimensiones inescindibles del mismo fenómeno.
De la mano de esta estrategia, y en línea con cómo concebimos la producción colectiva, en el fanzine –al igual que lo que sucedía con la revista– ningún artículo, dibujo o diseño lleva firma, con la excepción de algunas editoriales que presentaban cada número. Esta decisión nunca fue explicitada, sino que se instauró de hecho porque cada elemento había pasado «por tantas manos» que hubiera sido dificultoso identificar la labor de cada integrante en las diversas tareas.
Otra de las posibilidades que encontramos en el fanzine fue la de agilizar los tiempos y con ello salir a la calle con mayor frecuencia. A grandes rasgos podemos decir que entre 2017 y 2019 pasamos de imprimir una revista por año a realizar un fanzine cada, aproximadamente, dos meses7. Sin embargo, la cuestión de la periodización nunca dejó de ser objeto de preguntas, cuestionamientos y re-planificaciones que nuevamente advertimos en los registros de las diferentes reuniones de educadores de los últimos años. A la constante adecuación de los plazos de producción de cada número se sumaron nuevos desafíos: la permanente renovación del grupo, dificultades para finalizar las ilustraciones y producir textos de la extensión requerida por el formato. Asimismo, frente a la cantidad de horas que la producción del fanzine nos requería pasar frente de la computadora y la duplicadora o haciendo trabajo de escritorio, empezamos a necesitar recuperar las actividades al aire libre, visitas a otros colectivos, entrevistas a personajes de la ciudad, pintadas de esténcil, entre otras.
En 2018, luego de un año dedicado a la producción de fanzines, la radio fue apareciendo como el próximo desafío. Decidimos explorar otras formas de comunicar y encontramos en lo radiofónico modos frescos que nos permitieran jugar con la expresión espontánea y la oralidad, que aparecían como un fuerte entre niñes y jóvenes que conformaban el colectivo ese año. El recorrido por diferentes registros nos permite identificar que el paso a la radio no fue ni «de un día para el otro» ni puede explicarse desde una sola cuestión/factor. Entre los diferentes elementos que encontramos en torno a esta decisión que identificamos fue tomada incluyendo tanto al grupo de educadores como al resto de participantes, podemos mencionar la incorporación de dos jóvenes que manejaban herramientas de edición de audio por sus trayectos en la escuela media, de otres integrantes –entre quienes estaban algunes niñes– que contaban con mayor facilidad para expresarse mediante la oralidad y tenían recorridos diversos en torno a los aprendizajes de lecto-escritura. Asimismo, algunes participaban de otros talleres de Escuela de Carnaval y contaban con herramientas del teatro y la música que interesaba incorporar a nuestras producciones. Uno de los primeros pasos para incursionar en el nuevo lenguaje fue indagar y formarnos en su especificidad:
exploramos cómo los elementos de la palabra, los efectos de sonido, la música y los silencios permiten desplegar infinitos recursos que alientan a crear nuevos mundos con sonidos, producir piezas que nos acercan a la cotidianeidad de nuestros oyentes, que pueden estar escuchándonos mientras lavan los platos, andan en bici con auriculares, toman mate con amigos o chatean en la compu. (Registro de taller, 26 de abril de 2018)
En este proceso de formación llegamos al podcast8: una pieza de audio que se aloja y puede descargar o reproducir en forma gratuita de Internet. Aunque algunas educadoras contábamos con experiencia previa en la radio, no conocíamos los podcasts, por lo que la indagación en torno a la producción de este tipo de piezas y las primeras experimentaciones fueron compartidas por todo el colectivo.
La indagación nos permitió saber enseguida que se trataba de nuevas formas de hacer radio que se estaban abriendo pasos agigantados y que tenían a las generaciones jóvenes como oyentes privilegiades (...) que no necesitábamos antena ni conocimientos sobre streaming para hacer radio. Estas fueron las primeras dos cuestiones que nos atrajeron. Asimismo, considerar que no contábamos con suficiente entrenamiento como para iniciar un programa de radio en vivo con una frecuencia fija, sino que queríamos priorizar nuestros procesos de aprendizaje y experimentación. (Caraballo et al., 2019)
Cabe señalar que, si bien no nos habíamos propuesto realizar un programa radial, las búsquedas colectivas –quizás porque partieron de ejercicios en los que recuperamos las propias experiencias como radioescuchas– derivaron en piezas caracterizadas por contar con una estructura similar: una persona que conduce, bloques con contenidos diferenciados, la inclusión de segmentos musicales y de entrevistas. Por otra parte, aunque los podcasts eran editados, no perdían la espontaneidad de las conversaciones que improvisábamos durante la grabación. Aunque las primeras producciones fueron más extensas, con el tiempo fuimos identificando que la duración de diez minutos era la más óptima. En lo que refiere a su distribución, a diferencia de lo que sucedía con los productos gráficos, los podcasts circulaban en forma gratuita e inmediata a través de las redes sociales. Una de las estrategias que sumamos con el tiempo fue compartir el audio mediante la red de mensajería WhatsApp, lo que facilitó su circulación.
En relación con los bloques de nuestro podcast, cabe señalar que usamos las mismas secciones (Te Canto la Posta, Punto de Vista, Ojos de Barrio, etc.) que habíamos creado para las revistas que comenzamos a imprimir en 2013 y con los años habían sido fuertemente apropiadas por les diferentes integrantes del colectivo. A partir de este trabajo podemos identificar que estas decisiones fueron en parte producto de las planificaciones de les educadores, pero fundamentalmente han sido el resultado no premeditado de trasladar al nuevo formato aspectos del modo de producción de piezas gráficas al que estábamos habituades. En esta misma línea, podemos afirmar que los podcasts continuaron con el estilo que caracterizó la producción de fanzines: el collage. De hecho, la producción colectiva que vehiculiza el podcast trasciende el encuentro presencial de les integrantes y lo potencia.
Distribuimos tareas entre quienes estábamos temprano, aunque después algunos se tuvieron que ir antes, pero llegaron otros. Me tocó conducir a mí esta vez, a medias con el Tuza hasta que se fue, Flor no se animó, pero se encargó de la edición y le estuvo mostrando al resto. Bauti trajo una poesía y la leyó para el cierre. Manu se copó para traer otra la semana que viene. El Tuza vino con ganas de meter algo de deportes y super ansioso por el partido de Colón, ya que se iba a la cancha, así que antes de que se fuera le hicimos relatar la previa y terminamos inventando una nueva sección: Nos damos el gusto... medio que eso puede habilitar cualquier cosa en el futuro, pensamos que puede ser por turnos y que todos podamos alguna vez sumar el contenido que queramos (...). Hicimos lluvia de ideas para las preguntas, para la entrevista central a las chicas, la Pepo la hizo y editamos porque quedó muy larga, pero salió bien. Terminó quedando muy bien, sumamos lo que pudo aportar cada uno. (...) No terminamos de editar, pero Manu se llevó la compu para terminar y subirlo a las ocho de la noche, que es un buen horario. (Registro de taller, 23 de octubre de 2018)
A lo largo de 2017 y 2018 no dejamos de intercalar la producción de podcast con la realización de fanzines, así como otros materiales como esténciles y notas para la web, que dialogaron entre sí a partir de la posibilidad de recuperar la información producida y compartirla en los distintos formatos. En 2019, El Birri sufrió un incendio en su edificio, por lo que las estrategias de trabajo se modificaron y la falta de espacio físico generó nuevas condiciones que podrían estudiarse en futuros trabajos (El Birri, 2020b).
El Surco se propone construir procesos de educación popular caracterizado por la formación y la participación transformadora de les diferentes integrantes. Al mismo tiempo, aunque el colectivo nunca llegó a identificarse únicamente como un medio, desde sus inicios se encuentra atravesado por la producción comunicacional: además de un espacio de educación popular, se propone ser un proyecto de comunicación, por lo que la apuesta por materializar el intercambio y la producción de saberes e inscribirlos en piezas de comunicación popular, que se difundan y sean apropiadas en el espacio público por otres, convive en cada instancia de encuentro. En diálogo con los fértiles cruces que se han propiciado en nuestro continente en las últimas seis décadas, entendemos que en El Surco es imposible pensar la educación popular y la comunicación (en tanto mediación) como dimensiones diferenciadas; no obstante, al analizar la experiencia identificamos el modo en que sus horizontes aparecen en tensión. Advertimos que, si durante el desarrollo de los talleres se apuesta por la formación transformadora, la participación de integrantes con diversos recorridos, las relaciones horizontales y la creación colectiva, esto se tensiona con la búsqueda por producir materiales de comunicación en forma periódica, respetando plazos de trabajo, periodicidades y formatos de producción. Si acaso El Surco apuesta a la producción y distribución de sus materiales, pero no está dispuesto a direccionar sus objetivos y estrategias hacia la finalización de productos en detrimento de la valoración de los procesos, esto no sucede sin conflictos que se manifiestan en la cotidianeidad del colectivo.
Estas tensiones, entonces, son intrínsecas a los objetivos fundantes de El Surco y los diversos modos en que estos se han reformulado a lo largo de los años. En ese sentido, son constitutivos de nuestras prácticas, esto es: hacen a los modos de hacer comunicación y educación popular de nuestro colectivo y adquieren particularidades en relación con las condiciones materiales y grupales de cada momento histórico. Por otra parte, estas tensiones suelen ser construidas por quienes ocupamos el lugar de educadores como un problema que es necesario resolver, al tiempo que se materializan en las constantes búsquedas de planificación y re-planificación que en ocasiones hemos identificado exclusivamente en términos de dificultades u obstáculos. Sin embargo, al culminar este trabajo podemos concluir que son precisamente estas tensiones las que definen las particularidades del proyecto e incluso permite explicar su particular estilo de producción: el collage. Además, definen las condiciones de continuidad del colectivo: si entendemos las experiencias como procesos vívidos, dinámicos y cambiantes, el motor de nuestras transformaciones –y por ello la posibilidad de nuestra persistencia como colectivo– se encuentra estrechamente ligado a las prácticas inherentes a estas tensiones constitutivas, las dificultades y los desafíos que generan a cada paso.
A la hora de construir los interrogantes de los que partió el presente artículo no hemos podido abarcar otras dimensiones de análisis que interesa seguir abordando, al tiempo que a lo largo del proceso pudimos identificar nuevas preguntas que se abren a partir del análisis realizado. Entre estas, nos interesa destacar que, si bien la inclusión de la perspectiva del resto del colectivo que no conforma el grupo de coordinación de los talleres busca ser considerado en cada objetivo, definición, planificación y evaluación y por ello es parte constitutiva de nuestros registros, preocupaciones y estrategias, este análisis necesita complejizarse dando un lugar más protagónico al resto de les participantes en el proceso interpretativo. De hecho, la conformación del grupo de educadores, los diferentes modos de participación dentro del colectivo y el intercambio de saberes entre les diversos integrantes ha sido objeto de preocupación y reflexión a lo largo de la experiencia de El Surco y deberá ser objeto de un nuevo trabajo.
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